III, 4.3.2 - La falacia adecuacionista de las poéticas de la recepción

 

Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
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Índices





La falacia adecuacionista de las poéticas de la recepción


Referencia III, 4.3.2


Foucault y Nietzsche

Adecuacionismo es el término que se utilizará en la Crítica de la razón literaria para identificar a todas aquellas teorías de la ciencia que consideran que la verdad científica está en la conexión objetiva que se pretende postular entre los componentes materiales y los componentes formales de las ciencias [1]. Se considera que no es posible establecer tal conexión entre materia y forma literarias porque ambos conceptos vienen ya dados de modo conjugado, es decir, son términos inseparables: no hay materia sin forma ni hay forma sin materia. Son términos que no se pueden aislar o independizar, esto es, hipostasiar, el uno del otro. El adecuacionismo no percibe esta imposibilidad de disociación entre materia y forma, y postula erróneamente la separación objetiva, o sea, ontológica, entre los elementos materiales y formales. Las teorías de la recepción son adecuacionistas desde el momento en que conciben al lector como una forma hipostática cuya materia es el texto literario. De este modo, sustraen materialmente al lector su propia realidad ontológica, a la vez que derogan en el texto su específica constitución formal.

Las primeras configuraciones de una teoría de la ciencia de naturaleza adecuacionista tienen lugar en la época de Platón y Aristóteles, y toman como referencia a la aritmética y la Geometría como ciencias efectivas. En sus escritos sobre los primeros y segundos analíticos, Aristóteles se enfrentó con el problema de la demarcación de las ciencias, lo que le llevó a establecer una discriminación práctica entre los silogismos científicos (geometría, aritmética...) y los silogismos sofísticos (retórica...). De este modo, indudablemente deductivo, trata Aristóteles de segregar los componentes formales de las ciencias (silogismos científicos) de sus componentes materiales (silogismoi epistemonikoi). Porque los componentes materiales habrán de ser distintos de las formas silogísticas, ya que están dados fuera de ellas. Aristóteles evita así tanto el regressus ad infinitum como el circularismo, por el que, sin reservas, se decanta la filosofía de Bueno (1992) en el desarrollo de la teoría del cierre categorial como teoría gnoseológica. Para Aristóteles, los principios de las ciencias se objetivan en fuentes materiales, mientras que sus conclusiones se objetivan en formas silogísticas. Así evita el circularismo (las conclusiones silogísticas se demuestran por sus principios silogísticos) y el regressus ad infinitum (si los principios del silogismo tienen que demostrarse por otros principios, nada podría ser demostrado). Aristóteles no está aquí lejos del principio platónico de la symploké, enunciado en el Sofista, y según el cual si todo se puede demostrar, o si nada se puede demostrar, el conocimiento científico sería imposible, porque la demostración científica, es decir, la verdad científica, es posible en unos ámbitos o categorías (geometría, Historia, física, lenguaje...), pero no en todos (las verdades de la geometría no son las verdades de la Historia, etc.). En consecuencia, sólo es demostrable aquello que está vinculado a ciertos sistemas de axiomas, es decir, a ciertos ámbitos categoriales o científicos (los de la geometría, la aritmética, la retórica, la poética, la música...). El lugar de la verdad científica para Aristóteles será aquel espacio en el que se objetiva la cópula, participación o adecuación (homoiosis) entre la materia axiomática y la forma conclusiva, esto es, entre las fuentes materiales primarias y los silogismos formales derivados proposicionalmente de los principios materiales. El concepto aristotélico de homoiosis o adecuación no se concibe al margen de otro concepto, no menos decisivo y ciertamente confuso, como es el de mímesis o analogía. Ambos principios remiten a las relaciones de semejanza dadas tanto por consustancialidad de materia (sinalógicas), entre conclusiones y premisas, como por identidad de componentes esenciales (isológicas), entre silogismos formales y hechos materiales. No en vano Aristóteles, en la Poética, identifica en la mímesis el principio generador del arte, como una imitación o reproducción formal de la naturaleza como realidad material, apriorística, acrítica e inmutable.

El adecuacionismo es heredero de las formulaciones originales de Aristóteles. Esta tendencia gnoseológica supone que el conocimiento científico descansa de idéntico modo y en igualdad de condiciones sobre los dos fundamentos de toda ciencia: los componentes formales (teoría) y los componentes materiales (empiria). La estética de la recepción ha polarizado respectivamente estos componentes en la figura metafísica de un lector ideal y en el concepto psicologista de un texto fenomenológico, cuya materialidad queda reducida a una ilusión trascendental fraguada en la mente de un lector modélico. La verdad —supuestamente científica, pero en realidad puramente fenomenológica— se define así por la relación de adecuación o correspondencia (isomorfismo) entre la forma proposicional desplegada por la psicología del lector y la materia inerte a la que aquella forma va referida y referenciada. En términos lógicos, sería el caso de la conocida «teoría semántica de la verdad» formulada por Alfred Tarski; en términos psicológicos, es el caso de la teoría de la recepción de Iser.

