Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica
del conocimiento racionalista de la literatura
Crítica gnoseológica de la Literatura Comparada
No se puede expulsar a la crítica de la investigación literaria.
Rene Wellek (1959/1998: 87).
En este capítulo voy a exponer, desde los presupuestos de la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura, la crítica gnoseológica de la Literatura Comparada. En primer lugar, voy a formular brevemente una serie de criterios fundamentales relativos a los principios y modos de las ciencias (modi sciendi), para dar cuenta, en segundo lugar, de los modelos que pueden darse en el ámbito de la Literatura Comparada, a partir de los términos, relaciones y operaciones que son posibles y factibles en el campo categorial de la literatura y su espacio gnoseológico.
Distinguiré en este punto entre determinantes, relatores y operadores. Esta distinción se construye a partir de los tres sectores dados en el eje sintáctico del espacio gnoseológico: términos, relaciones y operaciones.
Los operadores establecen operaciones (a partir de relaciones entre términos); el operador por excelencia es el ser humano, como sujeto operatorio fundamental.
Los relatores establecen relaciones (entre términos); el relator por excelencia es el instrumento —los múltiples instrumentos (termómetro, balanza, cronómetro, métrica...)— que utiliza y construye el ser humano para ejecutar con rigor las relaciones entre los términos del campo categorial o científico.
Los determinantes establecen términos, es decir, permiten identificar los términos o materiales primogenéricos que constituyen, componen e integran, el campo de investigación científico; la definición es, por excelencia, la figura del determinante, ya que permite definir, establecer o identificar términos categoriales, esto es, codificarlos conceptual o científicamente, a partir de términos que no son necesariamente científicos ni conceptuales, sino ordinarios, mundanos o comunes (el agua es un término mundano que se convierte en un término del campo categorial de la química cuando se interpreta como H2O).
Una vez más se confirma que la Crítica de la Literatura tiene más que ver con la filosofía que con la ciencia, la cual se corresponde propiamente con una Teoría de la Literatura, en tanto que ciencia constructiva o reconstructiva de los materiales literarios. Una situación análoga se da en el espacio gnoseológico de la Historia. No puede responderse, en abstracto, a la pregunta de si la Historia es una ciencia o no, pues en su seno, esto es, en las operaciones que lleva a cabo el historiador, se dan muchos modos de «hacer historia». De la misma manera que también hay muchos modos de «hacer teoría literaria». Dicho de otra forma, en una misma ciencia concurren múltiples y diferentes metodologías, esto es, diferentes modos de organizar los términos, relaciones y operaciones (sintaxis) que, respecto a fenómenos, referentes y estructuras (semántica), concurren en el espacio gnoseológico, y ante los que hay que actuar desde autologismos, dialogismos y normas (pragmática). A diferencia de la Teoría del cierre categorial de Bueno (1992), la Crítica de la razón literaria sostiene que las ciencias no son categorías, sino sistemas de metodologías. Desde nuestra propia obra, consideramos que la unidad de medida, por así decirlo, no está en el concepto de «categoría», cuyo pretendido cierre es en realidad virtual, teórico o provisional, dado que nunca una ciencia puede considerarse cerrada, como el propio Bueno se ve obligado a reconocer. Bien claro está que inmediatamente Bueno se ve urgido a distinguir, acudiendo a una paradiástole, entre cierre y clausura, de modo que las categorías se cierran pero las ciencias no se clausuran. Aquí hay una paradoja insalvable, una contradicción explícita en los propios términos de la teoría del cierre categorial, que pone en duda su propio cierre: si por un lado se habla de un cierre categorial, por otro lado se niega ese mismo cierre categorial, pero bajo una forma verbal que trata de corregirse a sí misma, como una epanortosis, y se preserva bajo la enunciación de una clausura científica. Se postula así un «cierre categorial» que no es una «clausura científica». Pero resulta que ese cierre siempre es provisional, teórico y circunstancial, porque se amplía una y otra vez, evitando una clausura.
