Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica
del conocimiento racionalista de la literatura
De las presuntas ficciones literarias de la filosofía y otros discursos no literarios
Lo que han de hacer los ingenios grandes cuando los murmuran[1]
⏩ La idea de ficción literaria es una de las
ideas más simples y, a la vez, más difíciles de asumir para alguien que se tome
la vida en serio. La Biblia hebrea, la teología dogmática cristiana, todas las
formas religiosas derivadas de la Reforma protestante, la inquisición
posmoderna de lo políticamente correcto, cualesquiera fundamentalismos, y, también, la filosofía misma, desde
la República de Platón hasta el marxismo en casi todas sus
variantes, se han mostrado normativamente incompatibles con la ficción
literaria[2].
⏩ Lo más
sorprendente y paradójico es que todas estas corrientes que acabo de mencionar,
y muchas otras parejas a ellas, se han servido, sin excepción, de la ficción,
tanto para expresarse y difundirse como para hacerse comprensibles y seductoras.
No deja de ser curioso, y cínico, que Platón imponga la expulsión de todos los
poetas de la República cuando él
mismo en esa obra se sirve impunemente de mitos poéticos y fábulas explicativas
de muchas de sus ideas. Lo mismo hará la teología cristiana y el reformismo
luterano, al igual que siglos antes había hecho el pueblo hebreo con sus Sagradas Escrituras, pues, ¿hay algo más
ficticio que un dios antropomorfo, psicologista y voluntarista?
⏩ La
posmodernidad contemporánea ha llevado a extremos superlativos la ficción de
múltiples formas de realidad, hasta convertir en espejismos todos los oasis, y
hacer de la realidad misma una realidad virtual, al imponer incluso como
imperativo la idea de que la vida es sueño, desde el momento en que nuestra vigilia
ha de estar saturada de ese tipo de ficciones, en forma de sueños permanentes,
felicidades plenarias y sensaciones nunca inteligibles, todo ello en
condiciones extremas de ridiculez. La vida queda reducida de este modo a
sensibilidad sin inteligencia. El máximo de sensibilidad y el mínimo de
inteligencia. Lo sensible eclipsa lo inteligible. Por su parte, feminismo,
animalismo y nacionalismo han hecho de la ficción la cumbre inhabitable de una
sociedad política en la que, respectivamente, las ideas de mujer, animal y
nación resultan completamente fabulosas, idealistas y metafísicas. La patología
reside ante todo en asumir esta fabulación, este idealismo metafísico y
superlativo, como algo factible, real y operatorio.
⏩ El
filósofo, sin embargo, cuando se ve frente a la ficción, no sabe muy bien qué
hacer. No en vano, como he dicho muchas veces, la literatura es el Talón de Aquiles de la filosofía.
⏩ En la Crítica de la razón literaria he sostenido y demostrado —contra la
reacción de muchos y ante el silencio de casi todos— que la ficción es aquella
materia que carece de existencia operatoria porque sólo dispone de existencia
estructural: don Quijote opera dentro del Quijote,
es decir, dentro de su novela, estructuralmente, pero nunca fuera de ella. El
Moisés de Miguel Ángel posee existencia estructural, pues es una obra de arte
sensible e inteligible, y como tal podemos percibirla y analizarla, pero ese
Moisés ni puede hablar, ni puede moverse, ni puede abrirnos o cerrarnos las
Tablas de su Ley. Su existencia material es estructural: no operatoria.
⏩ Contra
esta tesis se ha dicho, de forma cómica y ridícula (por inofensiva), pero con
pretensiones de seriedad (y por ello mismo grotescamente), que los actores de
teatro, cuando interpretan una tragedia o una comedia, actúan operatoriamente
en el escenario, y no estructuralmente. No cabe mayor miseria interpretativa en
quien eso afirma. Si tal cosa fuera así, cada vez que se lleva a escena El médico de su honra de Calderón, don
Gutierre tendría que asesinar a doña Mencía operatoriamente,
y no (sólo) teatralmente, esto es, estructuralmente, es decir, el actor que
interpreta a don Gutierre tendría que ejecutar en escena a la actriz que hace de
doña Mencía. Porque si nos tomamos la ficción en serio, es decir, si
consideramos que la estructura debe ser operatoria más allá de los límites del
arte, entonces es que —en un caso como éste— somos partidarios del crimen
efectivo, y no ficticio. Por fortuna, este tipo de afirmaciones sólo están en
boca de necios y paranecios [sic], y
no de directores de escena. De otro modo, las compañías teatrales no
sobrevivirían al estreno de ninguna de sus obras. Y la vocación por ser actriz
o actor mermaría irreversiblemente.
⏩ Otra de
las gracias que se han dicho contra esta tesis es que «la filosofía también es
ficción», porque si Platón en sus Diálogos
incorpora cuentos, mitos o fábulas explicativas, pues ya está: la filosofía,
como la literatura, es ficción. De este modo, tomamos el todo (la filosofía)
por una de sus partes, o ingredientes (la ficción), y con esto les basta a
algunos para identificar el Teeteto
con el Quijote, el Tratado teológico-político de Spinoza
con el Orlando furioso de Ariosto, o Ser y tiempo de Heidegger con Oficio de tinieblas 5 de Cela. Y tan
contentos. Pero ocurre que algo así no es una teoría de la ficción, sino una
torpe metonimia, la cual toma por las hojas de la ficción de la literatura el
rábano de la filosofía de la realidad.
⏩ La
ficción es —en todo caso, y si se puede hablar en tales términos— un componente
diamérico (esto es, parcial o partitivo) de la filosofía, y de muchas otras actividades humanas, pero no un
término metamético (esto es, global), esencial y determinante, de ella. No es el todo de la filosofía. Dicho de otro
modo, la ficción puede ser un ingrediente, partitivo, de la filosofía, pero no
su término esencial, determinante, fundamental, totalizante, como sí lo es en
el caso de la literatura en particular y del arte en general. No hay literatura sin ficción. Del mismo modo que no puede haber filosofía totalmente soluble en
la ficción. Esta última es la tesis de Derrida y de la posmodernidad: todo es
literatura, porque todo es ficción. Y porque —según los posmodernos— toda
filosofía es pura y mera ficción.
⏩ Sin embargo, nada de esto es así. La ficción es esencial en la literatura, y sólo es accidental en la filosofía, como recurso explicativo o ilustrativo de contenidos filosóficos. El fin de la filosofía no es construir ficciones, sino, en todo caso, servirse de ellas para explicar a su través lo que de otro modo el filósofo de turno no puede o no sabe explicar mejor. Por ello, para muchos filósofos, entre los que figuran Platón o Nietzsche, la literatura es imprescindible, aunque lo sea solamente como un recurso ancilar, explicativo y poético, en el cual se sella y objetiva la limitación filosófica de sus propias explicaciones, en esos casos mucho más «poéticas» que «filosóficas». Y no sólo la ficción es accidental en la filosofía: la ficción también es accidental en las parábolas de los Evangelios, en el acto de contar chistes comunes y corrientes, en los problemas escolares de matemática o física, en los ejemplos gramaticales de que se sirve la lingüística, o en la presunta escritura gnomológica, sapiencial o parenética, desde los protagonistas paremiológicos de los refranes hasta las aventuras de los animalitos caricaturizados en las metrificadas fábulas morales.
⏩ Todos los
chistes son ficciones. Y no son literatura. Aunque alguno de ellos pueda formar
parte de una obra literaria, o integrarse en ella. Un problema de matemáticas o
de química en un libro de texto escolar también es una ficción. Y no por ello
la matemática o la química son ficciones. Ni tampoco por ello sus contenidos son
literarios. También la lingüística usa ficciones cuando ejemplifica las partes
de la oración y dice «Pepito come manzanas a las cuatro de la tarde» para
ejemplificar el valor funcional de un sujeto, un verbo y un complemento en una
sintaxis gramatical. Y tal afirmación no dota a este «Pepito» gramatical de una
existencia operatoria que le obligue a deglutir pomáceas a las 16.00 horas en
punto de cada día del año. Los mitos o fábulas a los que apela la filosofía,
como aquellos de los que se sirve la matemática o la lingüística, y al igual
que las parábolas evangélicas, no hacen de estos géneros de escritura una obra
literaria, ni convierten a la filosofía, la matemática o la lingüística en un
material literario, ni aún menos en una obra de arte literaria. Nada de eso. La
sopa de ajo no es una liliácea, aunque lleve ajos, ni la paella de marisco es
una gramínea, aunque lleve arroz.
⏩ No hay que confundir los mitos, las parábolas o las
hipótesis, dadas o presupuestas, frecuentes respectivamente en los Diálogos platónicos, en los Evangelios,
o en los libros de texto escolares, con la ficción. Dada una situación
hipotética, imaginaria o ejemplar, con fines filosóficos o catequéticos,
escolares o docentes, didácticos o ilustrativos, del tipo «si Pepito tiene 5
manzanas y su hermana se come 3, porque
viene con hambre del colegio, ¿cuántas manzanas le quedan a Pepito?», no
podemos suponer que esto son ficciones como lo son las ficciones literarias. Que haya que explicar tales cosas a los filósofos resulta algo francamente delator del estado en que se encuentra actualmente la filosofía. Prosigamos.
⏩ En este
tipo de obras filosóficas, matemáticas, evangélicas, etc., la ficción es una
cita, una prótesis, una parte integrante, extensional o accidental, pero no es la
esencia de la obra. Ni mucho menos es una parte determinante o intensional de
ella. Que una obra filosófica cuente un cuento no la convierte en literatura.
Es más, delata en la filosofía —acaso mejor sería decir en el filósofo— una
carencia importante: la ausencia de una realidad sensible en la que fundamentar
una explicación filosófica, la cual ha de acudir a una ficción o fábula para
hacerse inteligible. Hechos así incluso dejan en evidencia a la filosofía como
algo insuficiente para explicar lo que pretende, pues debe acudir a la ficción,
confitada de literatura, para hacer visibles y comprensibles sus realidades. Es
como si la filosofía hubiera de contratar los servicios de la literatura para
hacerse valer explicativamente. ¿Por qué? Ha de insistirse en ello: porque tales
argumentos filosóficos no han encontrado en
la inteligencia del filósofo una realidad que los fundamente, y han de
acudir a la ficción de la literatura. Y no es nada casual que los filósofos que
acuden, socorridamente, a ficciones, fábulas y mitos, sean y hayan sido —y
sigan siendo, como un Jesucristo en su mundo, un Platón en su República, o un Marx en su paraíso
socialista—, utopistas, idealistas y nada prácticos (por mucha Esparta que
valga o por mucha Unión Soviética que en el mundo ha sido). La práctica de
estas utopías filosóficas suelen ponerla en marcha algunos de sus más fanáticos
y menos filosóficos seguidores. Que una obra filosófica cuente un cuento no la
convierte en una obra literaria. Y que un ser humano porte un traje no lo
convierte tampoco en un perchero.
⏩ ¿Acaso
estos dos textos que cito a continuación son sendas ficciones literarias?:
1) Un cañón está situado sobre la cima de una colina de 500 m de altura y dispara un proyectil con una velocidad de 60 m/s, haciendo un ángulo de 30º por debajo de la horizontal. Calcular el alcance medido desde la base de la colina. Las componentes tangencial y normal de la aceleración 3 s después de efectuado el disparo. Dibujar un esquema en los que se especifique los vectores velocidad, aceleración y sus componentes tangencial y normal en ese instante. (Tómese g=10 m/s2).