El adecuacionismo, con su postulado de exacta correspondencia entre el lector como forma y el texto como materia, se presenta como una conjunción de la hipóstasis (sustantivación metafísica) de la materia practicada por el descriptivismo (que en este caso toma como referencia al texto, en lugar del autor) y de la hipóstasis de la forma proyectada por el teoreticismo (que ahora centra su atención en el lector, en lugar del texto). En el descriptivismo, la verdad científica no debe nada a nuestra forma de acceder a ella. Nuestras capacidades serían sólo una herramienta más. En el adecuacionismo, en cambio, sí se cree que nuestra forma de acceder a la materia es un constitutivo esencial de la verdad científica. De ahí la sostenida preponderancia atribuida al lector durante todo el proceso de recepción e interpretación literaria. Digamos que en el adecuacionismo los elementos formales —la psicología del lector— se ajustan a los materiales —la ontología del texto literario— para conformar la verdad, aunque en realidad se trate de una especie de yuxtaposición o falsa correspondencia en la que forma y materia van por separado y son aislables la una de la otra, pues de hecho el lector, siempre ideal, nunca accede a las ideas del texto literario (M3), superiores, irreductibles e intraducibles a la ilusión fenomenológica (M2) operada por la psicología del lector. En la verdad científica, como contexto gnoseológico de la adecuación, podríamos decir que la realidad pone la materia (el texto) y el ser humano pone la forma (el lector): sin lo uno y sin lo otro no hay verdad (en el descriptivismo en cambio la verdad sólo está en la materia), y ésta es la diferencia frente al adecuacionismo (donde no hay gnoseológicamente implicación mutua entre materia y forma, como sí sucede en el circularismo, sino sólo yuxtaposición o falsa correspondencia).

Como resulta observable, las teorías de la recepción literaria incurren fácilmente en el psicologismo adecuacionista. Abundantes son los elementos y categorías psicologistas que están presentes en muchas teorías de la ciencia[2].

Así sucede, por ejemplo en la tradición aristotélica, al definir la ciencia como habitus conclusiones. Tanto el hábito como la conclusión, como momentos en que culmina un razonamiento, entendido como «tercer acto de la mente», son términos utilizados con valor psicológico. Psicológico es el concepto platónico de anamnesis. El Novum Organum (1620) de Bacon está impregnado de expresiones psicologistas, así como su célebre clasificación de las ciencias (fundada en tres supuestas facultades psíquicas: memoria, imaginación y razón), que Diderot incorporó a la Enciclopedia. La presencia de la perspectiva psicológica en la sistemática de las tres críticas kantianas, especialmente en la segunda edición de la Crítica de la razón pura (que contiene la «teoría kantiana de la ciencia»), es una cuestión inesquivable en la Historia de la Filosofía (Bueno, 1992).

Del mismo modo, el tratamiento de las cuestiones gnoseológicas en la mayor parte de los escritores de principios de siglo XX está impregnado de categorías psicológicas, visible desde títulos como los de Wallas, El arte del pensamiento (1926), o Jacques Hadamard, Psicología de la invención en el campo matemático. El propio Thomas S. Kuhn no deja de apelar en su teoría de la ciencia a numerosas categorías psicológicas, tan centrales como las de «aprendizaje de la relación de semejanza» o de «resolución de problemas». La presencia de categorías psicológicas en los tratados de teoría de la ciencia es un hecho manifiesto. Sin embargo, lo que le interesa plantear a la teoría del cierre categorial de Bueno es una cuestión de derecho, desde el momento en que la gnoseología materialista considera que tal presencia no está justificada en absoluto.

Ninguna idea acerca de ciencia, ni acerca de cualquier otra cosa, puede asumirse desde el vacío, es decir, desde un conjunto nulo de premisas. No es aceptable la reabsorción o la interpretación total de la teoría de la ciencia desde un enfoque psicologista. Las teorías psicologistas de la ciencia no alcanzan el núcleo gnoseológico de las ciencias. El enfoque psicologista del análisis de las ciencias provoca siempre un eclipse gnoseológico, tal como aconteció en las poéticas de la recepción literaria.


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NOTAS

[1] Tomamos este término de la teoría del cierre categorial de Gustavo Bueno (1992).

[2] La gnoseología materialista identifica componentes psicológicos en los siguientes sectores de los ejes del espacio gnoseológico: a) en el eje sintáctico, las operaciones; 2) en el eje semántico, los fenómenos; y 3) en el eje pragmático, los autologismos.






Información complementaria


⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada

  • MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «La falacia adecuacionista de las poéticas de la recepción», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (III, 4.3.2), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).


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Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria