Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica
del conocimiento racionalista de la literatura
Figuras semánticas para una interpretación de la literatura
Las
figuras gnoseológicas del eje semántico son los referentes, los fenómenos y las
esencias o estructuras.
Una
teoría científica es un sistema mediante el cual los fenómenos y las
referencias reciben una organización estructural o esencial. Se considerará
especulativo todo aquello que carezca de contrapartida fenoménica o
referencial, es decir, cuanto se base en realidades gratuitas, hipotéticas,
carentes de correlato material, referencial, fenoménico.
1. En primer lugar, referentes son las realidades físicas denotadas extraverbalmente por los signos conceptuales, es decir, son los materiales en tanto que materiales formalizados, en posesión de un estatuto gnoseológico definido y susceptibles de ser operables. No es posible el ejercicio científico sin la presencia de referentes. Los referentes son objetos primogenéricos o de primer género de materialidad (M1), que han sido formalizados como conceptos merced a sus componentes terciogenéricos (M3). Por ejemplo: el agua es materia física o primogenérica (M1), pero conceptualmente, esto es, químicamente, es legible, y operable, en términos de H2O, esto es, en términos de materia lógica o terciogenérica (M3). Y lo es porque su referente físico (M1) es analizable en dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno (M3). Los referentes poseen naturaleza gnoseológica específica, ya que —como advierte Bueno— no se conceptualizan o formalizan por criterios solamente ontológicos («sólo lo corpóreo es real»), ni por criterios epistemológicos («sólo lo corpóreo es cognoscible»), sino por criterios efectivamente gnoseológicos: sólo lo corpóreo es operable. Las ciencias implican referencias, y las referencias son siempre corpóreas y, por lo tanto, también operatorias.
2. En segundo lugar, los fenómenos, que presuponen a los referentes y a las esencias, son términos del campo científico que se ofrecen al sujeto operatorio como objetos —de hecho, como objetos apotéticos, a distancia—, sobre los cuales adquieren sentido y se ejecutan las operaciones —físicas, quirúrgicas, ejecutivas— apotéticas (de separación o a distancia) y paratéticas (de aproximación o en contacto)[1]. La clave de los fenómenos es su recurrencia, su repetitividad, la cual permite sucesivos análisis de cuya síntesis podrá brotar la formulación de su estructura esencial. Mediante la relación entre ellos, los fenómenos hacen posible la formación de conceptos (un relator es un instrumento que establece conceptos a partir de términos: un calendario organiza los días a partir de ciclos solares, un termómetro mide la temperatura a partir de una dilatación de mercurio…), del mismo modo que a través de las operaciones es posible que los sujetos gnoseológicos u operatorios construyan o identifiquen términos nuevos o preexistentes en un campo categorial dado (un operador establece términos a partir de fenómenos observados: Marie y Pierre Curie, a partir del fenómeno del comportamiento radiactivo de hojas de pechblenda o uraninita, como consecuencia de su exposición en altas concentraciones, consecuencia de las operaciones llevadas a cabo por estos investigadores, descubrieron dos nuevos componentes químicos que lograron aislar, el polonio y el radio, es decir, dos nuevos términos del campo categorial de la química).
Evidentemente, un fenómeno no es una explicación —no es un término ya explicado o conceptualizado, aunque sin duda lo presuponga—, sino un explicandum, es decir, algo que tiene que ser explicado, un hecho que, como problema, exige ser analizado, esclarecido, dilucidado. Sólo de ese modo un fenómeno podrá identificarse como tal y, en consecuencia, tras las justificaciones ontológicas y gnoseológicas pertinentes, convertirse en un término más del campo categorial de una ciencia (ontología, porque adquiere una presencia óntica, no sólo fenoménica), y, por lo tanto, conceptualizarse dentro de su sistema teórico (gnoseología, porque alcanza una dimensión operatoria, y no sólo corpórea).
Los fenómenos definen la morfología y textura de los objetos en tanto que se dan en función de los sujetos operatorios, de ahí su dimensión subjetivista e incluso relativista. Los fenómenos resultan relativamente análogos ante sujetos que ocupan respecto a ellos la misma posición relativa, pero pueden alcanzar, como es evidente, perspectivas diferentes ante sujetos que ocupan posiciones también diferentes. La Luna vista desde el observatorio A puede ser un fenómeno diferente a la misma Luna vista desde el observatorio B. No hablemos del Quijote cervantino, interpretado desde el catolicismo contrarreformista, el idealismo alemán o el materialismo de Spinoza, el marxismo o la posmodernidad. En la teoría del cierre categorial el concepto de fenómeno (M2) se opone a los de esencia estructural (M3) y referencia física (M1). Los hechos son ante todo referencias. Y las referencias físicas se nos comunican a través de operaciones manuales, es decir, operaciones distributivas, porque cada individuo o grupo las reproduce distributivamente. Pero sucede que los hechos no son una realidad absoluta, sino que tienen lugar en un horizonte fenoménico —horizonte de expectativas, en términos de Gadamer—, que está determinado por un contexto cultural e histórico, es decir, relativizado por la posición que ocupa en él el intérprete, posición cuyo relativismo o subjetivismo habrá que neutralizar, segregando los componentes psicológicos (M2) que puedan eclipsar o entumecer los diferentes procesos de interpretación científica, esto es, la actividad gnoseológica de determinantes, relatores y operadores.