En realidad, desde la Crítica de la razón literaria se desestima el uso imperativo del término categoría como equivalente, correspondiente o identificable al de ciencia, al considerar que las ciencias son sistemas o conjuntos de diferentes metodologías (alfa y beta), según el tipo de operaciones (alfa y béticas) que en cada momento de la investigación científica el ser humano está obligado a llevar a cabo. Asimismo, se desestima también la idea de cierre, puesto que las ciencias no se cierran nunca, ni se clausuran jamás, debido a las operaciones abiertas que constantemente admiten sus campos categoriales a través de sus sistemas o conjuntos de metodologías alfa y beta operatorias. Ha de quedar claro, pues, que la Crítica de la razón literaria no habla de «ciencia de ciencias», expresión genitiva y geminada que es realmente absurda y valetudinaria, propia de lenguas incluso obsoletas, o de usos extremadamente arcaicos del lenguaje. La Crítica de la razón literaria, y así lo hemos hecho constar en el capítulo correspondiente, en el que hemos planteado un enfoque de los materiales literarios Más allá de la teoría del cierre categorial, (III, 5.6.4), habla de ciencias como sistemas de metodologías, y descarta reducir las ciencias a categorías, así como también desestima las nociones de cierre y clausura, dado que por su propia naturaleza, las ciencias son sistemas metodológicos siempre abiertos y dinámicos. El presunto cierre de una ciencia lo determina el cese de la actividad investigadora, no el supuesto límite de su campo. El cierre, así como la clausura, de las ciencias está más en relación con el tiempo que con el espacio. Incluso podemos afirmar que la transformación de las ciencias se opera no tanto en el espacio cuanto sí a lo largo del tiempo histórico de su desarrollo.
En suma, uno de estos modos o metodologías es el que puede —o los que pueda— requerir el comparatismo en el ejercicio de la relación de materiales literarios, relación que procede de acuerdo con operaciones que el sujeto operatorio, como comparatista, lleva a cabo en el campo gnoseológico de la literatura, mediante la ilación valorativa (comparación) de términos (materiales literarios) categoriales (o extracategoriales, que puntualmente fueran requeridos). La figura gnoseológica fundamental de la Literatura Comparada, como modus sciendi de la Teoría de la Literatura, es la relación. En Literatura Comparada, relacionar es operar, y operar es ejecutar conexiones y discriminaciones entre materiales literarios, para interpretarlos y hacer de este modo inteligibles sus ideas y conceptos. De los resultados de las relaciones y operaciones dependerán los logros de las interpretaciones.
Un investigador literario puede establecer relaciones y operaciones muy precisas entre dos o más obras, autores, lectores e incluso intérpretes literarios. Si tomamos el Quijote, pongamos por caso, como contexto determinante, a partir de él puede establecerse toda una serie de verdades relativas a fecha de publicación, autoría, relaciones con otras obras y autores, etc., que son auténticas verdades absolutas, probadas positivamente, es decir, identidades sintéticas que si alguien pusiera en duda nos haría reír (fecha de bautismo de Cervantes, la existencia geográfica de La Mancha, la expulsión de los moriscos, la celebración del Concilio de Trento…). En algunos casos, incluso en la propia estructura literaria de la obra, pueden establecerse verdades objetivas (don Quijote enamorado o loco, Sancho analfabeto lúcido, Dulcinea como invención subjetiva del protagonista, Marcela como representante de ideales feministas…). Pero éste sería un nivel fenomenológico muy pobre. Cuando se articula una interpretación que desborda los fenómenos y supera su expresión psicológica, entonces se sobrepasa gnoseológicamente la categoría inicial de la que partimos, y que en un primer momento se habría «cerrado» u objetivado en torno a nuestra psique la obra literaria. Pero la obra literaria no puede encerrarse en nuestra psique, porque la literatura exige algo más amplio y objetivo que la conciencia y la subjetividad del individuo. Exige una interpretación objetiva y científica, dada en el campo categorial en el que se sitúan los materiales literarios en ella convocados y con ella relacionados en symploké: el autor, la obra misma, el lector y los críticos, intérpretes o transductores.
La Teoría de la Literatura, como ciencia de los materiales literarios —ciencia reconstructiva (metodología β-1-I)—, puede mantenerse de forma relativamente estable dentro de una ontología, que constituye su campo de investigación —el que proporcionan los materiales literarios (autor, obra, lector y transductor)—, y dentro de una gnoseología, constituida desde el mismo campo —examinado a través de un sistema o conjunto de metodologías alfa y beta operatorias—. Sin embargo, la Crítica de la Literatura, que trabaja con ideas, al igual que la Literatura Comparada —que es una forma o «género» de crítica literaria—, y del mismo modo que la Historia en muchos contextos, no dispone del mismo grado de cientificidad que la Teoría de la Literatura, al tratarse la actividad crítica de una ciencia demostrativa (metodología β-1-II), en la que el sujeto operatorio no puede neutralizarse ni desaparecer, sino todo lo contrario: debe ejecutar operaciones e interpretaciones que ninguna máquina ni instrumento por él construido puede ejercer.