2) Nos encontramos en la antigua Suiza, donde Guillermo Tell va a intentar ensartar con una flecha una manzana dispuesta en la cabeza de su hijo a cierta distancia d del punto de disparo (la manzana está 5 m por debajo del punto de lanzamiento de la flecha). La flecha sale con una velocidad inicial de 50 m/s haciendo una inclinación de 30º con la horizontal y el viento produce una aceleración horizontal opuesta a su velocidad de 2 m/s2. Calcular la distancia horizontal d a la que deberá estar el hijo para que pueda ensartar la manzana. Hállese la altura máxima que alcanza la flecha medida desde el punto de lanzamiento. (g=9.8 m/s2)[3].
⏩ No son
ficciones literarias. Son, en todo caso, ficciones matemáticas, o físicas,
totalmente irrelevantes —como tales ficciones— para la matemática y la física.
⏩ Hasta
aquí me he referido a quienes buscan la ficción en la realidad. Pero no han
faltado quienes se mueven, por el mismo camino, en la dirección contraria. Unos
y otros se cruzan sin reconocerse mientras tratan de encontrar, cada uno por su
lado, el quinto pie del gato. Me refiero ahora a quienes buscan la realidad en la
ficción. No han faltado quienes han querido ver las huellas de las herraduras
de Rocinante en los caminos de La Mancha, y a don Quijote cabalgando
operatoriamente por el Campo de Montiel. No ha faltado un cervantista que
dijera, en cierto congreso, en una comunicación pública, que había encontrado
el manuscrito arábigo original, escrito de puño y letra por Cide Hamete Benengeli, uno de los varios personajes ficticios del Quijote cervantino. Sin duda un hallazgo asombroso, digno del
Borges más lúdico y ultraísta. Y, por supuesto, no ha faltado quien descubriera
cuál es el lugar geográfico y exacto de La Mancha del que Cervantes no quiso
acordarse en el célebre octosílabo con el que comienza el Quijote.
En un lugar de la Mancha... (Quijote I, 1).
⏩ Y hasta
tal punto este afán por buscar el quinto pie del gato ha sido intenso, que con
tal de dar nombre real a lo que literariamente no lo tiene, porque no lo puede
tener, se ha utilizado nada menos que la matemática para argumentar que ese
«lugar» de La Mancha es Villanueva de los Infantes. Fijémonos en el diseño
racional de esta locura. Se han tomado como supuestos varios criterios de tipo
operatorio para determinar física y geográficamente los lugares,
desplazamientos y velocidad de personajes ontológicamente literarios:
La velocidad de marcha promedio que podrían llevar las cabalgaduras de don Quijote y Sancho, que fue calculada en 31 km/día en comparación con los 20 km que proponen algunos autores y los 50 km que se consideraban normales en la época para una mula andando en jornada de 10 horas en verano. A la cifra de 31 km/día se llega a su vez por tres vías (características físicas de las cabalgaduras (Pollos, 1976); comparación con la del Caballero de la Blanca Luna en Barcelona; y estudio del sistema distancias / tiempos (Terrero, 1960)[4].
⏩ ¿Se
imaginan un estudio de estas mismas características para determinar la posición
geológica exacta de los círculos infernales con los que Dante dispuso la
metafísica del averno en su Divina commedia? ¿O prefieren una explicación científica del proceso de
transformación artrópoda de Gregorio Samsa? ¿Podemos encontrar la casa en la
que efectivamente Lucio se convirtió en asno, según se explica en la obra de
Apuleyo? ¿Hemos de buscar por la geografía del planeta Tierra a los descendientes de los Buendía, inquiriendo las posaderas de las gentes a fin de verificar si de ellas emana un rosado y espiralado rabito de cerdo?
⏩ Si
nuestro cervantista de referencia hubiera acudido a la filología —de cuya
materia, irónicamente, es doctor por una celebérrima Universidad— en lugar de a
la matemática, habría llegado a la conclusión innegable de que, en los años en
que se escribe el Quijote, un «lugar»
es una población muy pequeña, acaso un poco mayor que una aldea y nunca
comparable a una villa. Por lo que, de ninguna manera, ese lugar literario
podría ser Villanueva de los
Infantes.
