VI, 14.28 - El sexo en La Regenta, de Leopoldo Alas, «Clarín»


Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
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Índices





El sexo en La Regenta, de Leopoldo Alas, «Clarín»


Referencia VI, 14.28


Crítica de la razón literaria Jesús G. Maestro

El Magistral era un hombre inteligente, sí. Sobre todo si lo comparamos con los demás personajes de La Regenta. Excepto con el narrador. El narrador es sin duda el personaje más inteligente de la novela. Pero el Magistral, pese a su presunta inteligencia, no tiene relaciones con mujeres. Y aún menos con mujeres inteligentes. Si exceptuamos a su madre, un personaje literario sin precedentes en la literatura universal anterior a Leopoldo Alas.

La supuesta inteligencia del Magistral, en consecuencia, está muy limitada, diríamos, a sus asuntos profesionales. Concretamente, a sus asuntos clericales. Hacer de la clerecía una profesión es todo un triunfo. Un triunfo de la impotencia, naturalmente. Fuera de ellos ―es decir, fuera de sus asuntos eclesiásticos―, es un pelele. De ello se da buena cuenta al final de la novela. Nada aprende del fracaso quien no sabe evitarlo. Y qué pocos saben y pueden sobrevivir a su propio fracaso. Y aún aprender algo de él.

La vida real exige una vida plena. Una vida que no puede limitarse a actividades sectarias, sean éstas profesionales o no. Muchísimas personas hacen de su profesión una actividad sectaria. Téngase en cuenta que la secta es un sucedáneo de la sociedad, y que quien no puede, por impotente, vivir en sociedad, sólo puede esperar la acogida de la servidumbre en una secta. Algún antropólogo ha dicho que «la servidumbre es la consecuencia del temor al sacrificio». Cuántos esclavillos hacen las sectas. Todos ellos eunucos incapaces de afrontar el sacrificio individual y social que exige la realidad de la vida real, valga la redundancia. No en vano Fortuna no perdona jamás a los cobardes. Los cobardes son el combustible de las sectas. El reservorio social de los impotentes.

La vida real exige tratar con hombres y con mujeres, plenamente, sexualmente, amorosamente, bélicamente, laboralmente... Vivir entre libros es vivir en la impotencia. Diré más: vivir entre libros es vivir en un tercer mundo semántico. Es la vida bajo el complejo de Fausto. Es un simulacro de vida. Es vivir una vida de ficción al estilo de Borges o de Pessoa, y de otros infelices por el estilo. A los impotentes les gusta preservarse entre las Letras. Disimular en el arte sus impotencias y cobardías. Anidan allí en su adolescencia, y no crecen jamás. El Magistral ―aunque literario― es un caso representativo.

Dos cosas esenciales hacen madurar al ser humano: el trabajo y el sexo. El sexo se domina y se conoce ejerciéndolo. El Magistral llega a sus 36 años sin saber apenas nada de la vida real. La única mujer que conoce es su madre, que es lo mismo que convivir con un esperpento de autoridad y de negación vitales. Y conoce también el sexo ―más prostibulario que concubinario― de la pobre Teresina, su criada para todo.

Pero el amor lo conoce el Magistral con Ana Ozores, que es una tonta de capirote. Ninguna persona inteligente se enamora jamás de una tonta. La estulticia es el principal antídoto del amor. Con todo, un sinnúmero de incautos la confunden con su principal ingrediente. Allá cada cual. Hablo de amor, no de sexo. La Regenta, Ana Ozores, demuestra que el Provisor no era tan inteligente como el lector desea suponer, inducido por un narrador terriblemente astuto y azunado. Si tu punto débil es el amor, es porque no has amado a nadie lo suficientemente valioso como para percatarte de lo que traes entre manos, ni has amado, desde luego, con la inteligencia requerida. Acaso, simplemente, porque no has podido. Álvaro Mesía es otro ejemplo representativo, y completamente plano, de donjuán anodino. El realismo deshace a estos aventureros de folletín.

Pero lo cierto es que Fermín De Pas, el Provisor de la diócesis de Vetusta, no amó nunca a nadie antes de dar con Ana Ozores. Y nadie lo amó a él jamás. De Pas es un niño muy mal educado. Es también un escolástico, que sabe que la filosofía no sirve para nada. La filosofía ―él mismo lo afirma― «es un bostezo». Es todo un escolástico, un cura de alto standing, que no sabe nada de la vida real. Sexualmente está condenado al vicio. Con todo, hay algo a su favor: es el único hombre que se toma a la Regenta en serio. Pero ella no lo sabe: no se da cuenta. La Regenta es una tonta trágica. Y lo pagará carísimo.

Su destino en la novela es caer, finalmente, en los labios anuros de una criatura tan repugnante como el sacristán Celedonio. Quien haya leído la novela confirmará que no hay personaje más ínfimo, física y moralmente, que este recremento humano. Una figura literaria cuya prosopografía retrata a tantos y tantos conocidos reales.

Por otro lado, el Magistral quiere amor, no sexo. Sexo ya lo mantiene con Teresina, primero, y Petra ―«la rubia lúbrica»―, después. Un sexo sin amor, indudablemente. Es lo único posible. El Magistral demuestra, una vez más, que el amor es mucho más fuerte que el sexo. De esto no se dan cuenta muchas personas. Entre otras cosas, porque nunca se han enamorado de verdad. No hablamos de los versos de Lope de Vega ―«esto es amor, quien lo probó lo sabe»―, ni del canto de Cherubino ante Susana y la condesa en las Bodas de fígaro mozartianas («Voi che sapete che cosa è amor…»). Hablamos del amor en la vida real, no del amor en el arte, como esa suerte de embellecimiento de las ilusiones colectivas y personales. A diferencia del sexo, el amor puede ser una de las principales formas de autoengaño. Sobre todo cuando no se ha conocido nunca real y verdaderamente. Lo hemos dicho infinitas veces: el sexo sólo engaña cuando va mezclado con el amor y con el dinero.

El Magistral es un miserable. Un fracasado en el amor, un impotente en la vida real y un indigente sexual. Como tantos.






Información complementaria


⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada

  • MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «El sexo en La Regenta, de Leopoldo Alas, «Clarín»», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (VI, 14.28), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).


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