III, 6.6 - La propuesta gnoseológica: la literatura no confirma ninguna verdad

 

Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
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Índices





La propuesta gnoseológica: la literatura no confirma ninguna verdad


Referencia III, 6.6


Porque es una cosa leve, alada y sagrada el poeta, y no está en condiciones de poetizar antes de que esté endiosado, demente, y no habite ya más en él la inteligencia.

Platón (Ion, 534b).



Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria

Nada hay de provecho en Platón por lo que a la literatura se refiere. Sólo con Aristóteles el arte que imita mediante el lenguaje, es decir, la literatura, se convierte en materia de interpretaciones dignas de mucha atención. No obstante, cuestionada y desestimada la oposición epistemológica aristotélica (objeto / sujeto) —tal como hemos hecho en el apartado anterior (III, 6.5), puede exponerse ahora la conjugación gnoseológica, desde los presupuestos que sigue la Crítica de la razón literaria, entre materia y forma, con el fin de delimitar una idea de ficción. Cito a Gustavo Bueno:


En cuanto a la diferencia gnoseológica entre subjetividad y objetividad, hemos propuesto, en otra ocasión, sustituir el criterio tradicional (que se basa en la oposición entre el par de conceptos dentro / fuera: lo subjetivo es lo interior a la piel del sujeto, lo objetivo es lo exterior) por el criterio cerca / lejos, debidamente reelaborado. A este efecto, hemos introducido la distinción entre conexiones paratéticas y conexiones apotéticas[1]. Según esto la subjetividad quedaría en el ámbito de las relaciones apotéticas. Esta concepción nos permite establecer un nexo gnoseológico inesperado entre operaciones y fenómenos. Pues las operaciones son siempre apotéticas (separar / aproximar), lo que no implica que las relaciones apotéticas sean siempre resultados operatorios en un sentido gnoseológico (aun cuando siempre cabe citar alguna operación o preocupación de aproximación o alejamiento, cuando se constituyen los objetos a distancia propios del mundo humano e incluso el de los animales superiores). Resultaría de lo anterior que la neutralización o eliminación de las operaciones tiene mucho que ver con la eliminación de los fenómenos y con la transformación de las relaciones apotéticas y fenoménicas en relaciones por contigüidad. Si, por último, tenemos en cuenta que las causas finales (en su sentido estricto de causas prolépticas) son apotéticas. Recíprocamente: las operaciones sólo tienen sentido en un ámbito proléptico, puesto que no hay operaciones al margen de una estrategia teleológica (el matemático que eleva al cuadrado dos miembros de una ecuación para eliminar los monomios negativos sigue una estrategia y sólo en ella cabe hablar de operaciones matemáticas). Advertimos que, desde nuestras premisas, cabe entender la eliminación de las causas finales y la de acción a distancia en la ciencia moderna como resultados de un mismo principio (Bueno, 1978a: 13).


Desde esta posición filosófica, la realidad no se concibe como «lo exterior», sino como el conjunto plural de entes en los que estamos inmersos y que nuestra praxis ordena y construye. La subjetividad no es por tanto una sustancia sublime interior a nuestro cráneo, sino un relator —vinculado, por supuesto, al cerebro— de los objetos apotéticos, y por tanto no tiene existencia absoluta (ab-suelta), desligada del resto de entes que relaciona. No puede decirse, como muchos manuales marxistas afirmaban, que la materia es la realidad independiente de nuestra conciencia, como si la conciencia no formara ya de hecho parte material de esa realidad igualmente material. En este punto, como en muchísimos otros, el marxismo demuestra ser la variante filosófica más bastardilla del idealismo alemán.

Sin embargo, si se habla de ficción en términos gnoseológicos, sobre una gnoseología materialista que concibe la oposición materia / forma como una relación entre conceptos conjugados, y no como una relación dialéctica, se obtendrán óptimos resultados en las ciencias categoriales, por lo que se refiere sobre todo a sus términos y referentes, en los ejes sintáctico y semántico del espacio gnoseológico (Bueno, 1978b, 1982). De este modo, por ejemplo, se podrá distinguir la ciencia de la matemática —y sus verdades— de la pseudociencia de la teología —y sus mentiras, que aquí, desde los presupuestos de la Crítica de la razón literaria, llamamos ficciones (porque no cabe calificar de ciencia a una disciplina cuyo objeto de conocimiento, Dios, no existe físicamente)[2]—.

