Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica
del conocimiento racionalista de la literatura
La crítica literaria: de lo sensible a lo inteligible
La literatura sofisticada o reconstructivista ha sido sin duda, particularmente desde el triunfo del Romanticismo europeísta y anglosajón, la principal responsable del éxito de las interpretaciones contemporáneas de los materiales literarios basadas en criterios más sensibles que inteligibles, es decir, en experiencias fenomenológicas y psicológicas, de naturaleza subjetiva, antes que en prácticas y análisis conceptuales y lógicos, de orden objetivo y crítico. Dicho en términos propios de la Crítica de la razón literaria: la literatura sofisticada o reconstructivista ha estimulado intensamente el deseo y la satisfacción de las interpretaciones psicológicas (M2) de los materiales literarios frente a la necesidad y la exigencia de las interpretaciones lógicas (M3). Ha propiciado, en suma, lo sensible frente a lo inteligible, y ha ido incluso más lejos, al postular, pervertidamente, un enfrentamiento o lucha entre sensibilidad y racionalismo, como si aquella ocultara una forma superior de relación y entendimiento con el mundo y los seres humanos, o como si este sólo fuera una facultad o una potencia represora y homicida.
La literatura sofisticada o reconstructivista ha hecho creer a muchos lectores, y también a muchos críticos, que la literatura es una cuestión de sentimientos más que de inteligencia, del mismo que la literatura programática o imperativa se ha presentado ante muchos destinatarios e intérpretes como una cuestión de solidaridad, de compromiso o de ideología. La literatura sofisticada o reconstructivista puede y debe ser, por supuesto, interpretada conceptualmente (M3), pues sólo gracias al análisis lógico y objetivo de sus materiales puede gnoseológicamente identificarse y examinarse como tal.
Bajo ningún concepto la
interpretación de la literatura puede limitarse, reducirse o preservarse en los
límites fenomenológicos o psicológicos de lo meramente sensible, como si la
sensibilidad pudiera disociarse o separarse impunemente de la inteligencia que
la hace legible. Lo sensible es inteligible, y el fin de la Teoría de la Literatura es demostrar que la literatura es conceptualmente inteligible. En
este sentido, cabe afirmar que la literatura es la más sólida y atractiva
alianza que ha existido jamás entre la poética y la razón humanas. Si la
poética y la razón se disociaran o divorciaran, la literatura perecería. El científico puede ser insensible, pero el artista no puede ser irreflexivo. Lo
he dicho muchas veces a lo largo de este libro, y también en otras de mis
obras: no hay literatura irracional, sino hallazgos poéticos y literarios que
se sustraen a determinadas formas de racionalismo incapaces de comprender las
nuevas exigencias de obras artísticas que inauguran nuevos horizontes
racionales de expectativas. No hay obras literarias irracionales, sino lectores
carentes del racionalismo exigido por tales creaciones del arte verbal. Dicho
de otro modo, no hay literatura irracional, sino literatura sofisticada o
reconstructivista. En el arte, todo irracionalismo es un irracionalismo de
diseño (racional). Fijémonos en este poema Vicente Aleixandre:
Mira mis ojos Vencen el sonidoEscucha mi dolor como una lunaAsí rondando plata en tu gargantaduerme o dueleO se ignoraO se disuelveForma. Clamor. Oh cállate. Soy esoSoy pensamiento o noche contenidaBajo tu piel un sueño no se marchaun paisaje de corzas suspendido[1]
Se trata del poema «Instante», perteneciente al libro Espadas como labios (1932). Es un ejemplo superlativo de literatura sofisticada o reconstructivista. El poema reproduce la experiencia psicológicamente punzante de un pensamiento insoluble, posiblemente de repercusiones eróticas. La pulsión azota la conciencia del individuo en los instantes oníricos. La razón puede percibirlo perfectamente, y por ello le da forma, mediante imágenes y metáforas en las que el propio Lorca podría reconocerse: una Luna que es signo de dolor y agonía, iluminando el contorno de un cuello, como un collar de besos hirientes. Dormir es sufrir. El sueño coexiste con la razón, doliente. En el mundo de los sueños el ser humano es más débil, porque la razón no lo defiende del dolor. El racionalismo no reprime el sentimiento, sino que protege al ser humano del acoso de pulsiones irreflexivas.