La cuestión no reside en que el intérprete tenga, inmediatamente, que desbordar el campo categorial inicial, y servirse de interpretaciones proporcionadas por otras ciencias y campos categoriales, porque algo así ocurre en todas las ciencias: la medicina tiene que acudir a la química, y a la física, y a veces incluso al Derecho para poder operar en determinados contextos intervenidos judicialmente. Ni una sola ciencia puede ejercerse plenamente sin sobrepasar sus propios límites. Una ciencia categorialmente cerrada es una ficción teoreticista. En toda actividad científica hay momentos y procesos en los que el investigador se enfrenta a términos y conceptos que tiene que someter a una criba, esto es, a una interpretación de valores y contravalores que, más allá de la interpretación meramente científica y categorial, le obliga a ser crítico y dialéctico, es decir, no sólo científico, sino también filosófico. A poco que se comience a operar sobre una obra literaria, el intérprete pronto se verá en la necesidad de sobrepasar el campo de referencia para invadir otros campos. Pero es que lo mismo ocurre en el ejercicio de la medicina, la física o la termodinámica, la ingeniería informática y la química organometálica, y de cualesquiera ciencias, desde la geometría hasta la matemática. No hay una sola ciencia que se agote en sí misma, ni que pueda cerrarse sobre sí misma y operar en la realidad a partir de sus propias y exclusivas premisas. Insisto en que una ciencia categorialmente cerrada es un imposible operatorio, porque su operatoriedad es igual a cero. Considerar rigurosamente que las ciencias son categorías cerradas y que la filosofía es una interpretación trascendental de los saberes científicos es una ficción gnoseológica y un idealismo operatorio extraordinario, incompatible con una interpretación materialista de la filosofía y de la realidad. Y no sólo porque las ciencias —un misma y específica ciencia, incluso— requieren el concurso de múltiples metodologías, desde las alfa a las beta operatorias, sino porque la filosofía, cuando se ejerce, se ejerce incluso más categorialmente aún que las propias ciencias, pues la filosofía siempre es genitiva de algo, y jamás se puede presentar como exenta de una especificidad, de ahí que se hable siempre de una filosofía de la literatura, una filosofía de la música, una filosofía del Derecho, una filosofía del deporte, una filosofía del arte, una filosofía de la Historia... Realmente, lo categorial es la filosofía, y no la ciencia, porque ninguna ciencia puede operar si está cerrada, y sin embargo la única forma que tiene la filosofía para actuar es limitarse a una categoría de la realidad.
Diremos, en suma, que la Literatura Comparada opera como una forma de crítica literaria, es decir, que en términos gnoseológicos se comporta como un saber de segundo grado (crítica de la literatura), el cual necesitará siempre los presupuestos metodológicos de una Teoría de la Literatura. Esta última, sin embargo, en términos igualmente gnoseológicos, funcionará siempre como un saber de primer grado, generador de conceptos científicos necesarios, sistemáticos y lógicos. La crítica literaria, como la Literatura Comparada, trabaja con ideas, en las que concurre la filosofía, ideas que se proyectan, relacionadas de forma racional y lógica, sobre múltiples campos categoriales; la Teoría de la Literatura, sin embargo, trabaja con conceptos que permiten la interpretación objetiva de un específico ámbito científico o campo categorial, pero no de forma exclusiva ni excluyente, porque —como toda ciencia— está abierta metodológicamente a otros campos categoriales o científicos, cuyo concurso nos exige la interpretación de los materiales literarios. Insisto en que no se trata de «una ciencia de ciencias», ni de otras absurdidades por el estilo, sino de una ciencia que exige la concurrencia de múltiples metodologías (alfa y beta operatorias), porque las ciencias no son categorías, sino sistemas o conjuntos de diferentes metodologías.
Procede tener aquí muy presente lo que con anterioridad hemos indicado sobre los principios y modos de las ciencias (III, 5.3 y 5.4).
En primer lugar, hay que recordar que los principios de cada ciencia son principios constitutivos de los términos y de las relaciones, pero interpretados desde el eje semántico del espacio gnoseológico, en tanto que este eje es operatorio. Los principios sólo pueden darse a partir de la construcción de algunos teoremas, los cuales, a su vez, sólo se dan a partir de la construcción de contextos determinantes. No son los principios algo previo a la ciencia, sino algo interno, inmanente, y dado en ella in medias res. Y sólo desde los teoremas, que se construyen a través de las operaciones, los principios habrán podido ejercitarse y, por tanto, formalizarse o enunciarse como tales principios[1].
La Crítica de la razón literaria asume del pensamiento de Bueno la exigencia de que el análisis general de los principios de las ciencias toma como referencia el espacio gnoseológico y sus tres ejes (sintáctico, semántico y pragmático). De este modo, para construir los principios de las ciencias hay que regresar a los ejes sintáctico y pragmático del espacio gnoseológico. ¿Por qué?: porque aunque los contextos determinantes (que son los que permiten formular los principios) son armaduras o configuraciones dadas en el eje semántico, los principios desbordan estas configuraciones, y afectan a los tres niveles del campo o tres ejes del espacio gnoseológico. Hay, por lo tanto, que distinguir ante todo entre principios sintácticos y principios pragmáticos.
Desde la perspectiva del eje sintáctico, los principios interpretados desde el eje semántico podrán distinguirse como principios de los términos, principios de las relaciones y principios de las operaciones. En primer lugar, los principios de los términos son los mismos términos primitivos, en tanto que están enclasados y organizados en symploké. Los principios de los términos no son meramente conceptos o definiciones nominales, o símbolos algebraicos o signos lingüísticos, sino que son los términos mismos del campo (fenómenos físicos, ópticos, lingüísticos, literarios, etc.) analizados y coordinados. Así, por ejemplo, la circunferencia es un principio de la geometría, como el endecasílabo es un principio de la métrica, o la nota Re es un principio de la teoría de la música tanto como de su práctica. En segundo lugar, los principios de las relaciones pueden interpretarse como los axiomas de Euclides: son principios sistemáticos. En tercer lugar, los principios de las operaciones pueden interpretarse como los postulados de Euclides, que Bueno interpreta como principios categoriales o de cierre categorial, y que desde la Crítica de la razón literaria interpretamos como principios metodológicos. Es el caso, por ejemplo, del principio de Lavoisier, según el cual «la materia no se crea ni se destruye», o el principio semiótico de transducción según el cual todo lo que hace el ser humano se transforma por el hecho mismo de ser transmitido.
Desde la perspectiva del eje pragmático, los principios interpretados desde el eje semántico podrán distinguirse como principios de los autologismos, principios de los dialogismos y principios normativos. Los primeros remiten a interpretaciones literarias de tipo abductivo, como la que ejecuta Unamuno en su interpretación del Quijote cervantino (Vida de don Quijote y Sancho, 1905), con una obra que no nos explica el significado de la novela de Cervantes, sino la capacidad de comprensión, por otro lado muy psicologista, de Unamuno respecto a la obra cervantina. Lo que hace Unamuno es un discurso autológico, que informa al lector de lo que sucede en la mente de Unamuno al leer el Quijote, pero no de cómo se puede interpretar científicamente el Quijote. Unamuno no rebasa el límite de lo fenomenológico. Principios dialógicos son los que definen las relaciones que se establecen entre los sujetos operatorios a la hora de enfrentarse a la interpretación científica de los materiales de un campo categorial (posibilidad de sustitución entre sujetos operatorios, relaciones entre grupos científicos, reuniones académicas, interpretación propuesta por escuelas, grupos de investigación, movimientos literarios, culturales, etc.). Por último, son normativos aquellos principios que delimitan el proceder sistemático de una ciencia (principio de no contradicción, principio de tercio excluido, principio de mímesis o imitación como modelo generador del arte, etc.). Como se comprobará más adelante, los principios autológicos dan lugar a explicaciones personalistas o animistas, los principios dialógicos son fundamento de discursos gremiales o ideológicos que identifican a grupos enfrentados a otros grupos en competencia por imponer sus ideas a una mayoría o una totalidad determinadas, y los principios normativos son aquellos sobre los que se fundamentan las interpretaciones sistemáticas o incluso canónicas.