Sucede, por estas razones, que la propuesta gnoseológica es completamente inútil para indagar o reflexionar sobre la cuestión de la verdad y el error, es decir, de la mentira o la ficción, fuera del ámbito de las ciencias categoriales. La gnoseología no es competente para estudiar la cuestión de la ficción literaria, del mismo modo que la epistemología tampoco lo es, a pesar de Aristóteles y de toda su herencia interpretativa. Y no lo es por algo tan simple como el hecho evidente de que la literatura no es una ciencia categorial. La gnoseología materialista dará cuenta de los aciertos de la Teoría de la Literatura como ciencia de la literatura, cuyo objeto de conocimiento son los materiales literarios, pero no nos sirve para explicar la idea de ficción literaria. Porque la literatura no es objeto de verdad, sino de realidad: no se trata de saber si lo que la literatura dice es verdadero o falso ―o posible, como pretendía Aristóteles―, sino de si es y está o no, es decir, de si tiene o no presencia ―y realidad― óntica. Dicho de otro modo: la literatura no es objeto de una gnoseología, sino de una ontología. La literatura no verifica nada gnoseológicamente, sino que lo construye ontológicamente. La literatura no confirma ni contiene ninguna «verdad». Ni trascendente, ni inmanente, ni categorial, ni filosófica, ni de ningún tipo. Ninguna obra literaria es un libro sagrado. Sólo las ciencias categoriales construyen verdades o errores, y sólo ellas resultan ser en consecuencia objeto de una gnoseología materialista, pero la literatura no, porque no es una ciencia, y porque se concibe y autoconcibe como una figura poética (mythos o fábula), no como una figura gnoseológica (verdad o falsedad). La literatura es una construcción ontológica, no un discurso gnoseológico. Son las ciencias categoriales, entre ellas la Teoría de la Literatura, las que han de responder a la exigencia gnoseológica[3].

La literatura es un desafío a la inteligencia humana, a la que exige incesantemente explicaciones racionales y lógicas. La literatura es en este sentido una provocación gnoseológica, y de ninguna manera es ―ni pretende ser― respuesta a una gnoseología.

De hecho, la literatura no enseña nada a nadie, porque no proporciona conocimientos, sino que los exige. Nadie aprende nada leyendo literatura: a la literatura hay que llegar con muchas cosas sabidas y con mucha vida vivida. No puede haber construcción ni interpretación literarias sin experiencias vitales previas. La vida es la cantera, el instrumento y la partitura de la literatura.


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NOTAS

[1] Paratéticas son las conexiones o relaciones que se establecen por contacto, afinidad o proximidad entre dos o más términos, frente a las conexiones apotéticas, que se establecerían a distancia.

[2] Ha de advertirse que la teología es un saber acrítico, resultante del impacto que la filosofía racionalismo y el conocimiento científico han producido en el curso de las religiones secundarias o mitológicas (Bueno, 1985). En consecuencia, la teología es inconcebible sin la filosofía. De hecho, la teología cristiana es ante todo una filosofía confesional.

[3] Uno de los límites de la gnoseología de la ficción literaria, que aquí he considerado improcedente, por imposible, es el que Dolezel confiesa haber alcanzado, como si se tratara de haber llegado a la meta de un viaje místico, que implicaría cubrir un trayecto sin duda metafísico: «He llegado a la conclusión que en semántica narrativa el concepto de verdad debe basarse en el de autentificación, un concepto que explique la existencia ficcional» (1980/1997: 121). Si las palabras de Dolezel fueran verdaderas, cualquier ser humano, es decir, cualquier sujeto operatorio dotado de existencia operatoria, podría existir y coexistir —en el momento en que se escriben o leen estas líneas— con don Quijote, Ulises, o el difunto Napoleón Bonaparte. Dolezel afirma aquí impunemente, y sin duda irracionalmente, que los personajes literarios, y con ellos todo ente de ficción, poseen lo que desde la Crítica de la razón literaria se denomina existencia operatoria. O sea, que podríamos quedar con don Quijote en El Toboso para tomarnos unas gachas, entablar amistad y lo que surja. Ésa es la teoría académica de la ficción literaria de Lubomir Dolezel.







Información complementaria


⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada

  • MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «La propuesta gnoseológica: la literatura no confirma ninguna verdad», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (III, 6.6), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).


⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria



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