III, 6.1 - Preliminares a la ficción literaria

 

Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
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Índices





Preliminares a la ficción literaria


Referencia III, 6.1

 

No presumo de haber encontrado la mejor de todas las filosofías, pero sí sé que conozco la verdadera, y si me preguntas que cómo lo sé, te responderé que del mismo modo que tú sabes que los ángulos de un triángulo valen dos rectos.

Baruch Spinoza a Albert Burgh (Epístola lxxvi, La Haya, 1675)[1].

 

 

Ficción y literatura

Desde una perspectiva afín a la Poética de Aristóteles, en cuya trayectoria interpretativa se sitúa toda la teoría literaria habida hasta el presente, se considera que una suerte de falacia poética constituye el núcleo esencial de la literatura. Las ideas de realidad, ficción, naturaleza, imitación y verosimilitud, son, entre otras varias, constitutivas de una poética que, desde hace aproximadamente veinticinco siglos, explica la realidad de la literatura como una «ficción literaria» y la realidad de la humanidad como un «mundo o naturaleza» dados de forma acrítica y apriorística.

Estas páginas tienen como finalidad definir el concepto de ficción en la literatura. La crítica de la idea y del concepto de ficción se basará aquí en los presupuestos doctrinales de la Crítica de la razón literaria como teoría literaria contemporánea. La tesis que sostendré parte de una crítica que inhabilita la epistemología aristotélica como criterio explicativo de la ficción literaria, al considerar la filosofía de Aristóteles —construida con objeto de interpretar un mundo que desapareció hace casi 25 siglos— un punto de partida errado para plantear hoy cualquier reflexión sobre la idea de ficción en la literatura. A continuación, expongo la inconveniencia o improcedencia de adoptar una perspectiva gnoseológica desde la que se pretenda exigir al discurso literario el contenido, confirmación o revelación, de una verdad, tal como se impone actualmente en la interpretación de la literatura desde las «teorías literarias» posmodernas, que aquí considero, por las razones que se verán, pseudoteorías literarias, o simplemente ideologías del intérprete vertidas sobre los materiales literarios. Finalmente, propongo que la única posición adecuada, en términos críticos y científicos, es decir, desde la filosofía y desde la Teoría de la Literatura, para construir un concepto de ficción que resulte operativo y útil a la hora de interpretar los textos y las obras literarias es la perspectiva ontológica, concretamente, la que ofrece de la literatura la ontología materialista.

Sólo un déspota teme la ficción. Sólo los enemigos de la literatura tienen como objetivo la censura y proscripción política, religiosa o filosófica de la ficción literaria y de la literatura misma. La sombra de Platón es ―muy― alargada. La mano de la filosofía siempre mece la cuna de la religión y de la política. Negar el distintivo específico, exclusivo y casi excluyente, que la literatura posee sobre la ficción, es el primer paso para hacer de la ficción algo ininteligible, previo a su destierro político y a su exterminio poético.

Defender la ficción es defender la literatura, y defender la literatura es defender la libertad.

Téngase en cuenta que la literatura nace esencialmente porque construye con palabras ―con palabras poéticas― hechos que jamás han tenido lugar tal y como se han contado con esas mismas palabras. Hechos que, sin embargo, una vez construidos verbalmente, resultan imposibles de olvidar y soslayar. Con hechos así se identifican las personas, los pueblos, las ideologías, las sociedades bárbaras y las sociedades civilizadas, las gentes de paz y hasta los más crueles asesinos. 

La literatura se ha impuesto siempre por medio de la ficción. Y siempre con consecuencias reales. Porque la ficción, en contra de lo que nos han enseñado, no es algo disociable de la realidad, sino una parte esencial de ella. No salimos de la realidad cuando leemos una novela o «vivimos» una obra de ficción.

Y ha sido la ficción la que ha permitido sortear censuras, limitaciones, interdicciones, proscripciones e incluso patíbulos. Sólo en épocas de extrema intolerancia, como la que actualmente atravesamos y vivimos ―sin querer reconocerlo―, la ficción se ha tomado legalmente en serio. A veces, hasta el punto de censurarla, prohibirla o simplemente derogarla. Lo políticamente correcto no entiende de ficciones. Y aún menos entiende de literatura.

Como Platón, su filosofía moral es muy otra, y muy ajena a la ficción y a la literatura. Sólo el tramposo se toma el juego en serio. Pero el tramposo, con excesiva frecuencia en la Historia, dispone de más poderes que el poeta. Y de mejores alianzas y amistades. Las formas de enfrentarse a la ficción son sutiles y perversas. Pero todas son insuficientes. La única forma de destruir la ficción es destruir al ser humano. 

Siempre he dicho que el grado de libertad de una sociedad lo mide la literatura, y no la religión ni la política, ni tampoco la filosofía, actividades estas tres que con frecuencia pactan su propia supervivencia a costa de la libertad humana, a la que reprimen sin pudor ―y con fruición― siempre que pueden. Se ha dicho que Marx, Nietzsche y Freud son los hermeneutas de la sospecha, porque invitan a «sospechar» de la realidad. Lo cierto es que la obra de estos autores alberga las más sospechosas interpretaciones de la realidad con las que un ser humano puede toparse, si nos atenemos, cuando menos, a la dimensión enormemente ficticia, y tan pobremente literaria, que desencadena toda su obra: utopía, barbarie e irracionalismo. Marx nos lleva a la utopía, Nietzsche a la barbarie y Freud al irracionalismo. Tres formas de ficción que la literatura descartó ―por estériles― desde su más temprana genealogía. Tres formas de ficción que se quedaron, respectivamente, en manos de la política, la religión y la filosofía.

En la Crítica de la razón literaria se expone una teoría de la ficción según la cual toda ficción ―literaria o no― es aquella materia que carece de existencia operatoria, es decir, aquella parte de la realidad que sólo dispone de existencia poética, estructural o formal, porque su contenido operatorio es nulo. Don Quijote, el príncipe Hamlet o Dante en los Infiernos, no son personas fuera de la literatura que habitan estructuralmente como personajes. Dicho de otro modo, no operan fuera de una ficción que existe, sí, pero como parte inerte de una realidad que no las teme ―por inoperantes―, aunque las haya creado, comunicado e interpretado durante siglos.

Insisto en que defender la ficción es defender la literatura, y defender la literatura es defender la libertad.

¿Y la democracia...? Se preguntarán. La democracia es la ficción del siglo XXI.

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NOTAS

[1] Numeración epistolar de acuerdo con la edición de Carl Gebhardt, citada en la bibliografía final (Spinoza, 1924: IV, 316).






Información complementaria


⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada

  • MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Preliminares a la ficción literaria», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (III, 6.1), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).


⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria



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Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria