VI, 15.6 - Los Cuentos de Canterbury (1400), de Geoffrey Chaucer


Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
__________________________________________________________________________________


Índices





Los Cuentos de Canterbury (1400), de Geoffrey Chaucer.

Libertades luzbelinas en el mundo anglosajón



Referencia 
VI, 15.6


30 obras más importantes de la literatura universal según la Crítica de la razón literaria

Los más valiosos escritores ingleses son los más próximos a la influencia de la Europa continental y meridional, concretamente, los mejor formados en la tradición grecolatina y española. Hablo, respectivamente, de Geoffrey Chaucer y William Shakespeare. Me ocupare ahora sólo del primero.

 La mayor parte de la literatura, especialmente la literatura crítica o indicativa, nos muestra algo importante: quien no vive en el desengaño de la apariencia vive en la ignorancia de la realidad. La incorporación a la literatura de prototipos humanos, implicados directamente en actividades y profesiones exigidas por las formas de vida que surgen con la constitución y desarrollo de los Estados modernos, confiere voz pública y crítica a aspectos y dimensiones vitales hasta entonces silenciados y, francamente, insólitos, en todas las artes. Particularmente, en el arte de la literatura, cuya originalidad ha delatado siempre las propiedades más singulares de cada época.

 En primer lugar, no sólo porque el protagonismo de los hechos literarios se desplaza de la aristocracia al resto de la población, en especial a las clases burguesas, clericales y plebeyas, sino porque, en segundo lugar, este despliegue de figuras y personalidades, lejos de respetar el decoro exigido por la literatura antigua y clásica, irrumpe, con voz propia y desengañada, en los géneros no intervenidos directamente por la poética tradicional. La voz del pueblo no es idealista. Nunca lo fue. Ni lo será. El pueblo vive siempre demasiado cerca de la realidad como para permitirse idealismos varios y contextos vitales fraudulentos. El pobre sabe que no puede jugar con fuego. Digiere mal la democracia que le ofrecen y diseñan las clases amigas del comercio y aliadas del dinero. Cosa muy distinta es que las élites de la Edad Contemporánea hayan convertido al pueblo, bien en un espíritu ideal y enajenante ―una suerte de Volksgeist teledirigido―, bien en un conjunto de masas organizadas ―o desorganizadas― en nombre de tales o cuales prejuicios y consignas. Sin embargo, a finales del siglo XIII, aristocracia y burguesía, clero y plebe, conviven desde las irregulares postrimerías de la Edad Media en una inquietante y malévola armonía.

 El pueblo, en su incorporación a la fábula literaria, impone dos hechos fundamentales. En primer lugar, la supresión de intermediarios entre ellos y el lector, algo que desplaza de forma enérgica la presencia secular ―retórica y poética― de la aristocracia: ahora la plebe habla directamente. Actúa con palabras propias y protagoniza hechos exclusivos. Y en segundo lugar, la implantación en la Historia de la Literatura de una experiencia fundamental: el desengaño. Semejante desautorización del idealismo literario se instala, de forma devastadora y creciente, en la literatura crítica o indicativa de la Edad Moderna, mediante la combinación estridulante de un racionalismo capital ―como los antiguos pecados― en todo cuanto se interpreta, y de una criba de valores en todo cuanto se ejecuta y lleva a cabo, a través de un nuevo cuerpo social: los funcionarios del Estado moderno.

 El desengaño no viaja solo. Arrastra y pone al descubierto, legitimándolas, muchas otras actitudes y formas de conducta, desde el cinismo y la hipocresía hasta la mentira y la complicidad, pasando por la traición política, el crimen fratricida o la mismísima Razón de Estado. El clero cristiano, habituado a las libertades de la Iglesia medieval, no se siente cómodo en la configuración política del Estado moderno. No por casualidad, una parte esencial de ese clero, nostálgico del primitivismo altomedieval, desencadenará una Reforma para huir de la modernidad política que se avecina, y perpetuarse de este modo en un feudalismo intempestivo, que en geografías como la alemana llegará incluso hasta la Ilustración europea, y en territorios como Inglaterra se preservará, sui generis, bajo la forma ―tan actual como extemporánea― del anglicanismo.

 La obra de Geoffrey Chaucer, en la culminación del siglo XIII europeo, objetiva en los Cuentos de Canterbury ―hablamos del año 1400― todo este catálogo de nobles sorprendentemente interactivos, de comerciantes atribulados, de funcionarios y burócratas seguros de sí mismos, de muy variopintos hombres y mujeres de iglesia, y por supuesto de villanos pletóricos de vida, que buscan sus libertades personales y privilegios colectivos en el contexto político del Estado moderno en ciernes.

 Boccaccio abrió la literatura a la libertad femenina, urbana y sexual. Chaucer incorporó a estas libertades la experiencia del desengaño. El autor inglés siembra en la literatura de su lengua la figura siniestra del personaje nihilista: el personaje que niega la servidumbre a todo un orden moral trascendente y material, teológico y político. Las claves de Shakespeare están en Chaucer. En los Cuentos de Canterbury fermenta toda la ontología del teatro isabelino inglés. A Shakespeare le bastó combinar de nuevo ese conjunto de figuras luzbelinas y deseos estratégicos, desde formas originales y también consonantes con el agotamiento del anglicano Renacimiento inglés. De la comadre de Bath a Lady Macbeth… Del procaz buldero de Canterbury al latebroso Ricardo III de Inglaterra… Todos los personajes shakesperianos están engendrados en los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer. Y en La Celestina, de Fernando de Rojas, el fundador del nihilismo en la literatura española. Shakespeare es una superfetación de Chaucer y una consecuencia grecolatina de la literatura española.






Información complementaria


⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada

  • MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Los Cuentos de Canterbury (1400), de Geoffrey Chaucer. Libertades luzbelinas en el mundo anglosajón», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (VI, 15.6), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).


⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria



⸙ Glosario 



⸙ Antología de textos literarios

⸙ Capítulos relacionados




Los Cuentos de Canterbury de Chaucer:
entre las 30 obras más importantes de la literatura universal




Los Cuentos de Canterbury:
el Buldero y la comadre de Bath de Chaucer




*     *     *

 



Crítica de la razón literaria Jesús G. Maestro




Crítica de la razón literaria Jesús G. Maestro