⏩ Anotan
los editores:
lugar: no con el valor de ‘sitio o paraje’, sino como ‘localidad’ y en especial ‘pequeña entidad de población’,
«Lugar vale también ciudad, villa o aldea, si bien rigurosamente se entiende por lugar la población pequeña, que es menor que villa y más que aldea» (Autoridades).
⏩ Tomarse
la ficción en serio es síntoma de locura. Baste pensar en don Quijote y sus
libros de caballerías, que este personaje de ficción leyó como si fueran de
Historia. Y en este defecto incurren todos aquellos que leen literatura sin
saber qué leen: materialidades que carecen de existencia operatoria, porque sólo poseen existencia estructural. Tan disparatado es buscar a don Quijote saliendo
operatoriamente de Villanueva de los Infantes como afirmar que Platón escribe
literatura cuando nos habla del mito de la caverna.
⏩ Los
discursos, esto es, las obras de palabra, oral o escrita, pueden ser literarios
o no literarios, y sus referentes podrán ser ficticios o estructurales (literatura)
o no ficticios u operatorios (Historia, política, Derecho, lingüística,
ciencia, filosofía…). Del cruce de estas coordenadas resultan 4 tipos de
realidades:
1) Las realidades literarias, esto es, la literatura.
2) Las realidades no literarias relacionadas con la literatura o heterónimos referenciales de términos literarios (Oviedo por Vetusta, tras una novela como La Regenta, de Clarín).
3) Los mitos no literarios, en tanto que narraciones o fabulaciones no literarias.
4) Las realidades que ni son literarias ni nada tienen que ver con la literatura.
⏩ En el
primer caso, hablamos de literatura, como de la realidad que de hecho es, es decir, como una
construcción ontológica que se define conceptualmente como una construcción
racional humana que se abre camino hacia la libertad a través de la lucha y el
enfrentamiento dialéctico, que utiliza signos lingüísticos a los que confiere
un valor estético y poético, y les otorga un estatuto de ficción, y que se
inscribe en un proceso comunicativo pragmático y social, de dimensiones
históricas, geográficas y políticas, cuyos términos fundamentales son el autor,
la obra, el lector y el intérprete o transductor. A este tipo de realidades
pertenecen personajes de ficción como don Quijote de La Mancha, el Unamuno que
dialoga en Niebla con Augusto Pérez,
el Infierno dantesco de la Divina
commedia, o la novela histórica galdosiana titulada Trafalgar.
⏩ En segundo lugar, nos encontramos con realidades no literarias relacionadas con la literatura. A estas realidades las denomino heterónimos referenciales de términos literarios. ¿Por qué? Pues porque trata de realidades que no son literarias, ya que ni su origen ni constitución son literarios, ni nada tienen que ver con la literatura. Sin embargo, por razones diversas, se convierten en causa de denominaciones literarias o se constituyen en referentes literarios, de ahí que proceda denominarlos heterónimos referenciales de términos literarios, como es el caso de Oviedo —Vetusta— en relación con La Regenta de Clarín, o de la histórica batalla naval de Trafalgar con la novela histórica homónima de Benito Pérez Galdós. Los ejemplos de heterónimos referenciales de términos literarios son innumerables. El propio Galdós situó la vivienda de Fortunata en la novela Fortunata y Jacinta en el séptimo piso del número 11 de la madrileña cava de san Miguel, que era también el cuarto piso del mismo edificio desde la Plaza Mayor. En el siglo XX el diplomático y galdosiano Pedro Ortiz de Armengol adquirió el inmueble, y no faltó quien, entre bromas y veras, dijera que don Pedro «había puesto piso a Fortunata».
⏩ En tercer
lugar, hay mitos no literarios, es decir, mitos que se cuentan, exponen o
relatan de formas que no son literarias. A este tipo de narraciones o
fabulaciones no literarias los antiguos griegos las denominaron, sumaria y
llanamente, mitos o fábulas. Y casi todos ellos fueron (realidades)
preexistentes a la (realidad) de la literatura, es decir, que fueron muy
anteriores en el tiempo a cualesquiera manifestaciones o plasmaciones alcanzadas en versiones literarias de orden épico, trágico o cómico.
