Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica
del conocimiento racionalista de la literatura
Ontología de las ciencias según la gnoseología materialista
Las ciencias marcan el mayor nivel de racionalización posible.
Gustavo Bueno, Teoría del cierre categorial (1992: II, 241).
La realidad constituida por las ciencias —su ontología— es
cuestión capital en la teoría del cierre categorial, al igual que lo es su
organización y clasificación, pues no se trata de ubicar equitativamente las
ciencias en una tabla distributiva, sino de jerarquizarlas, incluso, en su
capacidad y potencia de interpretación científica. La organización de las
ciencias que establece la gnoseología materialista de Gustavo Bueno (1992)
dispone el grado —los umbrales, si se prefiere— de cientificidad de cada ciencia,
de acuerdo con una serie de coordenadas y presupuestos inherentes a las propias
ciencias, a su realidad ontológica y poder constructivo. Se trata de superar de
este modo clasificaciones históricas precedentes, formuladas en momentos
sociales y temporales en los que las ciencias, bien se encontraban aún en un
grado de desarrollo embrionario o incipiente, bien no se habían planteado
todavía como tales ciencias categoriales. Téngase en cuenta, por ejemplo, la
configuración escolástica entre ciencias positivas parciales, por un lado, y la
filosofía, como ciencia total, por otro, clasificación de la que aún se sirve Husserl en su fenomenología a comienzos del siglo XX; decisiva en su momento
fue la ordenación de Wundt entre ciencias formales (matemáticas) y ciencias
reales, en la que se inspira directamente Ortega en obras como En torno a
Galileo; o la clasificación propuesta por Rickert para las ciencias reales, que
dirime la cuestión entre ciencias naturales y ciencias culturales, etc.[1].
Desde la gnoseología materialista, Gustavo Bueno propone una teoría de la ciencia, la teoría del cierre categorial, que, antes que clasificar las ciencias, lo que ofrece es —tal como lo entendemos desde la Crítica de la razón literaria— una auténtica organización de las ciencias y de sus posibilidades de interpretación y de construcción, y una definitiva superación de la división impuesta por el idealismo alemán entre «ciencias humanas» y «ciencias naturales». No hay que olvidar que para la gnoseología materialista las ciencias no son solamente una interpretación de la realidad, sino que son, ante todo, una construcción de la realidad. No son una hermenéutica —una interpretación filológica, con tintes psicológicos, de hechos previamente textualizados—, ni una epistemología —una visión subjetiva de objetos diseñados por el propio sujeto (valga la redundancia)—, sino una gnoseología —una construcción de la materia en su conjugación solidaria con la forma— fundamentada en una ontología. Para la teoría del cierre categorial toda gnoseología presupone una ontología, y toda ontología es constitutiva de una gnoseología. En consecuencia, toda ciencia, todo conocimiento categorial de la realidad, es un conocimiento constituyente de la realidad y constituido desde ella. Es una incorporación del Mundo (M) a las categorías del Mundo interpretado (Mi).
¿Cómo se organizan las ciencias según la gnoseología materialista? Vamos a explicarlo, siguiendo a Bueno (1992, 1995), a fin de justificar y acreditar el papel que en el conjunto de las categorías científicas le corresponde a la Teoría de la Literatura como ciencia categorial de la literatura o de los materiales literarios.
La organización de las ciencias debe imponerse al relativismo hermenéutico (Gadamer), a la tropología trabalingüística (Derrida), a la anarquía metodológica (Feyerabend), al idealismo filológico de encaje posmoderno (de Vattimo a Lledó), y a todo tipo de trucos epistemológicos y mitos retóricos muy al uso de la sofística contemporánea: el Ser, el Lenguaje, el Pueblo, la Identidad, el Espíritu, el Polisistema, la Mujer, la Otredad, lo Transnacional, etc., etc., etc. Y debe imponerse también al triunfo acrítico de las ideologías nominalistas que, desde la ignorancia gregaria de los grupos sociales que las enarbolan, pretenden hacer de los prejuicios gremiales una suerte de «ciencias humanas políticamente correctas». La organización de las ciencias conlleva sin duda un significado profundamente crítico, en la medida en que múltiples formas de conocimiento resultan identificadas como pseudociencias, protociencias, paraciencias, ciencias de ficción o incluso mitologías, pero no como construcciones realmente —esto es, operatoriamente— científicas.
