III, 5.4.1 - Modos científicos trascendentes de conocimiento literario: descriptivismo, teoreticismo, adecuacionismo y circularismo

 

Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
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Índices





Modos científicos trascendentes de conocimiento literario: 

descriptivismo, teoreticismo, adecuacionismo y circularismo


Referencia III, 5.4.1


Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria

Los modos científicos trascendentes de conocimiento literario son procedimientos ejecutivos de interpretación de los materiales literarios que permiten identificar el modus operandi de las ciencias, disciplinas y teorías de la literatura, de acuerdo con cuatro modalidades fundamentales: descriptivismo, teoreticismo, adecuacionismo y circularismo.

Estos cuatro modos científicos son trascendentes a los materiales que constituyen ―y estructuran ontológicamente― el campo categorial de cada ciencia. Cada uno de ellos está determinado por el modo en que relacionan, en sus procedimientos de interpretación e investigación científica, los materiales que se estudian y la forma en que se estudian. Según cómo se relacionen formalmente los materiales de una ciencia, el investigador adoptará un procedimiento descriptivista, teoreticista, adecuacionista o circularista. Toda investigación científica se desarrolla siempre bajo alguno de estos modos científicos trascendentes de conocimiento, pero no siempre el científico o investigador sabe qué tipo de modalidad sigue o utiliza en sus trabajos. La mayor parte de los teóricos y críticos de la literatura ignora que sigue procedimientos descriptivistas, teoreticistas o adecuacionistas en sus interpretaciones de los materiales literarios. Los procedimientos circularistas no cuentan apenas con usuarios en el ejercicio de la interpretación literaria, si exceptuamos a quienes siguen los presupuestos metodológicos de la Crítica de la razón literaria.

Los teóricos, críticos y filósofos de la literatura han seguido siempre, en realidad sin excepciones, desde la Poética de Aristóteles, primero, y desde las tres críticas kantianas, después, diferentes procedimientos de interpretación literaria que se basaban una y otra vez en planteamientos epistemológicos, es decir, en criterios de oposición entre sujeto y objeto, esto es, entre ser humano y obra literaria, reducida esta última con frecuencia a un fenómeno de diseño subjetivo. Sin embargo, la Crítica de la razón literaria, como Teoría de la Literatura, impugna y rechaza todo planteamiento epistemológico, por idealista e irreal, por psicologista y acientífico ―ni Aristóteles ni Kant son nuestros colegas―, y opta por un planteamiento gnoseológico, basado no en la oposición, sino en la conjugación, de materia y forma.

En consecuencia, estos cuatro modos científicos trascendentes de conocimiento responden a los tipos fundamentales de teorías gnoseológicas o teorías de la ciencia, que se establecen a partir de la relación entre la materia y la forma de las ciencias, y que se delimitan en función del concepto de verdad científica, tal como explica Gustavo Bueno en su teoría de la ciencia, denominada teoría del cierre categorial (1992), que aquí aplicamos a la interpretación de los materiales literarios.

Desde esta perspectiva, la tipología que establece Bueno es gnoseológica y dialéctica. Es gnoseológica porque, como se ha dicho, pretende clasificar las teorías de la ciencia por relación a las coordenadas de materia y forma como conceptos conjugados. Y es dialéctica porque, como se verá, no se limita a la exposición acrítica de un censo o inventario de teorías de la ciencia efectivas o posibles, sino que plantea abiertamente un sistema polémico de alternativas, dentro del cual cada teoría contiene de forma potencial o explícita la expresión negativa de las demás teorías. El resultado de la tipología que seguimos, propuesta por Bueno (1992) y reinterpretada aquí desde las exigencias ontológicas de la literatura, es, pues, crítica y dialéctica, y dispone un conjunto de teorías de la ciencia caracterizadas por la beligerancia mutua, dada por el contraste o incluso la incompatibilidad objetiva entre sus principios, métodos y consecuencias interpretativas —incompatibilidades y contrastes que aquí no se evitarán ni eludirán, en nombre de un holismo armónico o un monismo epistemológico, u otras extravagancias acríticas y curiosas, como la «cortesía bibliográfica» o la «diplomacia académica»—.

He aquí los cuatro tipos de teorías gnoseológicas planteadas por Bueno (1992), a las que me refiero en relación con cada uno de los materiales literarios.


1) Descriptivismo: ha sido particularmente determinante en las teorías y estudios literarios que se han ocupado del autor, al considerarlo como una entidad preexistente y acrítica, apriorísticamente dada, a la que se ha reducido a un objeto de descripción histórica, positivista, psicoanalítica, sociológica, lingüística, estilística o incluso meramente formalista. Desde el descriptivismo se considera que la verdad brota de la materia independientemente de la forma (la verdad como aléetheia, como descubrimiento). La verdad se identifica aquí exclusivamente con la materia, que resulta hipostasiada (sea la obra literaria, en manos de los formalistas; sea el autor, frente al positivismo histórico; sea el lector, según las teorías de la recepción, etc.).

 

2) Teoreticismo: su influencia ha sido absoluta en las poéticas formales, funcionales y estructuralistas, que analizan, sobre todo a lo largo del siglo XX, las formas determinadas por su valor funcional en el texto. Según el teoreticismo, la verdad científica procede de la forma, independientemente de la materia (la verdad como coherencia, como desarrollo lógico y formal). La verdad estará, pues, en la forma de los materiales literarios, forma que resulta hipostasiada, al ser separada de la materia que la dota de contenido empírico (es el caso del ser humano reducido a un pronombre personal ―yo― o sujeto lingüístico, de la poesía reducida a una secuencia tónica y átona de segmentos métricos, o de la novela limitada a una sintaxis de acciones, funciones o situaciones narrativas).