Los formalistas rusos hablarían, en tales casos, de historia o trama, pero
vinculando esta historia o trama a un contrapunto literario, es decir, a un
contrapunto cuya formalización estética o poética —literaria— correspondería
con los términos de discurso o argumento, de modo que la historia o
trama sería el contenido de lo que se cuenta o narra, y el discurso o argumento sería la forma —literaria, estética,
poética— de contarlo. En este género de discurso entra todo tipo de
construcciones verbales, narraciones, fabulaciones, mitos y, por supuesto,
relatos históricos o exposiciones de hechos históricamente verificados y probados
que, bien siendo ficticios —en el caso de la mitología—, bien habiendo sido
reales —en el caso de la Historia—, no se expresan literariamente, es decir,
como ficciones, en el caso de la mitología (la separación del Mar Rojo por
Moisés, o una parábola novoevangélica), o como hechos históricos, en el caso de
la Historia (la Guerra de las Galias
de Julio César).
⏩ En cuarto
lugar, finalmente, tenemos una cita inexcusable con hechos que ni son
literarios, ni lo han sido nunca, y que es muy posible que no lo sean jamás. Es
el caso de un código de barras en un etiquetado comercial, de un puente o un
avión, como obras de ingeniería civil o aeronáutica, etc. Es también el caso
de un Estado realmente existente, frente a una utopía jamás factible o hacedera,
por muy seductora que formalmente se nos presente. Y es también el caso de un
tratado de anatomía patológica, de una biografía confesional y modélica del
Jesús mítico, al modo de Tomás de Kempis, o del hecho mismo de cruzar el
Rubicón, tal como lo hizo particularmente César en el año 49 antes de nuestra
Era. Nada de esto es, por sí mismo y por sí sólo, literario. Y sólo si alguna
vez fuera objeto de reproducción en el trasunto literario de una obra
literaria, sólo entonces, podría acaso convertirse —en el mejor de los casos—
en un heterónimo referencial de un término literario.
Referentes Discursos |
Ficticios o estructurales |
No ficticios u operatorios |
Discursos
|
LITERATURA Vetusta Unamuno
como personaje El Infierno de Dante
|
REALIDADES Oviedo Unamuno
como autor Una excavación arqueológica La batalla de Trafalgar |
Discursos
|
NARRACIONES |
HECHOS |
⏩ Quede claro,
pues, que la filosofía no es literatura, y que la ficción ni es, ni puede ser,
el fundamento ni la esencia de la filosofía, porque lo es, de forma
genuinamente esencial y específica, de la literatura. Y desde la literatura la
ficción se importa hacia otros campos, como un préstamo incapaz de perder su
denominación de origen. Son muchas las actividades humanas que, por la ficción,
están hipotecadas en el solar de la literatura. Como mucho, la ficción es una
parte extensional o integrante —puntualmente— de una argumentación filosófica,
cuya presencia, en el seno de la filosofía, más que demostrar las posibilidades
del filósofo delata sus propias deficiencias explicativas. Platón, un filósofo
tan preciado de sí mismo, debería haberse avergonzado —y mucho— de tener que
usar mitos y fábulas en una obra en la que, como la República, determina precisamente la expulsión del Estado de
cuantos poetas habiten en él. ¿Cabe mayor sofística que ésta, en la obra de un
filósofo que hizo de la filosofía el principal instrumento de lucha contra los
sofistas y el principal argumento de divorcio frente a la literatura?
Interpretar a Platón exige también reconocer su cinismo. Y, desde luego,
superar el inexplicable complejo que, desde él, la filosofía parece haber
contraído con la literatura. Porque ni sabe de filosofía quien no sabe de literatura,
ni sabe de literatura quien no sabe de filosofía. Y porque —hay que decirlo una
vez más— la literatura sigue siendo el Talón de Aquiles de la filosofía.
________________________
NOTAS
[1] Lope de Vega, Félix (1634), Rimas humanas y divinas del Licenciado Tomé de Burguillos, Salamanca, Ediciones Almar, 2002, pág. 251. Edición de Antonio Carreño.
[2] Cuestión diferente, y no menos importante, es que, al fin y al cabo, la filosofía no sea otra cosa de un despliegue de ficciones, que sólo los filósofos se toman en serio: el ápeiron de Anaximandro, el nous de Anaxágoras, el demiurgo de Platón, el motor perpetuo de Aristóteles, el Dios de Tomás de Aquino, el alma de Descartes, la substancia pura de Espinosa, el Leviatán de Hobbes, el noúmeno de Kant, el espíritu absoluto de Hegel, el superhombre de Nietzsche, la materia de Marx, el inconsciente de Freud, el Dasein de Heidegger, Ego trascendental de Bueno, etc. ¿No es la filosofía una antología de ficciones? La única diferencia entre las ficciones filosóficas y las ficciones literarias es que en las primeras, sus artífices creen ciegamente, mientras que, respecto a las segundas, ni Clarín ni sus lectores esperarán jamás encontrarse con Ana Ozores a la puerta de la catedral de Oviedo. Los filósofos creen en sus invenciones; los poetas, no. Ya vemos lo acertado que estaba Platón.
[3] No entro de
detalles supuestamente «menores», como el hecho de que quien haya redactado el
enunciado de estos problemas físicos use el infinitivo, sin verbo principal, en
funciones de imperativo. Y no lo sepa. La fuente de la que tomo los ejemplos citados está disponible en este enlace de internet.
[4] Tomo la cita de Francisco Parra Luna: «¿Por qué Villanueva de los Infantes es el «lugar de la Mancha» en el Quijote?», Barataria. Revista Castellano-Manchega de Ciencias Sociales, 18 (181-193), pág. cit. 185.
- MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «De las presuntas ficciones literarias de la filosofía y otros discursos no literarios», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (VI, 4), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).
⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria
- II, 5 - La Crítica de la razón literaria ante las filosofías: definición, clasificación e interpretación.
- III, 4.6 - Estética y materialismo filosófico.
- III, 5.6.4 - Más allá de la teoría del cierre categorial. Una interpretación no dogmática de la filosofía de la ciencia del materialismo filosófico de Gustavo Bueno.
- III, 6 - El concepto de ficción en la literatura.
- Sobre el futuro de la literatura y de los estudios literarios: presentación de la 10ª edición, digital, de la Crítica de la razón literaria.
- Los aforismos de la Crítica de la razón literaria.
- Crítica de la razón literaria: una interpretación desde el siglo XXI de la literatura y la filosofía que te han hecho tal como eres.
- ¿Qué habrían escrito sobre literatura Harold Bloom, Terry Eagleton o Michel Foucault de haber leído la Crítica de la razón literaria?
- Presentación de la 6ª edición de la Crítica de la razón literaria. PUB.
- ¿Por qué la literatura seduce a los psicópatas desde sus orígenes hasta hoy?
- ¿Qué es y cómo funciona la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura?
- 10 tesis diferenciales de la Teoría de la Literatura del Hispanismo contra las teorías literarias anglosajonas: la Crítica de la razón literaria, Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, Ayacucho, Perú.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en el Ateneo de Santander, con Eliseo Fernández Rabadán.
- Cervantes sobre Shakespeare: es irracional de comparar al autor del Quijote con mitos anglosajones. Presentación de la Crítica de la razón literaria en la biblioteca pública de Orense.
- Cervantes contra Shakespeare: la literatura es una construcción política.
- Cervantes y los enemigos de la enseñanza de la literatura en la Universidad actual.
- Cervantes, el Quijote y la Filosofía de su literatura en novela y teatro, según la Crítica de la razón literaria. XII Encuentros de Filosofía y Humanidades, Mazarrón, Murcia, con Antonio Muñoz Ballesta y María Ángeles Rodríguez Alonso.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en club de Prensa Asturiana, La Nueva España, Oviedo, con Gustavo Bueno Sánchez.
- Club de Prensa Canaria, La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, con Fabio García Saleh.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en el Club Faro de Vigo, Auditorio, Vigo, con Manuel Á. Candelas Colodrón.
- Cómo interpretar la literatura a partir de la Crítica de la razón literaria: «Nosotros los hombres», de Jorge Debravo.
- El concepto de ficción en la literatura según la Crítica de la razón literaria (Universidad de León), con Natalia Álvarez Méndez.
- El Hispanismo contra la posmodernidad anglosajona: contra Terry Eagleton.
- El lugar del Quijote en la genealogía de la literatura. Idea de religión en Cervantes.
- El objetivo de la Universidad posmoderna es destruir la literatura. Biblioteca Cánovas del Castillo, Málaga, con Francisco Carriscondo.
- Entrevista de Antón García Fernández a Jesús G. Maestro sobre la Crítica de la razón literaria.
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- Fundación Pastor de Estudios Clásicos de Madrid: presentación de la Crítica de la razón literaria, con Pedro Insua.
- ¿Cómo estudiar la literatura en el siglo XXI? Presentación de la Crítica de la razón literaria en Gijón, Biblioteca Pública Jovellanos, con Francisco Borge.
- La enseñanza de la literatura a través de internet: Cursos Masivos y Abiertos (MOOC) en español.
- La literatura como problema, el Hispanismo como solución (Universidad de Huelva), con Margarita García Candeiro y Abigail Castellano.
- La poesía de Manuel del Cabral en el canon de la literatura hispánica, según la Crítica de la razón literaria.
- La Teoría de la Literatura como ciencia categorial de los materiales literarios según la Crítica de la razón literaria. Universidad de El Salvador.
- La Crítica de la razón literaria en el contexto actual de la teoría literaria española e internacional (Universidad de Córdoba), con María Ángeles Hermosilla.
- La Crítica de la razón literaria y Alemania: Die Kritik der literarischen Vernunft und Deutschland. Presentación bilingüe a cargo de la hispanista alemana Maxi Pauser.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en Madrid, con Ramón de Rubinat Parellada.
- Presentación de la 6ª edición de la Crítica de la razón literaria.
- Presentación de la 5ª edición de la Crítica de la razón literaria, 2017-2019: 5 ediciones en menos de 3 años.
- Recepción de lectores, profesores y alumnos ante la publicación de la Crítica de la razón literaria.
- Respuesta a 8 preguntas clave de la Teoría de la Literatura desde la Crítica de la razón literaria.
- Respuesta a las preguntas sobre la Crítica de la razón literaria en la Biblioteca Pública Jovellanos con motivo de la presentación del 10 de agosto de 2017.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en Sevilla, Librerías Verbo, con Juan Frau.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en la Sociedad Cervantina de Madrid, con Graciela Rivera, antigua alumna de Jesús G. Maestro durante los años de redacción de esta obra.
- Universidad de Antioquia: la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en la Universidad de La Rioja, con Miguel Ángel Muro Munilla.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en la Universidad de Lérida, con Ramón de Rubinat.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en la Universidad de Murcia, Cátedra Mariano Baquero Goyanes, con José Ángel Baños Saldaña.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en la Universidad de Vigo.
- La literatura es el Talón de Aquiles de los filósofos.
- Teoría de la Literatura y materialismo filosófico.
- No hay sistemas filosóficos puros: el materialismo filosófico tampoco lo es.
- Interpretación del artículo «Poetizar» de Gustavo Bueno desde la Crítica de la razón literaria.
- De las presuntas ficciones literarias de la filosofía y otros discursos no literarios.
La Crítica de la razón literaria
ante la Teoría de la Literatura y las filosofías posmodernas
De las presuntas ficciones literarias de la filosofía
y otros discursos no literarios
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