Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica
Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura
Carta abierta a los estudiantes de español de las Universidades de Estados Unidos y Canadá
Prolegómenos II, 4
Si eres estudiante de español en Estados Unidos o Canadá, esto te
puede interesar.
Y sobre todo te puede interesar si eres Hispano, o angloparlante
nativo, y estudias lengua española o literatura escrita en español.
Desde la primera década del siglo XXI comienza a desarrollarse, a
través del Hispanismo, una nueva corriente metodológica destinada a la
interpretación de la literatura.
Poco a poco, esta nueva metodología se ha implantado en
diferentes universidades de Hispanoamérica y de España, con el fin de superar
las limitaciones de la posmodernidad y del eurocentrismo.
Si eres estudiante de español, es muy probable que alguno
de tus profesores te haya hablado de esta nueva metodología, pero también es
posible que los profesores de tu Universidad aún la desconozcan, por muchas
razones.
De un modo u otro, tú puedes acceder directamente a estos
recursos, que están disponibles y a tu disposición, desde tu propia
Universidad.
Ten en cuenta que la mayor parte de los profesores de
Universidad, de tu Universidad y de todas las Universidades, no suele cambiar,
por razones de edad, inercia y costumbre, sus formas de interpretar las cosas,
aunque entre esas cosas esté la literatura y la lengua que hablan y enseñan. Tú
eres más joven que ellos, y estás en condiciones de actualizarte incluso más
allá de las indicaciones que tus propios profesores te puedan proporcionar.
No esperes a que tu profesor te hable de la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura. Siéntete libre de
hablarle tú, a tu propio profesor, de esta obra y de este método de
interpretación literaria. ¿Acaso no te ampara la libertad académica y el
diálogo con tus profesores?
La Crítica
de la razón literaria es una obra
cuyos contenidos y planteamientos, que constituyen actualmente una absoluta
novedad en la interpretación de la literatura, están disponibles en internet, y
a tu alcance, con solo pulsar un botón.
Presta atención a todo lo que puedes hacer de forma
abierta, libre y gratuita, con sólo una conexión a internet:
Tú puedes
ser de los primeros hispanistas en introducir en la academia norteamericana los
planteamientos metodológicos de esta corriente interpretativa.
Usa esta
metodología en tus estudios y trabajos de grado y posgrado. Aplica este método
a las obras y los autores de la literatura de tu país, y háblanos de tus
resultados y éxitos en la academia estadounidense y canadiense.
¿Vas a
dejar pasar esta oportunidad? No minusvalores tus fuerzas, ni tus
posibilidades. No minusvalores tu futuro. Presta atención a lo que la Fortuna
te ofrece: porque la oportunidad, cuando se va, nunca vuelve en su versión original…
Y amplía
con nosotros tus posibilidades académicas.
Jesús G. Maestro
Información complementaria
⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada
MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Carta abierta a los estudiantes de español de las Universidades de Estados Unidos y Canadá», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (Prolegómenos, II, 4), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).
⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica
Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura
La Crítica de la razón literaria ante las filosofías:
definición, clasificación e interpretación
Prolegómenos II, 5
La Crítica de la razón literaria sostiene
la siguiente concepción de filosofía, que se usará como instrumento
determinante en la interpretación de la realidad y de la literatura.
Este concepto de filosofía se basa en una clasificación y delimitación de los sistemas filosóficos conforme a cinco categorías fundamentales: modalidades, relaciones, ideas,conocimientos y operaciones.
Desde la Crítica de la razón literaria se considera que la filosofía
es un modo de relacionar, desde conocimientos científicos o acientíficos, las ideas
de que se dispone y con las que se actúa. No hay más secretos.
El modo de
relación puede ser sistemático o asistemático.
Las ideas
pueden ser racionales o irracionales.
La relación
de tales ideas puede ser dialéctica y crítica, o por el contrario puede ser
dialógica y acrítica. En el primer caso hay un racionalismo filosófico,
mientras que en el segundo caso el racionalismo es sofístico[1], es decir, procede
con la intención de convencer a través de argumentaciones falsas y sin objetivos
verdaderamente críticos, pero basados en el diálogo y en las apariencias del
consenso y la armonía, no en la dialéctica ni en el desengaño que nos hacen
compatibles con la realidad. Y que la propia realidad nos exige para sobrevivir
en ella.
Asimismo, los
criterios desde los que se ejerce la filosofía, y que afectan a la relación de
las ideas, pueden estar basados en conocimientos científicos o no, esto es, en
conocimientos acientíficos, populares, religiosos, fideístas, ideológicos, etc.
No es lo mismo interpretar el estallido de un trueno desde la meteorología que
desde la fe, la teología, el mito o la magia.
Finalmente, hay
que advertir que la filosofía no es sólo una forma de pensar, sino también de actuar.
No sólo lo que pensamos, sino sobre todo lo que hacemos, es decir, nuestra
forma de actuar y de vivir, de obrar y de comportarnos ―nuestras obras, u
operaciones, si se prefiere―, pueden orientarse hacia la consecución de
hechos factibles o de utopías. En el primer caso, obramos conforme a una
filosofía materialista, y en el segundo caso nos movemos en el terreno de las
filosofías idealistas, cuyas operaciones no dan lugar a resultados corpóreos o
materiales, sino metafísicos, psicológicos o ideológicos, que, bien remiten a
un futuro inalcanzable, pero prometido, bien conducen directamente al fracaso,
el engaño, la violencia o la guerra.
El resultado
de tales combinaciones se basa en un conjunto sistemático de cuatro criterios
y dos estructuras, conjunto que da lugar a una serie de modos, ideas,
relaciones y operaciones, los cuales, estructurados de forma concertada o
desconcertada, permiten definir e identificar, por sí solos, cualesquiera
sistemas filosóficos o formas de comportamiento humano. Modos, ideas,
relaciones, conocimientos y operaciones son los principales criterios para comprender y
ejercer una filosofía, cuya estructura resultará siempre, y necesariamente,
concertada o desconcertante.
Clasificación
de las filosofías según sus propios criterios y estructuras
Criterios
Estructuras
1 Modos
2 Relaciones
3 Ideas
4 Conocimientos
5 Operaciones
+ Concertadas
o
concertantes
Sistemáticos
Dialécticas o críticas
Racionales
Científicos
Materiales
― Desconcertadas
o desconcertantes
Asistemáticos
Dialógicas o acríticas
Irracionales
No científicos
Ideales
________________________
NOTAS
[1] A pesar de todo, hay que reconocer que, con excesiva frecuencia, la filosofía se presta a exhibirse como una forma excéntrica de ejercer la sofística. A veces, también, se disuelve en un ergotismo que no conduce a nada.
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⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada
MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «La Crítica de la razón literaria ante las filosofías: definición, clasificación e interpretación», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (Prolegómenos, II, 5), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).
⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria
⸙ Atestaciones de la Crítica de la razón literaria (II, 5)
La filosofía, en España, se encuentra en su literatura. Los filósofos españoles han sido siempre poetas, dramaturgos y novelistas, de Fernando de Rojas a sor Juana Inés de la Cruz, de Cervantes a Quevedo, del Arcipreste de Hita a Gabriel García Márquez, de Jorge Manrique a sofistas como Jorge Luis Borges.
La filosofía posmoderna es la botica de la autoayuda.
El idealismo es una filosofía incompatible con la realidad que nace como consecuencia del luteranismo y del fracaso dieciochesco de una Alemania que no sabe qué hacer ni con su Historia ni con su geografía.
Desde finales del siglo XVIII, la ciencia prescinde de la filosofía como quien se libera de un lastre insoportable. La impedimenta histórica de las ciencias no fue solamente la teología, sino también, y con creces, la filosofía.
La ciencia es lo único que, verdaderamente, hace prosperar la vida humana. Ni la religión, ni la política, ni la filosofía han alcanzado nunca los progresos de las ciencias. Con frecuencia, ni siquiera los han permitido en numerosas ocasiones históricas. Religión, política y filosofía han sido muchas veces obstáculos en el desarrollo de las ciencias. Históricamente y también actualmente.
Filosofía y poesía comparten una experiencia que les hace olvidar todas sus posibles diferencias: me refiero a la experiencia del narcisismo, en la que poetas y filósofos se dan la mano en lugar de darse la espalda.
La declaración atribuida popularmente a Voltaire, según la cual hemos inventado la palabra azar para expresar el efecto conocido de toda causa desconocida, no es sino un juego de palabras sólo posible tras la mecánica de Newton, el verdadero responsable de la muerte de la filosofía. Newton es un hombre que se hace preguntas filosóficas a las que da una repuesta científica. Con Newton la ciencia reemplaza definitivamente a la filosofía. Después de Newton, a la filosofía sólo le queda la explotación del idealismo, que encontró en la Reforma y el pietismo alemán el único modo de sobrevivir. Kant hizo el resto.
Desengañémonos: la ciencia hace innecesaria la filosofía. Y lo que es más grave: convierte al filósofo en un bufón. Por estas razones, la filosofía, en determinados momentos de la Historia, sólo sobrevive entre cínicos, curas y políticos frustrados o ideólogos vocingleros. Ante la ciencia, el terreno de juego de la filosofía queda reducido a la religión ―en la que ya no se cree― o a la política ―en cuyo río revuelto se ahoga la democracia―.
La filosofía es tan liberticida o más que la religión.
La filosofía es una forma excéntrica de ejercer la sofística.
Toda filosofía es una retórica para adolescentes, porque, en realidad, todo filósofo piensa siempre como un adolescente.
Hay algo que todos los filósofos olvidan cuando hablan de filosofía,
es decir, cuando hablan de sí mismos: que la filosofía pueda explicar el mundo
no significa que pueda reemplazarlo. Incluso podríamos decir que la filosofía,
más que explicarnos qué es la realidad, nos explica quién es el filósofo que
habla. Porque lo cierto es que la filosofía no nos habla de la realidad, sino
del filósofo de turno. Cuando leemos a Spinoza no conocemos a la realidad, ni a
Dios, sino a Spinoza. Cuando leemos a Heidegger no conocemos ni al tiempo ni
al Dasein, sino a Heidegger. Cuando leemos a Freud no accedemos al
inconsciente, sino a Freud. Cuando leemos a Kant no entramos en contacto con el
noúmeno, sino con Kant. Cuando leemos a Leibniz no conocemos a las mónadas,
sino a Leibniz. La lista es interminable. Como interminables son las
ficciones de la filosofía. Porque toda filosofía tiene su propio Dios o «Gran
Hermano», al que adora como si no fuera la ficción que es. La filosofía es
la religión de quienes no se sienten cómodos con el dios de la religión de sus
padres. Y se inventan otro dios nuevo y propio. Cada filósofo el suyo. El
politeísmo filosófico es infinito: ápeiron, nous, demiurgo, motor
perpetuo, Dios, sustancia pura, Leviatán, mónada, Voluntad, Superhombre,
inconsciente, Dasein, ego trascendental... Y cuando la religión fatiga, o
disiente, la filosofía busca el amparo de la política o cualesquiera ideologías
con las que amancebarse y sobrevivir. Filosofía, ideología y religión son los
tres géneros principales de la sofística universal. Son formas parásitas de
expresión y supervivencia. Siempre en busca de un genitivo y su consonante:
filosofía de la música, ideología de género, religión de paz... filosofía de la
literatura, ideología de izquierdas o derechas, religión de amor... filosofía
de la matemática, ideología de masones o carlistas, religión de Estado... La
filosofía, como la religión, como la ideología, es un catálogo de divinidades.
Y un genitivo parasitismo de excentricidades sofisticadas. La Crítica
de la razón literaria mantiene fuertes distancias y prevenciones frente a
estas tres formas de acecho y amenaza al racionalismo antropológico y a la
libertad humana.
Con todo, hay que
advertir que el mundo actual ha experimentado un cambio radical respecto a la
idea de libertad. Hasta tal punto que las personas nacidas en el siglo XX
disponen de una idea de libertad muy diferente de la que tienen las personas
nacidas en el siglo XXI. Entre otras cosas, esto se debe a que la educación que
unos y otros han recibido tiene objetivos ―e intenciones― muy diferentes. En
líneas muy generales podemos decir que la educación científica y universitaria
de la segunda mitad del siglo XX tenía como objetivo educar al ser humano para
la libertad. Para vivir en libertad, para saber exigirla y para poder hacerla
valer. Hoy, sin embargo, el objetivo ha cambiado. Y ha cambiado de forma muy
inquietante. Ya no es la libertad, sino la felicidad, el objetivo de nuestro
tiempo. Y no sólo en educación, sino en todo lo relativo a sociedad, trabajo,
economía, comercio y política. La felicidad está por encima de la libertad.
Está, de hecho, por encima de todo. Y hasta tal punto lo está que ese patológico
deseo de felicidad exige vivir ignorando la libertad como objetivo humano
fundamental. La gente quiere ser feliz, pero no libre. En un contexto de esta
naturaleza resulta difícil ser original, pero más difícil aún resulta ser
inteligente.
La felicidad es un
extraño e indefinido sentimiento, variable y relativo, del que no se puede
hablar en términos generales, y menos aún imponer colectivamente. Para unas
personas la felicidad consiste en vivir en un convento de clausura y para otras
en consumir estupefacientes, perder el tiempo o el juicio en las redes sociales o ponerse una grapa en
los genitales. Una sociedad alienada por la felicidad es esencialmente una
sociedad muy infeliz. Se mueve ―tantálicamente― por lo que no tiene. A veces,
también patológicamente.