Un cuerpo desposeído de razón es más vulnerable a las consecuencias nocivas del dolor, la inquietud, el desasosiego, el insomnio, la neurosis, la angustia, de lo que lo será una mente racionalista. Todo en el sueño es más vulnerable, porque la sensibilidad pierde las posibilidades que le ofrece la inteligencia. El poeta se sirve de una forma de comunicación autológica (Maestro, 1994), en la que el sujeto interior, el destinatario inmanente del verso, es el propio yo que lo enuncia. El pensamiento que le atormenta en su sueño, en su duermevela, es «forma», es «clamor», es algo que «duele», y se «ignora», algo que «ronda» y «se disuelve», lesionando la sensibilidad y azotando la ausencia instantánea de razón. El dolor irracional y psicológico es reincidente: «bajo tu piel un sueño no se marcha». Ni hay forma de silenciarlo, pues ni siquiera obedece al imperativo «cállate». Los ojos del poeta, abiertos pese a suponérsele dormido, son más expresivos que su verbo. Dicen más que cualesquiera palabras: «Mira mis ojos Vencen el sonido».
Aleixandre, en este punto, es hijo de la metafísica de su tiempo, donde lo onírico es lo inconsciente, es decir, un mundo irracional e ininteligible, desorganizado e inconmensurable, pero también inderogable, porque para hacerlo atractivo en su expresión —y rentable en sus posibilidades de comunicación— se nos ha impuesto la idea freudiana de que en el inconsciente habita el deseo, como si el inconsciente fuera un órgano más del cuerpo humano, en el que depositar «nuestras cosillas», como lo son el hígado, los riñones o la trompa de Eustaquio. Seductora tontería. Se ha subrayado con insistencia a lo largo de este libro que el inconsciente freudiano es un mito, un trampantojo, una figura retórica, un fantasma tras el cual no hay absolutamente nada sólido ni científico, salvo una rentabilidad editorial, mercantil e incluso académica, enormemente útil a cuantos viven del ejercicio de esta tropología. Inmediatamente el terreno está disponible a la intervención de los artistas, de modo que sólo a través del arte el mundo de lo oscuro y de lo oculto, el mundo de nuestros deseos, puede hacerse sensible e inteligible, determinándose mediante una recreación de formas poéticas.
El deseo se nos impone como una estrategia que ninguna prevención puede detener. Aleixandre encuentra en esta idea de Mundo (M), como materia ontológico-general o materia indeterminada, el mejor referente para hacer brotar de él el fundamento del Mundo interpretado (Mi) en su obra poética: el sexo y el amor, el placer y el dolor, el deseo y la realidad. Pero el sexo sólo engaña, y sólo es una experiencia engañosa, cuando va acompañado del amor o del dinero. Cuando no es así, es decir, cuando vive emancipado de esta causa (la ilusión) y de aquella consecuencia (la prostitución), el sexo es lo que realmente es: pura razón práctica. La lógica del amor se disuelve fácilmente en metáforas. La lógica del sexo se resuelve en la unión corporal y humana. La poesía de Vicente Aleixandre, bien en contra de lo comúnmente publicado, tiene mucho más que ver con el sexo que con el amor. Mucho más con la materia y el cuerpo que con cualesquiera otras cuestiones. Cabe preguntarse cuáles son —¿dónde están?— las construcciones amorosas del mundo contemporáneo. ¿Qué es lo que los seres humanos de hoy son capaces de hacer por amor? ¿En qué se materializa la fuerza de un amor del que tanto se habla y se escribe, y cómo se formalizan esas fuerzas? ¿Cuáles son sus obras? ¿Cuáles sus consecuencias?
Como material literario, formal y verbalmente constituido (M1), este poema habla en primer lugar a los sentidos del lector o del oyente. Pero en ningún caso la literatura en él contenida puede limitarse al umbral meramente fenomenológico o psicológico de sus receptores (M2), pues si no interviene la razón (M3), el poema resulta ininteligible. A menos que queramos proponer una interpretación mística o irracional del texto, cuyo misticismo o irracionalismo habría que fundamentar y justificar racionalmente, es decir, de forma aberrante o extraviada, desautorizando, sin duda, la realidad literaria del propio texto, de su autor —Vicente Aleixandre—, y de numerosos lectores e intérpretes precedentes.
En consecuencia, las interpretaciones de los materiales literarios (M1) pueden ser de dos tipos: sensibles (M2) e inteligibles (M3).
Serán sensibles (M2) si están basadas en experiencias meramente psicológicas, presupuestos fenomenológicos o exigencias idealistas, y serán inteligibles (M3) si se fundamentan en hechos interpretados desde criterios conceptuales y lógicos, que, además, den cuenta de aquellas realidades materiales que los hacen posibles como tales hechos (verum est factum: la verdad está en los hechos). Las interpretaciones sensibles siempre preceden a las inteligibles, pero no siempre desembocan en estas últimas. A veces, desembocan en un tercer mundo semántico. Particularmente, cuando se preservan, como tales, encerradas en la «vida interior» de un lector que renuncia a la razón para interpretar, más allá de su propia sensibilidad, el contenido y la forma de los materiales literarios.
Toda interpretación que no rebase el umbral fenomenológico o psicológico (M2) de los hechos, en este caso, de los materiales literarios (M1), resultará una interpretación sensible, con frecuencia de naturaleza epistemológica (objeto / sujeto), carente de fundamentos críticos que permitan articular una interpretación inteligible en términos conceptuales y lógicos (M3), lo suficientemente desarrollados como para adentrarse en una gnoseología (materia / forma). Las interpretaciones sensibles, basadas en una fenomenología de los hechos y en una epistemología del sujeto, cuya base es el propio yo, suelen ser fuente de idealismos, al incurrir en una hipóstasis de las formas.
Por su parte, las interpretaciones que aquí denominaré inteligibles, basadas en una gnoseología, exigen siempre como premisa una realidad material, de la que no se desprenden en ninguna de sus valoraciones ni conclusiones. La gnoseología nunca pierde de vista la realidad; la epistemología ilusiona toda visión de la realidad, convirtiendo a esta última en un espejismo.
Sucede que las interpretaciones sensibles (M2) pueden ser de dos tipos: irracionales o racionales. Son irracionales si se basan en el mito, la magia o la religión (numinosa o mitológica); y son racionales si la sensibilidad que interpreta se apoya en la psicología subjetiva, el sobrenaturalismo formalista (verbal, fabuloso, imaginario, fantástico, maravilloso…) o el animismo poético (animales que hablan, volcanes que dialogan con el ser humano…). A su vez, las interpretaciones inteligibles (M3) pueden ser críticas o acríticas. Son críticas si se basan en la crítica, la ciencia y la filosofía; y serán acríticas si se apoyan en ideologías, pseudociencias o religiones teológicas.