En segundo lugar, en relación con los modos de las ciencias, hay que insistir en lo siguiente. El criterio para establecer los modos gnoseológicos, considerados como vías hacia la construcción de configuraciones objetivas, tiene como referencia el eje sintáctico, desde el momento en que hay que tener en cuenta las formas de operar con los términos y las relaciones dadas en los campos objetivos, es decir, hay que tener en cuenta cuatro tipos de funciones:
- Nominativas: forman términos a partir de términos.
- Determinativas: forman términos a partir de relaciones.
- Conectivas: forman relaciones a partir de relaciones.
- Predicativas o relativas: forman relaciones a partir de términos.
A partir de las relaciones entre estos tipos de funciones, podemos distinguir —siempre según Bueno (1992), a quien reinterpretamos cuando procede según nuestros propios criterios— los siguientes modos gnoseológicos, que son fundamentales, y diferentes, respectivamente, en Teoría de la Literatura, en la teoría de los géneros literarios, en la crítica literaria, y en la Literatura Comparada: definiciones, clasificaciones, demostraciones y modelos.
1. Definiciones
Las definiciones son procedimientos determinantes, es
decir, establecen Términos a partir de Términos preexistentes (T < T). Es la
forma normativa de operar de las ciencias y construcciones científicas, y es,
de hecho, como actúa la Teoría de la Literatura. Las definiciones son figuras
gnoseológicas que explican el significado de los términos desde criterios
conceptuales o científicos. En su proceso de determinación o constitución de
términos a partir de otros términos, las definiciones actúan según cuatro procedimientos
o modos diferentes de construcción. Formalmente, las definiciones se
estructuran en configuraciones científicas. Materialmente, las
mismas definiciones se construyen sobre campos categoriales, es
decir, buscan sus términos en el ámbito de una determinada ciencia o categoría.
La aplicación a la Teoría de la Literatura de la teoría del cierre categorial,
tal como se reinterpreta desde la Crítica de la razón literaria,
exige tener en cuenta los cuatro procedimientos constructivos de las definiciones
según la gnoseología propuesta por Bueno (1987: 284; 1992), en cuyo gráfico se
observa que en el eje de abscisas u horizontal es posible distinguir, según sus
configuraciones científicas, las definiciones y las redefiniciones.
Asimismo, en el eje de ordenadas o vertical, es posible clasificar las
definiciones según el modo de actuar en un campo categorial dado, al distinguir
entre campos científicos autocontextuales o rectos y
campos científicos heterocontextuales u oblicuos. Al cruzar sendas
modalidades se obtienen cuatro procedimientos diferentes de definición:
1) descriptivas o explicativas (definiciones
autocontextuales), 2) estipulativas o regulativas (definiciones
heterocontextuales), 3) recursivas (redefiniciones
autocontextuales) y 4) operatorias (redefiniciones
heterocontextuales).
2. Clasificaciones
Las clasificaciones son procedimientos estructurantes o constituyentes,
es decir, dan lugar a Términos a partir de Relaciones (T < R). Es la forma
habitual de desplegar teorías constructivistas o estructuralistas, como es el
caso de una teoría de los géneros literarios. Las clasificaciones, como
funciones estructurantes o constituyentes, son procedimientos que, a partir de
relaciones preexistentes, dadas entre términos del campo categorial de una
ciencia, permiten establecer términos nuevos, simples o complejos, dentro del
sistema o categoría que constituye el campo gnoseológico de referencia, hasta
agotar todas las operaciones posibles, y alcanzar de este modo provisional o circunstancial el límite de un cierre categorial. Las clasificaciones, en suma, tendrán una dimensión holótica, de modo que movilizarán la totalidad de los términos esenciales (intensionales o genéricos), integrantes (extensionales o específicos) y distintivos (individuales o singulares) que constituyen y estructuran el campo categorial de una determinada ciencia. Las clasificaciones permiten
construir Términos nuevos a partir de Relaciones preexistentes [T < R], con
arreglo a dos coordenadas: el orden o construcción y la relación o
estructuración de las partes respecto al todo en el cual estas partes se
integran y actúan. En primer lugar, según el criterio de ordenación o
construcción, las clasificaciones pueden ser ascendentes, si van de
las partes hacia el todo, o descendentes, si por el contrario van
del todo hacia las partes. En segundo lugar, según el criterio de relación o
estructuración, las clasificaciones pueden ser atributivas (nematológicas),
si cada parte del todo desempeña una función propia y específica ―atributiva―
dentro de él, de modo que sus propiedades son insustituibles y únicas; o
distributivas (diairológicas), si por el contrario las partes que forman el
todo son isovalentes, equivalentes o iguales entre sí, de modo que ninguna de
ellas posee características propias ni diferencias específicas, porque en todas
ellas los rasgos genéricos se distribuyen por igual (y las diferencias
específicas, o bien no se consideran, o bien son irrelevantes). En
consecuencia, al cruzar sendas modalidades se obtienen cuatro procedimientos
diferentes de clasificaciones: 1) agrupamientos (orden
ascendente en relación atributiva), 2) desmembramientos (orden
descendente en relación atributiva), 3) tipologías (orden
ascendente en relación distributiva) y 4) taxonomías (orden
descendente en relación distributiva).
3. Demostraciones
Las demostraciones son procedimientos predicativos, explicativos
o descriptivos, es decir, dan lugar a Relaciones a partir de Relaciones
(R < R). En el ámbito de la investigación literaria, es el modus
operandi de la Crítica de la Literatura, al proceder mediante el
desarrollo de hipótesis, deducciones, o incluso inducciones o abducciones,
desde las que se trata de ilustrar, ejemplificar o hacer legible, a una escala
distinta de la previamente dada o preexistente, el sentido y significado de un
material literario determinado. Toda demostración se fundamenta en el ejercicio
de una crítica ―que establece dialécticamente valores y contravalores― sobre
una ontología, es decir, sobre la realidad positiva y material de unos hechos
sometidos a examen, y sobre los cuales el ser humano actúa como sujeto
operatorio (gnoseología), y no sólo como sujeto sensible y cognoscente
(epistemología). En primer lugar, habrá que distinguir en el ejercicio de la
crítica dos formas diferentes de proceder, basadas, bien en la oposición objeto
/ sujeto (crítica epistemológica), bien en la conjugación materia /
forma (crítica gnoseológica). En segundo lugar, hay que distinguir, en
la ontología sobre la que la crítica ―sea idealista o epistemológica, sea
materialista o gnoseológica― se proyecta, dos tipos de interpretación, la cual
podrá ser sensible, si se limita a la fenomenología (M2) de los hechos
observados, o inteligible, si la misma interpretación rebasa los límites de lo
sensible para establecer análisis conceptuales y lógicos (M3) de los hechos. En
consecuencia, del cruce de los tipos de crítica (idealista o
epistemológica y materialista o gnoseológica) y de los grados de interpretación
de la ontología de los materiales literarios (lo sensible o
fenoménico y lo inteligible o conceptual), resultan cuatro modalidades
fundamentales de demostración o crítica literaria: 1) la crítica
descriptivista (lo sensible o fenomenológico explicado
epistemológicamente: empirismo idealista), 2) la crítica
teoreticista (lo inteligible o conceptual explicado
epistemológicamente: racionalismo idealista), 3) la crítica
adecuacionista (lo sensible o fenomenológico explicado
gnoseológicamente: empirismo materialista) y 4) la crítica dialéctica o circularista (lo
inteligible o conceptual explicado gnoseológicamente: racionalismo
materialista).
4. Modelos
Los modelos son figuras gnoseológicas que se basan en procedimientos solidarizantes o contextualizantes, es decir, que constituyen Relaciones a partir de Términos (R < T). Es el
modo operatorio en el que se basa la Literatura Comparada como metodología (por
eso es un método y no una disciplina): porque a partir de los términos del
campo categorial de la literatura (autor, obra, lector, transductor) establece
entre ellos relaciones o, si se prefiere, comparaciones,
ejecutadas o interpretadas por el comparatista en tanto que sujeto operatorio o
investigador. Las relaciones generadas por los modelos se construyen según dos
tipos de criterios. En primer lugar, las relaciones pueden ser isológicas
(dadas entre términos de la misma clase: autor con autor, obra con obra…)
o heterológicas (dadas entre términos de clases diferentes: un
autor en una obra, una obra en un lector, un autor en un lector…). En segundo
lugar, las relaciones pueden ser distributivas (dadas con el
mismo valor en cada parte del todo: el impacto de una obra en una totalidad de
lectores, como por ejemplo Amadís de Gaula en los lectores
españoles de libros de caballerías del siglo XVI) o atributivas (dadas
con distinto valor en cada parte del todo: el impacto de una obra en un lector
concreto y distinto de los demás, como por ejemplo la lectura que hace Unamuno
del Quijote en 1905 en su Vida de don Quijote y Sancho,
o la que hace Borges en 1982 de la Divina commedia en
sus Nueve ensayos dantescos). En consecuencia, el modelo a que
dan lugar los dos criterios constitutivos de un sistema de relaciones es de
cuatro tipos, según su construcción (isológica o heterológica) y según
su estructuración (atributiva o distributiva): 1) metros (modelos
isológicos y atributivos), 2) prototipos (modelos heterológicos
y atributivos), 3) paradigmas (modelos isológicos y
distributivos) y 4) cánones (modelos heterológicos y
distributivos).