En consecuencia, la clasificación de las ciencias contiene siempre componentes críticos, debido a la necesidad de discriminar e identificar su posición respecto a sus propios cambios gnoseológicos y frente a los campos (físicos, geométricos, estéticos, musicales, literarios, informáticos, jurídicos, históricos, antropológicos...) de otras ciencias con las que cada una de ellas entra en interacción. En la cuestión de la clasificación de las ciencias interviene toda una concepción del saber relativa a las relaciones entre el conocimiento científico y el conocimiento no científico, así como a las relaciones dialécticas dadas mutuamente entre las diferentes ciencias[2].
En la Edad Antigua, la gran novedad gnoseológica había estado representada —según postula Bueno (1992: I, 187 ss)— por el desarrollo de la geometría euclidiana, nueva ciencia que domina el campo de todos los sabes científicos, al ofrecer un sistema de normas críticas inmanente a todos ellos. Sin embargo, durante la Edad Media, la teología actúa como la auténtica «ciencia», desde la confesionalización del cuerpo fundamental de la filosofía clásica, sobre las demás «ciencias» u operaciones precientíficas llevadas a cabo por los pensadores del momento, convertida en una suerte de protociencia controladora de la totalidad de las actividades humanas. En nuestro tiempo, sin embargo, sucede más bien al contrario: los saberes científicos y racionales sufren el ataque de los saberes gremiales, ideológicos e irracionalistas de grupos sociales que, ofuscados por pretensiones de salvación humana universal y en nombre de supuestos valores (paz, igualdad, sexismo, nacionalismo, indigenismo, etc.), se revelan en contra de las ciencias efectivamente existentes, sobre todo en el ámbito de las Letras y de las denominadas «ciencias humanas», cuyos procedimientos gnoseológicos en muchos casos ignoran por completo, dada su deficiente o nula formación en los respectivos campos categoriales, a propósito de los cuales se presentan, curiosamente, como especialistas de reconocido prestigio. Nada más gregario, pues, que el prestigio. Para constatar esta realidad, basta recordar las polémicas de Alan Sokal contra el uso acientífico y fraudulento de conceptos categoriales, en el que incurren incontables escritores posmodernos. El ridículo espectáculo al que quedaron reducidos comités científicos de revistas como Social Text[3] no ha impedido que publicaciones periódicas y consejos editoriales de ese tipo, sobre todo en el ámbito de las «ciencias humanas», se hayan multiplicado de forma tan acrítica como exponencial en las últimas décadas. Y, sea dicho con toda franqueza, en la mayoría de los casos de forma completamente inútil al conocimiento científico de la literatura.
5.6.1.1. Conceptos previos a la organización de las ciencias.
5.6.1.1.1. Impugnación de las clasificaciones dicotómicas o binarias de las ciencias.5.6.1.1.2. Metodologías α-operatorias y β-operatorias.
5.6.1.1.3. Procesos de progresión (progressus) y regresión (regressus) de las ciencias.
5.6.1.1.4. Principio de neutralización de operaciones.
5.6.1.2. Organización gnoseológica de las ciencias.
5.6.1.2.1. Ciencias naturales.5.6.1.2.2. Ciencias computacionales.
5.6.1.2.3. Ciencias estructurales.
5.6.1.2.4. Ciencias reconstructivas.
5.6.1.2.5. Ciencias demostrativas.
5.6.1.2.6. Ciencias políticas.
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NOTAS
[2] Sobre esta
cuestión, vid. Bueno (1992: I, 187). Y sobre la dialéctica de las ciencias,
vid. especialmente págs. 215-228.
[3] Como todo el mundo sabe a estas alturas, Alan Sokal (1997, 2008), simulando un lenguaje incomprensible, deconstructivista y abstruso, sostenía en su célebre artículo de 1996, titulado «Transgressing the Boundaries. Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity», que los sectores más avanzados de la física actual confirmaban las tesis filosóficas de Derrida. Meses después, en 1997, el propio Sokal explicó detalladamente en otra publicación que los contenidos de ese artículo, publicados en Social Text, habían sido una burla intencionada para demostrar la falta de rigor de quienes —como Derrida y otros posmodernos— se servían de términos científicos de forma ignorante y sofista. El episodio provocó un escándalo que, pese a su impacto académico, no puso coto a los excesos de la posmodernidad ni a la farsa de los comités científicos de las revistas académicas. Como el mismo Sokal explicó en su momento, era una parodia de los disparates que la «filosofía» posmoderna desplegaba —y despliega— sobre las denominadas ciencias humanas y ciencias naturales. Insisto en que un hecho como éste debería haber desacreditado para siempre al mundo académico que se inspira en tales procedimientos de selección y evaluación investigadora. La desvergüenza académica ha sido y es de tal envergadura que, lejos de limitar esta práctica la ha potenciado de forma infinitamente cínica y sofisticada.
- MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Ontología de las ciencias según la gnoseología materialista», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (III, 5.6.1), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).
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