 

3) Adecuacionismo: su impacto se ha reflejado sobre todo en la estética de la recepción alemana (Jauss, 1967; Iser, 1972), así como en sus antecedentes fenomenológicos (Ingarden, 1931) y hermenéuticos (Gadamer, 1960), y en sus consecuentes posmodernos más inmediatos (Barthes, 1968; Eco, 1979). Desde el adecuacionismo se considera que el conocimiento surge de la yuxtaposición de materia y forma (la verdad como correspondencia, como «encaje»). Forma y materia se hipostasían primeramente por separado, y sólo después se postula su «engranaje», coordinación o adecuación. La conexión entre materia y forma es metamérica, al plantearse entre totalidades enterizas (obra / lector), de modo que la obra literaria se concibe como una materia que un lector ideal o modélico, implícito o implicado, es decir, absolutamente hiperformalizado e irreal, interpreta en términos adecuacionistas (obra / lector = materia / forma). La forma deja de este modo de estar objetivada en la estructura ―«ausente», dirá Eco― de la obra literaria, que queda convertida en objeto material de examen, para ubicarse en la mente o conciencia de un lector ideal, operatoria o empíricamente inexistente. La estética de la recepción alemana no es sino una fuga de las formas ―y de los formalismos― a través de la conciencia subjetiva de sujetos ideales. El estructuralismo pasa del texto al lector, de la obra al receptor, para postular desde la Rezeptionsästhetik una adecuación entre ambos.

 

4) Circularismo: es la concepción que postula la teoría de la ciencia que elabora Gustavo Bueno, y que aquí reinterpretamos desde la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura para aplicarla al estudio de los materiales literarios (autor, obra, lector e intérprete o transductor). La verdad científica o conocimiento correcto brota de contextos en los que desaparece la distinción entre materia y forma (la verdad como identidad sintética), en tanto que se concibe que la materia y la forma se construyen de forma mutua, simultánea, solidaria y conjugada, y que bajo ningún concepto pueden considerarse de modo separado, autónomo o inconexo, ni en el tiempo (descriptivismo y teoreticismo) ni en el espacio (adecuacionismo). Se evita toda hipóstasis de materia o de forma. La conexión entre materia y forma gnoseológicas se da en términos de conexión diamérica (entre partes o estructuras partitivas), no metamérica (entre totalidades enterizas o no estructuradas). La figura pragmática y gnoseológica de la transducción literaria, tal como la he expuesto desde 1994, constituye el procedimiento metodológico por excelencia del circularismo literario (Maestro, 1994, 1994a, 1996, 2002).

 

La aplicación de estas cuatro teorías de la ciencia, propuestas por Gustavo Bueno (1992), al estudio de la ontología literaria y de sus materiales es un capítulo fundamental de la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura, un itinerario de investigación que he desarrollado desde hace años, en particular con la publicación en 2007 de Los materiales literarios. Resulta constatable que, históricamente, desde la Teoría de la Literatura, se ha tratado de interpretar cada uno de los cuatro materiales literarios —autor, obra, lector e intérprete o transductor— a través de una de estas teorías ―descriptivismo, teoreticismo, adecuacionismo y, tras el reconocimiento de la transducción como operación de cierre categorial de tales materiales, el circularismo―.

Así pues, como se ha justificado en su momento (Maestro, 2007b), la idea de autor se ha examinado a partir de teorías literarias claramente descriptivistas, desde Aristóteles hasta el positivismo histórico más reciente. A su vez, la idea de texto, mensaje u obra literaria, acaparó siempre la atención de teorías de la literatura de corte fuertemente teoreticista o formalista, desde la decimonónica Escuela morfológica alemana hasta varias corrientes posestructuralistas y posmodernas. Por lo que se refiere al lector, fueron teorías literarias de naturaleza adecuacionista las que pretendieron, no siempre con éxito, establecer una correspondencia o diálogo entre la obra literaria y el receptor, incurriendo en muchísimos casos en una fenomenología de consecuencias metafísicas, la cual ha afectado, en mayor o menor grado, a casi todas las corrientes metodológicas aglutinadas en torno a las poéticas de la recepción. Finalmente, la compleja verdad de la comunicación literaria, interpretada en su sentido más pragmático, exige el reconocimiento y análisis de la figura del transductor, esto es, un sujeto que interpreta para los demás, es decir, que opera con materiales literarios en tanto que intérprete dotado de competencias y autoridad de transmisión y transformación de tales materiales, a fin de disponerlos ante nuevos lectores e influir de forma determinante sobre sus condiciones y posibilidades de recepción e interpretación. El análisis de la transducción literaria nos sitúa ante una teoría circularista —propia de la Crítica de la razón literaria—, al reconocer en el itinerario de construcción, comunicación e interpretación de la literatura un proceso circular, incesante y dialéctico, en el que están implicados de forma continuada, crítica y global todos los materiales literarios: autor, obra, lector e intérprete o transductor.



 Índices capitulares

                  5.4.1.1. Descriptivismo.

                  5.4.1.2. Teoreticismo.

                  5.4.1.3. Adecuacionismo.

                  5.4.1.4. Circularismo.







Información complementaria


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Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria