III, 1.2.1 - Degeneración y disolución de la filología



Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
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Índices





Degeneración y disolución de la filología


Referencia III, 1.2.1 


Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria

En el ejercicio de la interpretación de la literatura, la Crítica de la razón literaria se distancia, sin rechazar su instrumental metodológico, de todas aquellas teorías literarias que se consideran exentas de enjuiciar el presente a la hora de interpretar la literatura. La distancia, o huida del presente, que caracteriza a las teorías literarias ajenas a los problemas del mundo contemporáneo, puede tener lugar de dos formas o modos de entender la literatura: el modo idealista o escolástico y el modo histórico o etnológico. El primero de estos modos se aproxima a la filología, y el segundo al historicismo decimonónico. 


Al ejercer la filología de un modo idealista o escolástico, el intérprete se sitúa —y nos sitúa— intencionalmente en un mundo histórico, pero intemporal o ucrónico, que contiene ideas supuestamente eternas, como Lengua, Gramática, Literatura, Autor o Nación, próximo en cierto modo a un espacio en el que habitan formalmente las causas primeras y los primeros principios. La filología adopta así la forma de una doctrina enseñable y transmisible, y se convierte en un modelo semejante al de una escolástica de la literatura. Este modo de ejercer la filología ha entrado en innegable decadencia desde finales del siglo XX. Que muchos de nuestros colegas digan una y otra vez que la filología no puede morir nunca es una prueba fehaciente de su presente agonía, a la vez que confirma la visión que se tiene de ella como una especie de realidad trascendente, depositaria de los secretos y esencias de la investigación lingüística y literaria. En las universidades americanas nadie sabe hoy día lo que la filología es, y en las europeas, salvo los profesores de filologías clásicas, nadie conoce profesionalmente ni el latín ni el griego. 


No celebro esta deplorable situación, pero tampoco escribo al respecto para transmitir un discurso moral o una hermosa elegía, sino porque la realidad es así, y así debe exponerse críticamente. La cultura europea no es hoy día la cultura dominante. Y no es necesario ser ningún profeta para estar seguro de que en el futuro lo será aún menos. Acaso en breve será una cultura extinguida por sí misma, dado que sus procedimientos son absolutamente suicidas en estos momentos. La filología no sobrevive en determinados ámbitos académicos porque no se han encontrado ni implantado modos de servirse de ella para construir una crítica efectiva sobre la realidad de nuestro mundo contemporáneo. Los conocimientos que surgen de la filología son mucho más débiles que las creencias que mueven a los ideólogos alistados en los estudios culturales, neohistoricistas o feministas. Y también a presuntos filólogos, que bajo la etiqueta de la filología o de la literatura se dedican a cultivar los estudios culturales, sin percibir en modo alguno el daño que tal idea de cultural provoca en el seno de su propia actividad profesional, la filología académica[1]. Las ideas no tienen fuerza para subsistir por sí mismas. La creencia es hoy día una experiencia más fuerte que el conocimiento, es decir, la ideología atrae a la gente con más intensidad que la ciencia. Y esto sucede en el seno mismo de la Academia, dentro de nuestra Universidad, no en el teatro, ni en los circos, ni en los estadios deportivos. La filología es hoy día la escolástica de la literatura. Un saber arqueológico. 


Por su parte, el segundo de estos modos, histórico o etnológico, ha sido —y a veces sigue siendo— una forma más de entender la literatura como algo ajeno al presente, y ha encontrado en el Historicismo decimonónico los caminos que conducen incesantemente ya no a un mundo intemporal, sino pretérito, histórico, donde la literatura resulta fosilizada, convertida en un saber arqueológico, sin implicaciones en el presente. Sus contenidos son, en el caso del historicismo decimonónico, los datos disponibles, registrados positivamente en las fuentes documentales, y a cuyo inventario ha quedado reducida con frecuencia la literatura y la cultura de una nación. La Historia de la literatura representó durante décadas el cuerpo doctrinal de la literatura. Hoy constituye por excelencia un modelo de doxografía literaria. 


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NOTA

[1] En el otoño de 2022, ante la oferta del Centro Internacional del Español de la Universidad de Salamanca, tuve ocasión de plantear la organización de un Curso de Teoría de la Literatura: sobre la dialéctica estudios culturales / estudios literarios. La razón de impartir un curso de tales contenidos y características en el Centro Internacional del Español no era una arbitrariedad ni un capricho, sino una razón motivada por la naturaleza misma de los objetivos que esta institución hacía públicos entonces en su propia página de internet, y que decían literalmente lo siguiente: «El Centro Internacional del Español (CIEUSAL) articula su actividad en dos dimensiones. Por un lado una dimensión horizontal o espacial en la que quiere ser punto de encuentro sobre la lengua española en sus múltiples facetas (lingüística, literaria, cultural, creativa, empresarial) para la ciudad de Salamanca, la comunidad autónoma de Castilla y León, España y los países de habla hispana, y para todos aquellos que sienten el español como suyo sean o no hablantes nativos. Por otro, una dimensión vertical o temática, que atiende a las actividades para las que está siendo diseñado el edificio del antiguo Banco de España. En esta segunda dimensión, el Centro Internacional del Español busca ser un espacio abierto a todos: al turista que tiene curiosidad por saber por qué la Universidad de Salamanca es la Universidad del Español; al investigador que está trabajando en su tesis doctoral sobre Carmen Martín Gaite o al profesor que escribe un artículo sobre Eduardo Galeano; al emprendedor que diseña una aplicación informática para la enseñanza del español a sinohablantes; al público interesado en escuchar una charla sobre cómo era nuestra lengua hace 500 años, cómo lo es hoy en día o cómo lo será en los próximos siglos; a la poeta cuyos versos impregnarán las paredes, otrora con olor a billetes y pagarés del tesoro, de rimas y metáforas; al jurista que explique por qué el lenguaje del derecho debe ser claro y accesible y no enrevesado y esotérico; a los congresistas que debaten sobre los entresijos del discurso político o sobre el futuro del microrrelato; a los estudiantes de primaria que hacen sus primera armas en el género del debate; a los periodistas que reflexionan sobre cómo llegar a una comunicación más eficaz, veraz y castiza en tiempos de posverdades, anglicismos o noticias falsas; a las instituciones como la Real Academia Española, las Academias Americanas de la Lengua, el Instituto Cervantes, departamentos universitarios, instituciones educativas, ministerios, etc. de la ciudad y del mundo para los que el estudio y la difusión del español es una seña de identidad; al ciudadano de a pie que quiere saber más, aprender algo nuevo… Todos tenéis aquí vuestra casa». Recibida mi propuesta, el Centro Internacional del Español, en lugar de solicitar más información al respecto, se limitó a responder, oficialmente, desde su dirección, esto: «Con relación a lo que me planteas, el Centro Internacional del Español va a iniciar una nueva etapa, a la espera de financiación, y esperamos centrarnos en producción propia. Todo está aún por precisar y no descarto que más adelante atendamos proyectos externos, pero no en estos momentos. De todos modos, gracias por la propuesta de colaboración». Del publicitario «Todos tenéis aquí vuestra casa» pasamos, a la hora de trabajar, a calificar los proyectos de los demás de producción externa, y, por lo tanto, a excluirlos de una institución que, siento pública —porque la pagamos todos—, distingue —¿con qué criterios?— entre lo propio y lo ajeno. A veces, cualquier parecido con la realidad no es una coincidencia, sino, simplemente, una errata. Acromegálica.






Información complementaria


⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada

  • MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Degeneración y disolución de la filología», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (III, 1.2.1), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).


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