Crítica de la razón literaria
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica
del conocimiento racionalista de la literatura
Epílogo
Nuestro principal destino es no contentar a los peores.
Severino Boecio (524/2010:
41).
La grave depresión por la que atraviesa el mundo académico actual no aseguraba a este libro, al menos a primera vista, una grata relación con sus colegas y lectores de época. Sin embargo, no fue así. Y este pronóstico adverso no se cumplió. La Crítica de la razón literaria tuvo y tiene numerosos lectores. Diez ediciones en menos de cinco años lo acreditan. Se me disculpará que insista en este hecho. Su público no está mermado. Y no lo está, a pesar, en primer lugar, de que los profesores universitarios no leen a sus contemporáneos, y aún menos a sus colegas: pero esta obra ha descubierto muchas excepciones; y, en segundo lugar, a pesar de que de los estudiantes no cabe esperar mucho más que de sus profesores, y sin embargo, de nuevo en este punto, las excepciones han resultado mucho más intensas y sobresalientes de lo que cabía esperar e imaginar.
Porque ocurrió que esta obra, la Crítica
de la razón literaria, se conoció y difundió antes entre los alumnos
universitarios que entre sus profesores. Fueron los estudiantes quienes
hablaron de este libro a sus maestros académicos. Un crítico dijo que la Crítica de la razón literaria se había saltado a toda una generación para llegar directamente a los más jóvenes. Es un hecho insólito. Un
hecho que revela como está y cómo funciona la Universidad. Lo mismo que ocurrió
en España ocurrió en el resto de países: Portugal, Francia, Italia, Suiza,
Alemania, Polonia, Rusia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá..., y toda
Hispanoamérica. Fueron los alumnos, y no sus profesores, quienes dieron ―en primer lugar, antes que ningún otro colectivo― voz
académica a la Crítica de la razón literaria. Ni periodistas, ni culturetas, ni
escritores, ni profesores. En este punto, los primeros fueron los alumnos.
Más insólito aún, si cabe ―y por supuesto irónico― resultó el
hecho de que mis propios estudiantes universitarios supieron de la existencia de
la Crítica de la razón literaria a través de sus relaciones,
redes sociales mediante, con otros jóvenes de su edad procedentes de otras
universidades. La mayor parte de ellos ―naturalmente no todos― conoció esta
obra después de haber asistido presencialmente a mis clases, y antes de
terminar su estancia en la Universidad. Incluso alguno comenzó a prestar
atención a aquellas clases cuando las vio en vídeo, pero no cuando estaba sentado
ante mí en el aula en que, en directo, se grabaron las mismas clases, que años
después redescubrió, al parecer con inédito interés, en las redes sociales de
sus «amigos» de Facebook, Twitter, Pinterest o Instagram, entre miles de
comentarios y debates internáuticos del más variado tenor y pelaje.
Paradójicamente, el éxito de la obra corría paralelo al fracaso de la Universidad. Los estudiantes abandonan la Universidad, la rechazan incluso, pero se quedan con la Crítica de la razón literaria. La Universidad, en sus Facultades de Letras ―humanidades o culturas (ibéricas, mediterráneas, transatlánticas…), o como ahora se llamen― se queda sin estudiantes. El estiaje demográfico vacía las aulas académicas. A este fenómeno hay que añadir la falta de oportunidades laborales que ofrecen las universidades, con grados y más grados que no sirven para nada porque no tienen ninguna salida profesional. Y los alumnos lo saben. Además, las arcas presupuestarias de la institución están vacías (porque el dinero se destina a otros menesteres): las bibliotecas carecen de fondos para la adquisición de títulos. La llamada digitalización oculta un hecho que nadie quiere reconocer abiertamente: no se leen libros. Ni vegetales o impresos ni digitales o informáticos. Las actuales formas de vida han exterminado el libro y la lectura de libros, tanto impresos como digitales, como forma de adquisición de conocimientos. El profesorado en general atraviesa una de las etapas de mayor descontento, abulia e incluso extravío laboral que se ha conocido en décadas. La calidad de la docencia prosigue su descenso habitual y su deterioro irreversible. La docencia es la última de las ocupaciones y preocupaciones del profesor universitario actual, entregado devotamente a actividades administrativas, burocráticas, gestoras, la mayor parte de las cuales son absolutamente inútiles. Pero están remuneradas. La prosperidad de la investigación mengua, erosionada por la administración, la burocracia y la ideología asfixiante de una sociedad que ―incluso académicamente― asume comportamientos irreflexivos e irracionales, con una frecuencia desmedida y una intensidad difícil de comprender.
Gramsci advertía que el pesimismo era una cuestión de la inteligencia, y el optimismo, de la voluntad. No diré que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque algo así es una simpleza, pero sí sé que el estado actual y futuro del estudio de las comúnmente denominadas «ciencias humanas» exige un repliegue extraordinario hacia las más personales limitaciones financieras e intelectuales. Este repliegue constata el fracaso de muchas tentativas sociales y políticas, académicas y económicas, malogradas durante los últimos tiempos, y cuyas consecuencias son ya irreversibles. Los Estados ―democráticos, o no, pues la democracia es sólo un juego de apariencias, cuyo fracaso como régimen político es patente― no asumirán ese coste, y la educación científica se convertirá en una cuestión de minorías ―en algunos casos de muy dudosa referencia― y de élites cuya genealogía no resultará menos inquietante. El pensamiento posmoderno y la política anglosajona, imperante esta última desde finales del siglo XVIII, son los principales responsables de este deterioro y de esta degradación que se consuma en el siglo XXI. La democracia no sobrevivirá a esta centuria. He aquí el triunfo de Babel.
Este libro, la Crítica de la razón literaria, se dirige precisamente a los herederos de esta situación, obligados a recibir una educación emocional o sensiblera, en lugar de intelectual o científica, en un mundo académico sin criterios ni objetivos, donde ―de la mano de la Anglosfera― la cultura (cultural studies) ha reemplazado a la literatura (estudios literarios) y la ideología ha exterminado el conocimiento científico. La escuela, los institutos de enseñanza media y las universidades se han convertido, en las democracias occidentales, en la estructura política de un tercer mundo semántico.
Nuestras
sociedades actuales han hecho de la Universidad una institución completamente innecesaria,
por inútil. Los profesionales se formarán en las empresas, no en las
aulas. La Universidad es hoy una institución diseñada para mantener
entretenidos a los profesores y para entretener mantenidos a los alumnos. Por
el momento, aún expide visados para el mercado laboral, en forma de títulos académicos,
cuyo valor es cada vez menor y menos influyente.
En un contexto de esta naturaleza, donde el extravío y la confusión triunfan sobre las posibilidades del racionalismo, la ciencia y la filosofía, resulta muy difícil abrirse camino a través de obras críticas, desmitificadoras de sofismas y exigentes de un pensamiento fuerte, sistemático e inevitablemente demoledor de muchas falacias.
La interpretación de la literatura exige un pensamiento sistemático. Nuestra época y nuestra sociedad ―incluida la académica― rechazan cualquier tentativa que vaya en esta dirección. Son instituciones fatigadas, consumidas, sin expectativas ni estímulos. La Universidad actual, en materia de Letras, tanto en España como fuera de ella, carece completamente de objetivos. Con todo, y en uno de los momentos cenitales de esta depresión académica, económica y política, he querido dar cuenta en esta obra de un sistema de pensamiento ―científico, crítico y dialéctico― destinado a la interpretación de los materiales literarios. He optado por la ciencia frente a la ideología, por la crítica frente a la sofística y por la dialéctica frente al diálogo.
El lector, el
intérprete, el enemigo incluso de las ideas aquí defendidas, encontrará una
interpretación crítica de lo que la literatura es en todas sus dimensiones: 1)
Postulados fundamentales, 2) Definición conceptual, 3) Genealogía, 4)
Ontología, 5) Gnoseología, 6) Genología, 7) Ficción y 8) Comparatismo (parte I). Se ha dado cuenta, además, de sus demostraciones críticas (parte II)
y de sus dimensiones dialécticas (parte III). Finalmente, se ofrece al lector,
de forma actualizada, un Glosario, una Videoteca y una Bibliografía.
Este libro no es una exposición acrítica o doxográfica de teorías literarias. No es una rapsodia de conceptos, nombres, ideas, palabras, obras… No. Nada de eso. Este libro es una exposición teórica, crítica y dialéctica de una nueva y distinta Teoría de la Literatura: la Crítica de la razón literaria, esto es, del racionalismo formalizado en los materiales literarios, del racionalismo contenido en la literatura, y de sus posibilidades de interpretación. Así hemos construido, en lengua española ―las lenguas son tecnologías―, una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica.
Aunque de este nuestro presente no quepa esperar absolutamente nada, sabemos
que del futuro nada está excluido.
- MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Epílogo», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (Conclusión, VIII), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).
⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria
Enrique Granados, Cartas de amor.
Valses íntimos, 1. Cadencioso.
Piano, Jesús G. Maestro