III, 2.1 - Definición de literatura

 

Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
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Índices





Definición de literatura


Referencia III, 2.1


Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria

La literatura es una construcción humana y racional, que se abre camino hacia la libertad a través de la lucha y el enfrentamiento dialéctico, que utiliza signos del sistema lingüístico, a los que confiere un valor poético o estético y otorga un estatuto de ficción, y que se desarrolla a través de un proceso comunicativo de dimensiones históricas, geográficas y políticas, cuyas figuras fundamentales son el autor, la obra, el lector y el intérprete o transductor[1].

Desde el momento en que la Historia no se explica solo con palabras, sino con pruebas históricas, los hechos no se explican sólo con el lenguaje. Del mismo modo, la literatura no puede explicarse meramente a través de palabras, es decir, solo con el lenguaje, porque los referentes materiales de la literatura son referentes reales. La materia referida formalmente en la literatura es materia real o no es. El amor, los celos, el honor, la guerra, la religión, la ciudad sitiada, la ejecutoria de hidalguía, la expulsión de los moriscos, Roma, Argel, Numancia, Constantinopla, la libertad[2] y el cautiverio, las ventas y los mesones, la Inquisición y la Reforma, los rosarios de cuentas sonadoras, los pícaros y las cárceles, los avispones y los renegados, los delatores y los judíos, los locos y las damas «de todo rumbo y manejo», los soldados fanfarrones y los mílites cercenados, los rufianes y los curas, las brujas y las alcahuetas, y hasta los perros más andromorfos o los más comunes animales, todos, absolutamente todos, son referentes reales cuya materialización puede y debe analizarse mediante conceptos, porque sólo a partir de su materialización en el mundo es posible su interpretación en la literatura. Las explicaciones meramente lingüísticas o formalistas, como las filosofías ergotistas o las teorías literarias virtuales, exentas de contenido o carentes de referencia material, sólo explican la psicología o el vacío de quien las formula, pero no aquello a lo que su artífice pretende referirse. Ninguna retórica ha albergado jamás una sola explicación gnoseológica consistente. La hermenéutica doxográfica, tampoco. Las figuras retóricas no son figuras gnoseológicas. Divorciadas de la poética, sólo son doxografía y sofística, es decir, discurso acrítico, ora ideológico (político), ora confesional (religioso). El lenguaje sólo puede explicar aquella realidad cuya materialidad pueda probar o comprobar un sujeto hablante, convertido entonces en un sujeto gnoseológico, es decir, en un intérprete de la ciencia, de la crítica y de la dialéctica.

En consecuencia, la definición de literatura que voy a exponer y justificar en esta obra, la Crítica de la razón literaria, será aquella que considera la literatura como una materia que puede analizarse como concepto, es decir, gnoseológicamente, desde una perspectiva científica (Teoría de la Literatura), y como idea, es decir, ontológicamente, desde una perspectiva filosófica (Crítica de la Literatura).


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NOTAS

[1] Esta es la definición, diríamos «oficial», de literatura, según la Crítica de la razón literaria. Se recomienda al lector consultar en el glosario la explicación sintética de cada uno de los términos dados en esta definición.

[2] La cuestión de la libertad, esto es, de la lucha por la vida y el poder para controlar la vida y el poder de los demás, es clave en la creación, la difusión y la interpretación o transducción de la literatura. Los límites de la Ley terminan donde comienza el reino de la poética, el imperio incluso de la ficción, y, por supuesto, la libertad de la creación literaria. Y hasta tal punto lo es, que podríamos afirmar que una obra de arte verbal que no luche por una ampliación de las posibilidades de la libertad humana no es propiamente una obra literaria original, sino un Kitsch. Sin duda la política es la administración del poder, es decir, la organización de la libertad. Y con más razones aún puede afirmarse que la literatura es el discurso de la libertad, porque es la literatura, y no la religión ni la política, la que objetiva el grado de libertad de la que dispone una sociedad humana, una libertad que jamás ha gozado de la simpatía de todos. Frente a la libertad que exige la literatura, la política y la religión siempre imponen sus trabas y sus cepos, sus cárceles y sus inquisiciones, sus manicomios y su censura, y también de forma más o menos sutil, y de modo más o menos patibulario, sus democracias y sus totalitarismos. No gustó al moralismo platónico el contenido de mucha de la poesía de Homero, aunque sí le fuera tan gratamente seductora al filósofo la forma de los hexámetros inmortales. No gustó a los padres de la Iglesia la libertad de innumerables obras creativas, por su comicidad, su crítica o su desenvoltura. Fernando de Rojas no se atrevió a poner su nombre sin trucos acrósticos en su Celestina. El anónimo autor del Lazarillo de Tormes, ni con acrósticos se atrevió. A sor Juana Inés de la Cruz se le prohibió escribir, y escribir, sobre todo, literatura. El luteranismo, desde una obstinada ignorancia, consideraba a Darwin un novelista, mientras sin embargo leía la Biblia más veterotestamentaria como un libro prehistórico pletórico de revelaciones históricas. Flaubert fue juzgado en los tribunales civiles de una Francia jactanciosamente libertaria, fraternal y posrevolucionaria por escribir una novela cuya protagonista era una mujer adúltera. Leopoldo Alas publica La Regenta (1884) en una sociedad que, dormida en siestas heroicas, lo aborreció colectivamente durante décadas, y que hoy, frustrada ―y vetusta― por el paso del tiempo, lo acredita como signo distintivo de sí misma. Los feminismos contemporáneos condenan, a su modo, toda literatura que no ratifique sus propias exigencias y prejuicios ideológicos. Hay que salir de la posmodernidad para recuperar una libertad siempre condicionada por los mismos: los enemigos de la razón. Que son también, no lo olvidemos, los enemigos de la literatura. La libertad que exige la Literatura, al igual que su racionalismo y su potencia crítica, es insoluble en la neoinquisición de la política posmoderna contemporánea. Si la libertad es lo que los demás nos dejan hacer, la literatura es lo que a lo largo de la Historia la política y la religión nos han permitido escribir. O tal vez... lo que no han podido censurar. Acaso la literatura es esa construcción humana que los enemigos de la razón ―que son los enemigos de la libertad― no han podido evitar. Ni destruir.






Información complementaria


⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada

  • MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Definición de literatura», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado  de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (III, 2.1), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).


⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria



⸙ Glosario 



Atestaciones de la Crítica de la razón literaria (III, 2.1)

  • La literatura desaparece cuando el racionalismo de la censura es más potente que el racionalismo de la creación literaria capaz de evitarla.


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