VI, 15.5 - Decamerón (1353), de Giovanni Boccaccio. Contra los enemigos del placer


Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
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Índices





Decamerón (1353), de Giovanni Boccaccio.

Contra los enemigos del placer



Referencia 
VI, 15.5


Decamerón (1353), de Giovanni Boccaccio. Contra los enemigos del placer

Giovanni Boccaccio escribió nuestro Decamerón contra los enemigos del placer. Cuando alguien se sorprende de que en la definición misma de literatura resulte inexcusable e imprescindible la palabra libertad, su exigencia crítica y su conceptualización teórica, revela con nitidez una ignorancia absoluta sobre la literatura, su Historia y su realidad. Su realidad ontológica.

 El Decamerón no es sólo un facticio contra los enemigos del placer de todos los tiempos. Es también una exigencia de libertad que la Edad Media había negado a la literatura. Y a la mujer.

 Boccaccio libera el género literario del cuento, la novella y el relato breve, de los límites estrechos, realmente de los cercos, del cepo, incluso, podríamos decir, en los que la religión y la filosofía moral constreñían a la literatura parenética y sapiencial. Con el Decamerón, la parénesis literaria se abre a la libertad erótica y el amor se alza con el triunfo narrado de la sexualidad humana. Boccaccio demuestra que las mujeres son más bellas y valiosas que las musas, y que el atractivo de la sexualidad entre hombre y mujer requiere una inteligencia que ni el dolce stil nuovo —idealista y machista— ni la tradición realista carnavalesca —ritualizada y misógina— habían descubierto ni planteado jamás.

 Los cuentos y el racionalismo del Decamerón dotan a la mujer de un realismo sexual inédito en la literatura. No se trata del gusto primigenio por el estreno de lo libertino en la escritura literaria de las lenguas romances. Nada de eso. La obra de Boccaccio es algo muy diferente y distante de tal cosa. Es la interdicción humana a tanta literatura sapiencial de la que la realidad sexual está excluida. Es la proscripción poética y retórica frente a esa literatura de penitencia y contrición con la que la eclesiástica Edad Media asolaba día tras día la conciencia de hombres y mujeres. Es una protesta y una burla contra todos aquellos cuya impotencia natural y cuya estulticia acrecentada no les permiten, respectivamente, ni satisfacer sus deseos ni superar un argumentario de ridículas razones para preservarse intactos como enemigos del placer propio y ajeno. Es una obra, en suma, contra aquellos que hablan con más hermenéutica que libertad, con más filosofía que inteligencia, con más catecismo que sabiduría, con más preceptiva que poética, y con más envidia del placer que conocimiento de él.

 Boccaccio advierte en su literatura decamerónica que las mujeres no sólo son más bellas que las musas, como hemos dicho, sino que son incluso muchísimo más seductoras que los ángeles. Se supera así la imagen mítica y falaz que de la mujer dan la religión cristiana, las filosofías escolástica y dogmática, y la retórica literaria. Boccaccio, que brota del catolicismo y del humanismo, escribe contra la idea de placer impostada en la religión de su tiempo y contra la idea de mujer enaltecida en la literatura de sus contemporáneos.

 El Libro del Arcipreste —tradicionalmente llamado de buen amor—, el Decamerón, La Celestina, La lozana andaluza…, constituyen esa genealogía hispánica y románica de obras literaria ajenas por completo a los problemas sexuales que parió el protestantismo, y que resultan inconcebibles de tal modo para una concepción católica de la realidad humana, como así la interpretaban Juan Ruiz, Boccaccio, Fernando de Rojas o Francisco Delicado.

 El inteligente y desafiante autor del Decamerón es el primer hombre que, desde la literatura, vindica para sexualidad de la mujer una libertad solidariamente compartida. El ser humano es muy ignorante de las libertades que debe a la literatura. Y acaso en este punto a la mujer se le ha exigido serlo aún más que al hombre. Los feminismos contemporáneos insisten de nuevo en estas exigencias, sin duda aberrantes, que nos impiden ver y reconocer en la literatura las libertades que otras actividades humanas han autorizado mucho más tardía y torpemente, siempre con cinismo y falsa adhesión. Las libertades que debemos a la literatura son innumerables. Antes que los Tribunales de Justicia, la literatura permitió placeres, inteligencias y libertades que las Leyes jamás habrían podido concebir, en manos, con frecuencia, de gentes comisarias de religión y filosofía.

 El Decamerón de Boccaccio abrió la literatura sapiencial y la fábula burguesa a la realidad de la vida sexual humana, solidariamente franca, entre hombres y mujeres, a los que objetivó, para siempre, en el formato de un género literario inédito y sobresaliente, de magnas repercusiones en toda la literatura posterior: la novela cortesana, italiana o sentimental. El Renacimiento nació del realismo. Quienes progresivamente lo idealizaron fueron los de siempre: los filósofos y los religiosos, es decir, los humanistas de pluma fácil y los ofuscados hombres de iglesia; en dos palabras: los intelectuales y los curas

 Fue necesario el Barroco hispánico para anteponer, de nuevo, la realidad a las apariencias del idealismo filosófico y religioso. Fueron necesarios Góngora, Quevedo y sor Juana. Un cura sin contexto eclesiástico, un humanista áulico insoluble en la propia corte y una monja de ficción. Una monja novohispana de ficción. Esta vez, contra el sello del protestantismo —una religión de ensueño inventada contra la realidad de la vida material—, y sus interdicciones sexuales. No hay filosofía que, al menor contacto con él ―con el sexo―, no haya cerrado los ojos —y la boca—, en grotesco silencio, a ese sexo abierto, sonoro y declarado, que constituye la esencia de la vida humana. Aún más que la religión, la filosofía ha sido impotente sexualmente en infinidad de ocasiones. Mejor para la literatura. Y para la vida real. Los enemigos del placer no pueden comprender qué es la literatura. No tienen cabida en ella, salvo si hablamos de una poética de lo grotesco. Quien no puede exponer una crítica de la razón sexual, ¿cómo puede explicar una crítica de la razón literaria?






Información complementaria


⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada

  • MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Decamerón (1353), de Giovanni Boccaccio. Contra los enemigos del placer», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (VI, 15.5), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).


⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria



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Decamerón de Boccaccio:
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Contra los enemigos del placer: Decamerón (1353), de Giovanni Boccaccio