Por último, en un
contexto de esta naturaleza, en el que se habla de filosofía y literatura,
censura y libertad, la filosofía inspira mucha desconfianza. Los filósofos nos
hacen desconfiar cada día más de la filosofía. Entre otras cosas, porque la
Historia de la filosofía es la historia de la búsqueda obstinada de un
«Gran Hermano» orwelliano. Y en este punto, filosofía, religión y
fanatismos varios se hermanan patológicamente. Todo filosofar conduce a esa
búsqueda obsesiva de un amo, de un líder o jefe supremo, de un Führer o
caudillo, sin el cual no se pueda vivir, ni se deje tampoco vivir a los demás:
el ápeiron de Anaximandro, el nous de
Anaxágoras, el Demiurgo de Platón, el motor
perpetuo de Aristóteles, el Dios de Tomás de Aquino,
la sustancia pura de Spinoza, la mónada de
Leibniz, el Leviatán de Hobbes, el noúmeno de
Kant, el Espíritu absoluto de Hegel, la idea de voluntad de
Schopenhauer, la idea de materia en Marx, el Superhombre de
Nietzsche, el inconsciente de Freud, el Dasein de
Heidegger, el Ego trascendental de Gustavo Bueno... Los
filósofos se pasan la vida buscándonos amos. Toda filosofía es una novela mal
escrita. Es la biografía frustrada de un totalitarista en busca de fieles para
recuperar y legitimar un trono presunto y prometido.
Pero la Historia ha demostrado que la burguesía es entre sí mucho
más solidaria y colaboradora transnacionalmente de lo que el proletariado lo
fue para sí mismo como organización internacional y universalista. Y no sólo
durante las dos guerras mundiales, sino antes y sobre todo después de ellas.
Capitalismo y burguesía no son —no lo han sido nunca— tan ridículos y tan
inofensivos como los ha pintado Brecht en su teatro cómico, épico y dramático.
La imaginación acaba por convertir toda utopía en un tumor que se desarrolla,
con frecuencia horriblemente, en la realidad histórica —territorial,
estructural y fronteriza— de una sociedad política frente a otras. Basta pensar
en el nazismo y el marxismo. La burguesía ha alcanzado un grado de solidaridad
y unidad internacionales, es decir, una globalización, que el
proletariado invocado por Marx y Engels —«¡trabajadores de todos los
países, uníos!»— no ha logrado, ni logrará, nunca. No deja de ser
violentísimamente irónico que los ideales del proletariado decimonónico hayan
sido literalmente copiados y conquistados, reproducidos y gestionados de forma
plena por su adversario histórico y político: la burguesía capitalista. En
menos de 100 años, al capitalismo le ha sobrado tiempo para globalizar el
planeta y ponerlo todo a su absoluta y totalitaria disposición, en nombre,
además, de la democracia. Liberal, por supuesto. Toda la obra de Marx ha sido
un manual de instrucciones al servicio de la burguesía capitalista y la
democracia liberal, sistema de gobierno que se ha perfeccionado y sofisticado
insólitamente gracias a este idealista alemán, quien pasa por ser el artífice
de una de las filosofías más materialistas de la Historia. Los filósofos
olvidan con frecuencia que toda
filosofía tiende siempre al idealismo, por muy materialista que se declare
en sus intenciones y nomenclaturas. En el fondo, todo
filósofo piensa siempre como un adolescente.
La música, como la matemática, se sustrae al verbo, pero no a la razón. El racionalismo musical está dado a una escala diferente del racionalismo lingüístico. Y es insoluble en él. Desde los presupuestos metodológicos de la Crítica de la razón literaria, consideramos que la relación entre música y literatura es totalmente gratuita. Y que la relación entre música y filosofía es, para un músico, totalmente irrelevante. Tal vez no lo sea para un filósofo, pero no hay que olvidar que un filósofo es un parásito de la realidad. ¿Por qué? Pues porque necesita la realidad para hacerse genitivamente visible, ya que por sí mismo carece de originalidad y sustantividad —no hay filosofía sustantiva—, y necesita ser filósofo de algo, es decir, parásito de lo que hacen otros: música, literatura, ciencia, deporte, política... No nos engañemos: la filosofía ha vivido siempre de fingir una inteligencia ajena e impropia. Filosofar no es amar el conocimiento, sino parasitarse del trabajo ajeno. Insisto en que no hay, ni puede haber, filosofía sustantiva: toda filosofía es adjetiva o parásita de una realidad o actividad ajena. Toda filosofía lo es de algo ajeno a la propia filosofía. Si hay filosofía es porque hay un parásito que dice filosofar.
Desengañémonos: la ciencia hace innecesaria la filosofía. Y lo que es más grave: convierte al filósofo en un bufón. Por estas razones, la filosofía, en determinados momentos de la Historia, sólo sobrevive entre cínicos, curas y políticos frustrados o ideólogos vocingleros. Ante la ciencia, el terreno de juego de la filosofía queda reducido a la religión ―en la que ya no se cree― o a la política ―en cuyo río revuelto se ahoga la democracia―.
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