La perspectiva fenoménica es una perspectiva emic, es decir, «la perspectiva de la gente» (Bueno, 1990a: 84), en tanto que vulgo u hombre masa, por utilizar el término del afamado Ortega, frente a la perspectiva esencial o estructural, que es una perspectiva etic, es decir, la perspectiva del intérprete[2]. En la Crítica de la razón literaria no se considera a los fenómenos desde una perspectiva kantiana (fenómeno frente a noúmeno), es decir, en un sentido ontológico, sino desde una perspectiva platónica (fenómeno como correlato opuesto a esencia), esto es, en un sentido gnoseológico. El idealismo alemán de orden kantiano sitúa a las ciencias en el ámbito de lo fenoménico, frente a lo nouménico, como realidad metafísica inasequible al conocimiento humano. Por su parte, la teoría del cierre categorial considera que las ciencias pueden constituir estructuras esenciales cuando consiguen hacer inteligibles o «legibles» los fenómenos (M2) en términos de esencia o estructura gnoseológica (M3). Cuando se puede operar con el agua en términos de H2O, se puede decir que la química trabaja con estructuras esenciales del agua, como término o referente de su campo categorial o científico. Del mismo modo, cuando se habla de pentasílabo adónico es porque la Teoría de la Literatura, la métrica concretamente, ha podido rebasar el fenómeno de un verso concreto —«siempre floreces»—, para objetivar esencialmente su estructura métrica [o - - o -]. La métrica funciona aquí como un relator entre el fenómeno (del verso) —«siempre floreces»— y la esencia de su estructura [o - - o -], es decir, permite convertir un fenómeno poético o literario en un concepto métrico o teórico-literario, cuyos acentos rítmicos se objetivan en primera y cuarta sílaba métrica.
3. En tercer lugar, las esencias o estructuras resultan de la eliminación, en la medida de lo posible, por neutralización o segregación, de los sujetos operatorios.
Las esencias son estructuras que engloban varios fenómenos, si bien no todas las estructuras son esenciales. Hay que distinguir entre estructuras esenciales y estructuras fenoménicas. Estas últimas se basan en apariencias, fenomenologías, psicologismos, procedentes de una fuerte implicación del sujeto operatorio. Las primeras se constituyen en esencias resultantes de la eliminación de todo psicologismo y fenomenología.
La esencia alcanza su sentido en función del fenómeno, puesto que ella es —como habrá ocasión de detallar más adelante, siguiendo a Bueno (1992)—, 1) el término del regressus desde los fenómenos (hasta su conceptualización), y 2) el principio del progressus hacia los fenómenos (desde su conceptualización).
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NOTAS
[2] Sobre los conceptos de Pike (1954), etic / emic, reinterpretados desde el materialismo filosófico, vid. Bueno (1990a).
- MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Figuras semánticas para una interpretación de la literatura», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (III, 5.2.2.2), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).
⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria
- Cervantes, el Quijote y la Filosofía de su literatura en novela y teatro, según la Crítica de la razón literaria. XII Encuentros de Filosofía y Humanidades, Mazarrón, Murcia, con Antonio Muñoz Ballesta y María Ángeles Rodríguez Alonso.
- Club de Prensa Canaria, La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, con Fabio García Saleh.
- Club Faro de Vigo, Auditorio, Vigo, con Manuel Á. Candelas Colodrón.
- Cómo interpretar la literatura a partir de la Crítica de la razón literaria: «Nosotros los hombres», de Jorge Debravo.
- El concepto de ficción en la literatura según la Crítica de la razón literaria (Universidad de León), con Natalia Álvarez Méndez.
- El Hispanismo contra la posmodernidad anglosajona: contra Terry Eagleton.
- El lugar del Quijote en la genealogía de la literatura. Idea de religión en Cervantes.
- El objetivo de la Universidad posmoderna es destruir la literatura. Biblioteca Cánovas del Castillo, Málaga, con Francisco Carriscondo.
- Entrevista de Antón García Fernández a Jesús G. Maestro sobre la Crítica de la razón literaria.
- Filosofía y liderazgo en el Quijote.
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La Teoría de la Literatura frente a la teoría del cierre categorial