III, 8.4.4.1 - Genología literaria: los géneros


Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
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Índices





Genología literaria: los géneros


Referencia III, 8.4.4.1


Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria

La teoría literaria de las últimas décadas del siglo XX insistía en que el concepto de género literario debía «ligarse necesariamente de nuevo a literatura, de modo que la Poética de géneros acabe hablando de obras literarias» (Pozuelo Yvancos, 1985: 396). Es obvio que sólo puede ser así. En el mismo sentido se habían pronunciado García Berrio y Huerta Calvo (1992: 90), por ejemplo, al afirmar que los géneros literarios proporcionan «un inexcusable punto de engarce para que los planteamientos historicistas hagan el debido hueco a la reflexión teórica, y para que, en reciprocidad, los programas demasiado abstractos de los teóricos cuenten con los hechos empíricos de la historia literaria». No conviene olvidar, a este propósito, que Aristóteles, en su concepción de los géneros literarios, no llegó a sustraerse completamente de una consideración histórica (Poética, IV), al preguntarse, desde presupuestos esencialistas o biológicos, como si se tratara de un organismo vivo, si «la tragedia ha alcanzado ya su pleno desarrollo» (Poética, 1448b).

En sus estudios sobre genología y comparatismo, Guillén (1985: 141-181) ha señalado varios enfoques desde los que es posible determinar una aproximación al examen de los géneros literarios, y en los que trata de resumir y actualizar aportaciones anteriores de otros comparatistas, desde presupuestos históricos, sociales, pragmáticos, estructuralistas y comparativos. Guillén procede mediante síntesis, un tanto enciclopédica, a organizar de acuerdo con estas categorías el estado de la teoría literaria tal como se había desarrollado hasta aproximadamente el penúltimo cuarto del siglo XX.


 

1. Historia

Así, para Guillén, los géneros literarios evolucionan y se transforman históricamente, como valores diacrónicos que admiten manifestaciones sucesivas y diferentes a lo largo del tiempo, capaces de afirmarse o de desaparecer de su curso histórico. Hoy se admite que el sentido histórico de los géneros literarios, así como su percepción dinámica a lo largo de la historia, prevalece desde las teorías románticas o prerrománticas elaboradas por el idealismo alemán (Schiller, 1795; Schlegel, 1800); sensiblemente continuada en las teorías darwinistas y positivistas de Brunetière (1980), que perduran hasta entrado el siglo XX, y por los presupuestos organicistas de la escuela morfológica alemana (Dibelius, 1910; Schissel, 1912), que sirven de antesala a varias concepciones sintácticas del formalismo ruso, cuyos representantes identifican cada época por el agotamiento de los modelos principales y su sustitución por géneros secundarios o populares[1]. La concepción histórica de los géneros literarios se ha mantenido hasta nuestros días, y se ha visto fermentada con aportaciones procedentes de dominios afines, como el estructuralismo, la poética de la recepción, la semiología y, por supuesto, el comparatismo.

En sus estudios «Sobre el género literario», Lázaro Carreter (1979) ha señalado algunas de las propiedades históricas de este sistema literario, al insistir en la habitual insatisfacción de un escritor valioso frente a los géneros recibidos, lo que le induce a encabezar el desarrollo de nuevas modalidades literarias. La conversión histórica del género literario surge con frecuencia cuando un escritor o un conjunto de escritores identifica en una obra anterior un modelo estructural para sus propias creaciones, incorporando aspectos formales y semánticos de su propia competencia (personajes, tiempos, técnicas narrativas...). En este sentido se admite que, desde el punto de vista de los movimientos generacionales, un epígono modifica ciertas funciones o elementos significativos en el género recibido. Históricamente, el parentesco genérico de dos o más obras literarias depende con frecuencia de la acción de determinadas funciones comunes, y de la recurrencia de ciertas categorías morfológicas, cuya afirmación o deterioro determina habitualmente la época de vigencia de un género literario. Todos estos planteamientos disuelven la naturaleza ontológica de la Literatura Comparada y la sitúan en el espacio de una Teoría de la Literatura, convirtiéndola, en lo que a este punto se refiere, en una cuestión de género, históricamente variable.


 

2. Sociedad

Admitir sociológicamente el carácter institucional de la literatura equivale a considerar que los géneros literarios forman un sistema que participa igualmente en esta convención social, y que se comprende y se transforma por relación a las competencias y modalidades de la colectividad en cuyo seno cultural adquiere forma y sentido. Desde este punto de vista, han sido varios los autores que, desde perspectivas comparatistas, se han referido no tanto a una sociología de la literatura, sino más bien a la consideración de determinados componentes formales de las obras literarias, sobre los que es posible actuar como complejos sociales establecidos, capaces de condicionar apriorísticamente la comprensión e interpretación de la literatura (Levin, 1963; Anceschi, 1968; Corsini, 1974; Guillén, 1971: 506 ss; 1978). En este sentido, Guillén (1985: 144 ss) concluye en que el género literario es un modelo conceptual, en el cual lo que verdaderamente evoluciona es «el paradigma mental, compuesto generalmente de algunas obras canónicas, mientras el propio tiempo las imitaciones individuales del modelo obedecen a su propio ritmo de evolución». Obsérvese como Guillén incurre de nuevo en el más acrítico de los psicologismos, al reducir la interpretación sociológica de los géneros literarios, debemos suponer que desde una perspectiva comparatista, a una cuestión «mental».


 

3. Pragmática

Desde el punto de vista de la pragmática de la comunicación literaria, la noción de género se ha «dilatado» notablemente, desde los presupuestos metodológicos e historiográficos proporcionados por la semiología, y, sobre todo, por el psicologismo de la estética de la recepción (Iser, Eco, acaso puede exceptuarse a Jauss, quien prefirió incurrir en sociologismo), la «ordinariez» de la teoría de los actos de lenguaje, o el materialismo primogenérico de la ciencia empírica de la literatura (Schmidt, 1990), etc., que se han ubicado en la importancia —o en la conciencia— del público a lo largo de la historia de la recepción de una obra literaria, así como en la posibilidad de que su transmisión en el seno de una determinada sociedad produzca efectos muy diferentes, según las condiciones de recepción, difusión, economía, mediación, traducción, ideología, edición, etc., sobre las que es posible actuar de modo más o menos eficiente y observable (transducción). De nuevo son teorías literarias las que se ocupan, en este capítulo, de los supuestos intereses comparatistas. Y teorías literarias muy impregnadas de psicologismo.


 

4. Estructura

Guillén (1985: 149-150) ha hablado del estatuto lógico del género literario (¿acaso hay otro?). Sin embargo, Guillén usa en esta ocasión el término «lógico» en un sentido por completo fraudulento, porque de inmediato reduce la cuestión de los géneros literarios, para los que propone un análisis estructural, a un problema de conciencia: porque su objeto es definir la acción de cada género como modelo mental, elaborado o asumido inicialmente por el escritor y comprendido o evaluado más o menos igualmente por el público receptor (críticos, mediadores, lectores convencionales o ideologizados, etc.). Se trataría, en consecuencia, de examinar la trayectoria histórica, cambiante y compleja, que experimentan los criterios lógicos y conceptuales en tanto que legibles desde una conciencia acrítica, fenomenológica, mentalista, del género literario, como consecuencia de la actividad creadora o expresiva y, muy especialmente, de la labor interpretativa de los intermediarios (transducción). Guillén parece estar hablándonos de una recepción emocional y psicológica de los materiales literarios, más que de una recepción científica y lógica de ellos.


Este cariz ideal o conceptual —ha escrito Guillén (1985: 149)— es lo que el crítico pierde de vista en el momento en que se reduce a decir ‘el libro X es una novela’ o ‘la obra Y es una utopía’ —como si fuera lícito afirmar que un caballo es la especie equina. Si un caballo alazán pertenece solamente a la especie equina, una producción poética puede ‘pertenecer’ sin dificultad a más de un género [...]. Nos hallamos ante un ejemplo, un guía, un concepto-resumen, donde se compendian y concilian los rasgos predominantes de una pluralidad de obras, autoridades y cánones.


En efecto, es completamente lícito afirmar que, de hecho, un caballo pertenece a la especie de los equinos, del mismo modo que una producción poética pertenece, «sin dificultad», a más de un género. Pero pertenece siempre a uno, a otro, o a varios, con arreglo a un sistema de normas objetivadas (M3), no merced a una fenomenología social o a un idiolecto particular (M2).


 

5. Comparación

Desde el punto de vista de la Literatura Comparada, la genología literaria se planteó vinculada al estudio de las lenguas, culturas, literaturas y civilizaciones en que habría brotado un género determinado, lo que exige, en primer lugar, contar con un conocimiento adecuado de lo que es un género literario (Teoría de la Literatura), con objeto de explicar, en segundo lugar, su realización formal en materiales literarios sujetos a una interpretación comparatista (Literatura Comparada).


 

Coda

Es indudable que el desarrollo de estas categorías ha variado notablemente según el objeto de conocimiento y los presupuestos en que se apoyaba en cada momento la investigación literaria. Por estas y otras razones análogas sería posible perfectamente añadir a la clasificación propuesta por Guillén categorías como la filosófico-antropológica (Todorov, 1979), desde la que se trata de esclarecer los problemas relativos al origen de los géneros, su naturaleza y estructura profundas en relación con la antropología y la mitocrítica, o el método filológico, tal como lo conciben por ejemplos los estudiosos de la Estilística literaria (Bally, Spitzer, Vossler, D. Alonso y A. Alonso).

Autores como Ortega y Gasset (1914/1984: 181 ss) se han referido a los géneros literarios desde criterios idealistas y genéticos, en tanto que cada una de estas modalidades literarias remitiría a un conjunto de «funciones poéticas» o «direcciones en que gravita la generación estética», pero, aparte de escribir algunas palabras todas ellas muy acicaladas, no han desarrollado ninguna teoría de los géneros literarios en absoluto: «Entiendo, pues —escribe Ortega en una declaración tan confusa como inútil—, por géneros literarios, a la inversa que la poética antigua, ciertos temas radicales, irreductibles entre sí, verdaderas categorías estéticas» (182). Afirmar tal cosa es simplemente publicar una ocurrencia intrascendente. A este respecto, Marías, en sus comentarios a las Meditaciones del Quijote, añade una idéntica nadería: «el género literario consiste precisamente en la generación de la obra partiendo de su tema, en su génesis. Un uso milenario del término «género» como meramente formal (géneros y especies) ha hecho posible olvidar el momento genético que va incluso en su raíz. El género literario es la vía por la cual, desde el ‘fondo’ de un cierto tema preciso, se engendra la obra correspondiente» (n. 6, p. 181). He aquí un ejemplo manifiesto de lo que es una concepción completamente idealista y psicologista de los géneros literarios. Lo que aquí se dice del género literario podría predicarse igualmente del agua mineral o de la vida de los ofidios.

En suma, uno de los enfoques que más éxito han despertado en el mundo académico contemporáneo para explicar el fenómeno de los géneros literarios consiste en adoptar una perspectiva diacrónica a la hora de exponer el objeto de estudio, y describir paralelamente la operatividad, dinamismo y amplitud que los géneros pueden alcanzar en determinadas manifestaciones literarias, pertenecientes a conjuntos supranacionales a veces muy diferentes entre sí, y cuya expresión ha resultado esencial —o al menos muy representativa— en la realización histórica de tales géneros. Es el modelo adoptado con frecuencia desde la Teoría de la Literatura y desde la Literatura Comparada. Es, en una palabra, el modelo propuesto por Hegel en su Estética (1835-1838). La crítica moderna se aferró a este modelo al fundamentar en él las posibilidades contemporáneamente más eficaces para explicar el problema de los géneros literarios, que Hegel lleva a la práctica suprema del idealismo filosófico desde un criterio ontológico y dialéctico, y que la poética del siglo XX asumió de forma tan recurrente como variada, al proponer una clasificación de los denominados géneros históricos como resultado de su configuración literaria a través de los tiempos. Lo cierto es que todo cuanto se ha escrito acerca de los géneros literarios desde criterios históricos, sociológicos, estéticos, semióticos, comparatistas, etc., es con frecuencia resultado de lo que se ha propuesto inicialmente desde la ciencia de la literatura (teoría literaria) o desde la filosofía de la literatura (crítica literaria). En todo caso, la Literatura Comparada no ha hecho sino aplicarlo a la interpretación de determinados materiales literarios.

El mismo Guillén (1985: 150-181), en su estudio comparativo sobre géneros literarios y conjuntos supranacionales, incurre constantemente en la descripción teórica del género literario, al concluir con una tipología que distingue cuatro clases o modos principales, y reiterar una y otra vez que «no hay ejercicio crítico que no suponga, cada día más conscientemente, saberes y posturas teóricas» (138): cauces de presentación o comunicación (narración, poema cantado, monólogo, las Naturformen der Dichtung de Goethe, los radicals of presentation de Frye...), los géneros literarios propiamente dichos (novela, teatro, lírica), las modalidades literarias (sátira, alegoría, parodia, lo grotesco...), y las denominadas formas de ordenación, disposición, estructura (el soneto, el diálogo, la epístola...)[2]. Una clasificación de esta naturaleza resulta sumamente confusa e inoperante, pues se trata de una analítica cuya síntesis resulta imposible, al mezclar en la interpretación de los géneros literarios criterios pragmáticos, argumentos formalistas y tipologías textuales.

Todo objeto de conocimiento es siempre resultado de un sistema teórico que le confiere una forma, le dota de un sentido, y le proporciona una operatividad; lo que hay que hacer es explicar su realización y manifestación gnoseológicas en las categorías interpretativas accesibles material y formalmente al conocimiento humano. No será ocioso insistir una vez más en que, si nos apoyamos en la gnoseología para describir, a través de las configuraciones lógico-formales y lógico-materiales de la literatura, el desarrollo que en ella adquieren cualesquiera otras categorías, como la forma, el género o la intertextualidad, se hace precisamente porque el modelo materialista es uno de los más estables, desde el momento en que permite siempre observar la constitución ontológica y la operatividad gnoseológica de los materiales literarios.

Sin embargo, hemos de reconocer que Guillén no aporta nada nuevo a una teoría de los géneros literarios, ni siquiera desde las exigencias que cabe esperar de una disciplina como la Literatura Comparada. Asimismo, autores como Pozuelo Yvancos (1985) y García Berrio o Huerta Calvo (1992) elaboran más bien una teoría de las especies literarias antes que una teoría de los géneros literarios, tal como se plantea y se exige desde la Crítica de la razón literaria y tal como hemos demostrado en nuestra crítica y dialéctica de los géneros literarios en el Quijote.


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NOTAS

[1] Recuérdese a este propósito, frente a las reservadas distancias respecto al formalismo ruso, la distinción de Bajtín entre géneros elevados o primarios, referidos con frecuencia a la cultura establecida o dominante, y los géneros secundarios, de tendencia cambiante, paródica, popular, futurista, contemporánea, cómica, polifónica, etc., a los que agrupaba incluso en un orden o categoría literaria diferente de la anterior. Entre los formalistas rusos, Schklovsky sostenía que toda nueva forma de arte representa con frecuencia la canonización de géneros infraliterarios, apoyándose de este modo en una disposición dual de la teoría genológica.

[1] Autores como Jolles han (1930) advertido, en este sentido, que a partir de la combinación de los géneros primitivos o elementales es posible llegar a todos los demás: Legende, Sage, Mythe, Rätsel, Spruch, Kasus, Memorabile, Märchen, Witz.

 





Información complementaria


⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada

  • MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Genología literaria: los géneros», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (III, 8.4.4.1), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).


⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria



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