Esta tipología de la interpretación literaria que acabo de exponer está en la base de todas y cada una de las teorías de la literatura que han probado fortuna en la interpretación de los materiales literarios, teorías que el lector podrá identificar fácilmente en una o varias de las áreas expuestas en el siguiente gráfico:
Por lo común, la mayor parte de las teorías literarias despliegan su actividad en varias secciones o áreas del gráfico, si bien resultan ancladas en una zona fundamental, como le ocurre a la estilística de Dámaso Alonso con la psicología, a la mitocrítica de Northrop Frye con el animismo, al psicoanálisis freudiano con el mito, a la pseudoteoría literaria feminista con la ideología, a los intérpretes cristianos de Calderón con la teología, a la teoría de los polisistemas —y la lógica borrosa (cuando cae en manos de «teóricos de la literatura»)— con la pseudociencia, a las retóricas indigenistas y etnocráticas (en funciones de «estudios culturales») con la magia y la religión numinosa, etc. La posmodernidad se mueve básicamente entre las interpretaciones irracionales de los materiales literarios (mito, magia y religión) y las interpretaciones acríticas (ideología, pseudociencia y teología enmascarada de nihilismo). Las teorías literarias formalistas, desde la escuela morfológica alemana hasta el neoformalismo francés, pasado por el formalismo ruso, han situado siempre sus premisas en las interpretaciones inteligibles y críticas, de claro fundamento crítico, científico y filosófico, aunque en algunas de sus manifestaciones hayan incurrido posteriormente en interpretaciones sensibles y racionales, desembocando sobre todo en la psicología (estilística, New Criticism, estética de la recepción, semiología…) o en la sociología (corrientes marxistas, pragmática literaria…).
El lector puede constatar a estas alturas muchas de las características sumarias de las cuatro familias de la genealogía literaria.
La literatura primitiva o dogmática se presenta como anterior al mundo e incluso a su propia historia. Previa a la razón y a la crítica, es una literatura que se incorpora retrospectivamente a la Historia de la literatura porque es anterior, conceptualmente hablando, a la formalización de los materiales literarios. Es, en muchos modos, una literatura inverosímil y, sobre todo ucrónica. Construcción germinal y decisiva, muere antes de ser interpretada como literatura, pues sus artífices y contemporáneos la componen y preservan como texto sagrado, que no literario.
Frente a la ucronía de la literatura primitiva o dogmática, la literatura crítica o indicativa se caracteriza por no ser ni utópica ni ucrónica, sino por instalarse ejecutivamente en la realidad, tratando de influir operativamente en sus nódulos fundamentales. Es, diríamos en este sentido, una literatura eviterna: nace y no muere.
La literatura programática o imperativa sí es utópica. Es además partidista y gremial, y completamente acrítica consigo misma, justifica la moral de su grupo y el programa de sus ideales. Es una literatura estructural: no muere, se fosiliza. Se enquista.
Por último, como se verá en los ejemplos críticos que se aducen a continuación, la literatura sofisticada o reconstructivista es utópica y ucrónica, se sitúa de algún modo «fuera del mundo», artificiosamente ajena o paralela a la realidad. Conserva la crítica, pero se expresa a través de un irracionalismo de diseño, sofisticadamente construido por la razón. Porque esta literatura se sirve siempre de una razón disfrazada de contrasentidos, si bien todos ellos hábilmente organizados. Ofrece una visión diferente, anómala, imposible y con frecuencia deliberadamente irreal de la realidad. Es una literatura tecnológica y pseudoirracional, que da lugar a obras de orfebrería poética y verbal, de modo que cada pieza es una joya única.
Diríamos, en suma, que la genealogía de la literatura se despliega a lo largo y ancho de cuatro modalidades o familias literarias, cada una de ellas con una cualidad representativa y específica, que no exclusiva ni excluyente: ucrónica (literatura primitiva o dogmática), eviterna (literatura crítica o indicativa), estructural (literatura programática o imperativa) y tecnológica (literatura sofisticada o reconstructivista).
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NOTAS
[1] Vicente Aleixandre, «Instante», Espadas como labios (1932/2005: 292). Suprimo los signos de puntuación (excepto en el verso 5), con José Luis Cano y frente a Duque Amusco, ateniéndome a la versión original del poema.
- MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «La crítica literaria: de lo sensible a lo inteligible», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (V, 4.4), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).
⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria
- Borges y Unamuno: ¿lectores improductivos del Quijote? El uso de la Literatura Comparada hoy.
- Octavio Paz o
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con las palabras.
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y manipular al prójimo mediante el uso de signos? Y sin inteligencia artificial.
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