III, 8.4.4.5 - Historia y periodología: las configuraciones históricas


Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
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Índices





Historia y periodología: las configuraciones históricas


Referencia III, 8.4.4.5


Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria

Los comparatistas que se han apoyado en criterios historicistas han orientado la Literatura Comparada hacia la explicación y ordenación de estructuras principalmente diacrónicas y supranacionales. Es cierto, como reconoce Guillén (1985: 364 ss), que la diversidad que brinda la división histórica, en épocas, períodos, etc., no tiene la última o la única palabra, pero no es menos cierto que esa misma ordenación, la que proporcionan las grandes configuraciones históricas y periodológicas de la literatura europea, constituye un camino más estable y seguro que el ofrecido por otras categorías como el género, las formas, las relaciones internacionales o la tematología. A la Historia, por su sola cronología, se le atribuye una mayor dosis de objetividad que la profesada a la fragilidad de las ideas de género, forma o tema, las cuales, por lo demás, no dejan de transformarse históricamente.

Acerca de la difusión que adquieren en la Europa moderna los grandes movimientos literarios, y a propósito de su relatividad histórica, Wellek y Warren (1949/1985: 63) han recordado que «el Renacimiento, por ejemplo, penetró en Polonia, pero no en Rusia ni en Bohemia. El estilo del Barroco inundó toda la Europa oriental, incluso Ucrania, pero casi no tocó la Rusia propiamente dicha. Pueden darse asimismo considerables diferencias cronológicas: el estilo barroco subsistió en las civilizaciones campesinas de Europa oriental hasta finales del siglo XVIII cuando ya el Occidente había pasado por la Ilustración, etc. En conjunto, la importancia de las barreras lingüísticas se exageró en el siglo XIX en medida de todo punto injustificada».

Desde 1850 aproximadamente comienzan a introducirse en los estudios comparatistas corrientes metodológicas de corte indudablemente positivista, que producen cambios decisivos en los conceptos de «influencia», «chronological sequence», «causalité», «génesis», «continuité», «change», y sobre los valores del presente y «the collected and classified past».

En sus estudios sobre la «explanation of change in Literary History», Weisgerber (1985) se apoya en la diferencia establecida por Wellek (1970) entre factualism (la objetividad del dato, del suceso real, del hecho tangible o supuesto), y scientism (aplicación a las ciencias humanas de los presupuestos metodológicos de las ciencias naturales, de sus modelos orgánicos, biológicos, y su aplicación morfológica a la historia literaria), con el fin de designar dos de las principales concepciones metodológicas que se introducen en los estudios comparatistas desde mediado el siglo XIX, con el crecimiento y triunfo del positivismo en la investigación de los fenómenos culturales: «Around 1850 the atmosphere changed completely» (Wellek, 1970: 31). La distinción de Weisgerber, sinceramente, no pasó adelante, y, como muchas de las declaraciones académicas, no dejó de ser una ocurrencia más.

Weisgerber establece una diferencia entre el concepto de cambio aplicado a la historia política y a la historia literaria, y advierte que en esta última, la poética, representante de lo posible, frente a lo particular y único que ofrece la Historia, como había señalado Aristóteles, «the facts considered are part of a direct line of descent, a chronological sequence on which they often prove to exercise an influence» (Weisgerber, 1985: 169); además, parece frecuente, en el ámbito de la historia de las civilizaciones, que determinados acontecimientos resulten menos importantes que algunos de los hechos que los han motivado o sucedido, mientras que en la historia de la literatura ocurre precisamente lo contrario: «some facts (and this time I mean ‘texts’) are much more important than what has led to, or proceeded from, them». De nuevo nos movemos en un recitado de Aristóteles y en la solemnidad de lo obvio.

Dos consideraciones extremas suelen rechazarse en nuestros días en el estudio histórico de un determinado período o movimiento cultural: la tesis metafísica que concibe cada período histórico como un ente cuya naturaleza rebasa la razón humana, y la tesis nominalista según la cual todo período no es sino una mera etiqueta lingüística. La mayoría de los manuales sobre historia literaria establecen con frecuencia la división en períodos con arreglo a cambios políticos, cuyos representantes pueden ser monarcas o estadistas (época augusta, período isabelino, Restauración...), o se sirven de términos procedentes de ámbitos ajenos al de la literatura, como ha sucedido por ejemplo con el vocablo «Reforma», procedente del mundo eclesiástico. A este respecto, Wellek (1949/1985: 318) ha insistido en que «la literatura no debe entenderse como simple reflejo pasivo o copia servil del desenvolvimiento político, social o aun intelectual de la humanidad. Por tanto, el período literario debe fijarse mediante criterios puramente literarios. Si nuestros resultados coinciden con los resultados de los historiadores de la política, la sociedad, el arte y la cultura, nada hay que objetar».

Siguiendo a Wellek (1970), Weisgerber distingue entre: a) Factual changes: «In the factual series the word «change» always denotes an addition, which necessarily takes the shape of an extension of the chronological and causal sequence [...]. Each of them, even the loss of a text, is a further link in the chain, which can never modify the preceding ones», y b) Textual changes: «On the contrary, in the textual series as I defined it, change is either an addition to, or a subtraction from, the number of texts accessible at a given moment. If the corpus usually grows by accumulation, it can also dwindle and suffer heavy losses [...]. Our literary experience is directly affected because we have to do with a dynamic whole, expanding and sometimes shrinking, but also because the changes undergone are not regarded as simply resulting from a cause but as concerning the basic nature of things» (Weisgerber, 1985: 170)[1]. Weisgerber interpreta la historia como si se tratara de una estructura textual. Los cambios literarios (textual changes) no se producirían azarosamente, sino que se encontrarían interconectados; al igual que los acontecimientos históricos, se suceden en una temporalidad, si bien de modo diferente. Desde una concepción organicista y estructuralista de los fenómenos culturales, se ha insistido en que ningún cambio se produce sobre nada que no haya existido anteriormente en el sistema que lo origina. Tynianov (1927/1978: 32) había hablado de la evolución literaria como de «un cambio en la interrelación entre dos miembros de un sistema» (funciones, formas, etc.), y Eichembaum (1927/1978: 4) señalaba en el mismo estudio que «la creación de nuevas formas artísticas no es un acto de invención, sino de descubrimiento, en el que esas formas permanecen ocultas dentro de otras pertenecientes a períodos que las han precedido».

No ha faltado quien atribuyera a Eliot afirmaciones semejantes en sus estudios sobre «Tradition and Individual Talent» (1917) y «The Function of Criticism» (1923), al definir la literatura como un ideal order u organic whole. Realmente, no veo tal analogía. En época más reciente, Yarko (1977: 67) reiteró que «in literature, as in nature, nothing arises out of nothing. Every artistic form which we find in the finished work has developed out of some substratum in the course of ontogenesis». En suma, Weisgerber (1985: 173) no dejó de insistir en que «change arises at the point where the factual and the textual series merge into one another, where the act or the fact of writing in a particular place at a particular time affects the literary system», de modo que la continuidad no significa coherencia o disconformidad con el pasado, sino simplemente conexión. Ante tal obviedad, sólo cabe decir que sí. Sin más comentarios.


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NOTAS

[1] «I should like to advocate a more flexible approach to literary history than is sometimes the case in contemporary theory. Systematic knowledge should not be achieved at the expense of its object. Indeed, the invariants I have just examined have a quality in common that some positivists will not exactly relish. «Relativeness» is a vague word, but it reminds us that the study of art belongs to the value —oriented Humanities— to the realm of choice and chance» (Weisgerber, 1985: 175).






Información complementaria


⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada

  • MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Historia y periodología: las configuraciones históricas», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (III, 8.4.4.5), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).


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