Modelos
Estructuración Construcción |
Atributivo |
Distributivo |
Isología |
Metros |
Paradigmas |
Heterología |
Prototipos |
Cánones |
A continuación, vamos a definir, en el contexto de la Literatura
Comparada, las cuatro configuraciones fundamentales de estos modelos: metros,
prototipos, paradigmas y cánones.
1. Metros
Los metros son modelos isológicos atributivos (la familia romana de la época de la República es metro de la familia cristiana); en el contexto de la Literatura Comparada, son metros todos los estudios que destinados a comparar un autor con otro (Cervantes y Goethe), una obra con otra (Odisea y Divina commedia), un lector con otro (Unamuno y Borges ante el Quijote), un transductor con otro (la recepción y puesta en escena de Calderón en el Romanticismo polaco y en las vanguardias alemanas de comienzos del siglo XX).
2. Prototipos
Los prototipos son modelos heterológicos atributivos (la vértebra tipo de Oken es prototipo del cráneo de los vertebrados); en el contexto de la Literatura Comparada, son prototipos todas las interpretaciones que den cuenta del impacto de un autor en una obra (la influencia de Apuleyo en el Crótalon de Cristóbal de Villalón), de una obra en un autor (la Odisea en James Joyce), de un lector en un autor (el público ovetense como receptor de La Regenta, capaz de influir en un Leopoldo Alas que escribe Su único hijo con cierto ánimo reconciliador frente a sus lectores más inmediatos), de un lector en una obra (Borges como lector de la Divina commedia en Nueve ensayos dantescos), de un transductor en un autor (la puesta en escena que hace Grotowski del teatro de Calderón), y de un transductor en una obra (la traducción de Ludwig Tieck del Quijote al alemán en 1799).
3. Paradigmas
Los paradigmas son modelos isológicos distributivos (la tangente a la curva es paradigma de la velocidad de un cuerpo móvil); en el caso de la Literatura Comparada, son paradigmas las interpretaciones que objetivan, bien la influencia que un lector célebre de una obra literaria puede ejercer sobre otros lectores (Borges como lector de la Divina commedia o el Quijote), bien el impacto que un transductor o intérprete de una obra literaria puede ejercer sobre otros transductores o intérpretes (los traductores del Quijote al alemán en los siglos XVIII y XIX, por ejemplo, cuyo texto de la obra cervantina influyó sin duda en los lectores de lengua alemana durante la Ilustración y el Romanticismo; la traducción española, indudablemente paradigmática, que Dámaso Alonso hizo al español de la novela de Joyce Retrato del artista adolescente).
4. Cánones
Los cánones son modelos heterológicos distributivos (el gas perfecto es modelo canónico de gases empíricos); en el caso de la Literatura Comparada, son cánones aquellas interpretaciones que codifican normativamente el impacto histórico que determinados lectores y transductores han ejercido sobre otros lectores e intérpretes, los cuales han asumido las propuestas interpretativas de los primeros como criterios de referencia para organizar sus propias lecturas e interpretaciones. Suele tratarse con frecuencia de trabajos que dan cuenta de contribuciones críticas, y no tanto creativas. Los estudios de Curtius, Auerbach o Rico sobre la Edad Media latina, la literatura como mímesis de la realidad, o la presencia de la lírica renacentista italiana en la literatura española, constituyen, respectivamente, ejemplos de investigaciones que codifican determinados cánones literarios en el campo gnoseológico de la Literatura Comparada. En suma, un canon literario es un sistema objetivo histórico y universal de validación artística.
Coda
Diré, en consecuencia, que desde el punto de vista de su evolución histórica, toda ciencia puede considerarse efectivamente como un sistema desarrollado de definiciones, clasificaciones, demostraciones y modelos racionalmente organizados[2]. El desarrollo de una ciencia progresa como desenvolvimiento sistemático y entretejido entre los diversos modos gnoseológicos que la constituyen. La biología, la medicina, la termodinámica, la Historia, la Teoría de la Literatura, la astrofísica…, utilizan modelos y demostraciones, así como definiciones y clasificaciones. Para proponer o establecer una clasificación de las diferentes ciencias, sin duda puede tomarse como referencia la taxonomía propuesta de los modi sciendi. Leibniz concebía la ciencia como un sistema de definiciones. La tradición aristotélica, que llega hasta Stuart Mill, la concibe sobre todo como una cadena de demostraciones. Espeusipo y otros platónicos entendían las ciencias, especialmente las denominadas «ciencias naturales», como sistemas de taxonomías y clasificaciones, etc. En el ámbito de la Literatura Comparada, son las funciones relativas o predicativas, es decir, aquellas en que se objetiva la relación —o comparación— entre los términos del campo —autor, obra, lector, transducción—, las que constituyen la figura gnoseológica fundamental, esto es, la figura gnoseológica que permite constituir los contextos determinantes o armaduras que dan lugar a la Literatura Comparada, como ontología y como metodología. Expongo a continuación, en el capítulo siguiente, el modelo gnoseológico de la Literatura Comparada, de acuerdo con los presupuestos de la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura.
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NOTAS
[1] «En la tradición de Aristóteles-Euclides se distinguen los principios incomplejos (definiciones) y los complejos (axiomas y postulados). Distinción muy forzada, porque no cabe defender que las definiciones reales sean «conceptos» y no «proposiciones»; y porque la distinción entre axiomas y postulados es epistemológica, cuando apela a los grados de evidencia, y no es gnoseológica» (Bueno, 1992, I: 138-139).
[2] Bueno apunta una correspondencia o coordinación entre estos cuatro modos gnoseológicos y las cuatro reglas cartesianas: «Incluso podríamos ensayar la coordinabilidad de las reglas cartesianas con los modos gnoseológicos antes expuestos. La «primera regla» —la regla de lo claro y distinto—, acaso cobra algún sentido gnoseológico si va referida al modo de las definiciones; la «segunda regla» —que prescribe la composición del objeto en sus partes»—, nos obliga a pensar en el modo de las clasificaciones; la «tercera regla» —la regla de la recomposición—, se mantiene muy próxima a la modelación; y la «cuarta regla»—la de los recuentos—, sólo parece que cobra su pleno sentido en la perspectiva de la demostración, es decir, suponiendo que los recuentos lo son de las premisas que están interviniendo en una argumentación» (Bueno, 1992, I: 145).
- MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Crítica gnoseológica de la Literatura Comparada», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (III, 8.4.5), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).
⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria
- La literatura es el Talón de Aquiles de los filósofos.
- Teoría de la Literatura y materialismo filosófico.
- No hay sistemas filosóficos puros: el materialismo filosófico tampoco lo es.
- Interpretación del artículo «Poetizar» de Gustavo Bueno desde la Crítica de la razón literaria.
- De las presuntas ficciones literarias de la filosofía y otros discursos no literarios.
- Teoría del genio. Explicación y justificación de la genialidad en el arte y la literatura.
- Crítica de la razón literaria, una obra interactiva para interpretar la literatura al margen de la Universidad.
- Más allá de la Teoría del Cierre Categorial. Una interpretación no dogmática de la teoría de la ciencia del materialismo filosófico de Gustavo Bueno.
- Carta abierta a los estudiantes de español de las Universidades de Estados Unidos y Canadá.
- ¿Por qué la lectura de la Crítica de la razón literaria no requiere conocimientos previos?
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Definición de Literatura Comparada
Cómo se puede estudiar la Literatura Comparada
La Literatura Comparada
en el espacio poético o estético
Origen, historia y actualidad
de la Literatura Comparada
La Literatura Comparada
es una invención europea
La Literatura Comparada
es una construcción nacionalista
La Literatura Comparada es siempre puro etnocentrismo:
la interpretación de una literatura ajena desde una literatura propia
Crítica de las concepciones tradicionales
de la Literatura Comparada
La Literatura Comparada
como modelo de interpretación literaria
según la Crítica de la razón literaria
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