III, 7.2 - Los géneros literarios como «esencias porfirianas». El género literario en función de la especie: la diferencia específica

 

Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
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Índices





Los géneros literarios como «esencias porfirianas».

El género literario en función de la especie: la diferencia específica



Referencia 
III, 7.2


Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria

«Esencias porfirianas» son aquellas que se caracterizan por señalar un género próximo y una diferencia específica. La célebre definición del ser humano como bípedo implume responde a estos parámetros. La bipedación señala el rasgo que identificaría al ser humano como género, mientras que la cualidad de «implume» designaría la diferencia específica y distintiva de la esencia humana. De la misma manera pueden entenderse definiciones del Hombre dadas por la metafísica clásica («el Hombre es un ser para la muerte»). Las «esencias porfirianas» incluyen la esencia que se define en un grupo genérico amplio y, posteriormente, señalan su característica específica y propia. Las esencias, cuando se definen al modo porfiriano, suponen algo eterno y universal. Se trata de definir un referente por lo que tiene de inmutable y eterno. Identifican el género y distinguen la especie. Proceden, pues, mediante la figura gnoseológica de la clasificación, y operan desde el género supremo hacia la especie distintiva, es decir, se codifican de acuerdo con la diferencia específica[1]

Es necesario en este punto retomar algunas cuestiones, relativas a los modi sciendi, que se han expuesto, siguiendo a Bueno (1992), en el capítulo de la gnoseología literaria. Me limitaré aquí al criterio de la clasificación, ya que se trata de una figura gnoseológica fundamental en relación con los géneros literarios.

Como sabemos por Bueno (1992), las clasificaciones, como funciones estructurantes o constituyentes, son procedimientos que, a partir de relaciones dadas en el campo, establecen nuevos términos [T < R], simples o complejos, dentro del sistema que constituye el campo gnoseológico, en este caso, el de los géneros literarios. La construcción de las clasificaciones puede ser ascendente (de las partes al todo) o descendente (del todo a las partes). A su vez, las totalidades que integran o constituyen las clasificaciones pueden ser atributivas (partitivas o nematológicas, relativas al concepto estoico de merismos, traducido al latín como partitio) o distributivas (divisorias o diairológicas, relativas al concepto estoico de diairesis, traducido al latín como divisio).

La diferencia entre lo atributivo (o partitivo) y lo distributivo (o totalizante) se puede entender así: a) lo distributivo implica partes que tienen la misma valencia, y que por lo tanto son isológicas, es decir, sustituibles entre sí dentro del todo del que forman parte, en cuanto a las características que se manejan en la clasificación. Por ejemplo, los poliedros regulares: a todos les caracteriza el hecho de ser poliedros y de ser regulares, de modo que todas las entidades clasificadas responden a las mismas características en la clasificación; b) lo atributivo, en cambio, establece discriminaciones: las diferentes partes que constituyen el todo poseen, cada una de forma específica, un valor propio e intransferible, esto es, una atribución propia. Son partes que constituyen totalidades heterológicas. Es el caso del cuerpo humano, formado por una combinación de órganos muy distintos entre sí, cada uno de los cuales cumple una función atributiva específica (el hígado metaboliza proteínas, el ojo hace posible la visión, los pulmones aseguran la posibilidad de respirar, y de oxigenar los glóbulos rojos, etc.). Estos órganos son todos ellos diferentes entre sí, pero debidamente articulados y organizados constituyen una unidad heterológica, es decir, una totalidad atributiva, como es el cuerpo humano. Otro ejemplo: la distinción entre el sapiens y el erectus responde a una clasificación atributiva y descendente. El erectus no se caracteriza por las mismas propiedades que el sapiens: la clasificación se hace en función del volumen craneal, de la bipedación, de la capacidad de manejar útiles. Cada uno de los entes clasificados tiene unas características específicas frente a los demás.

Desde el punto de vista de estos criterios, las clasificaciones permiten construir términos a partir de relaciones [T < R], con arreglo a dos coordenadas: ascendente / descendente, según el modo de construcción, y atributivo / distributivo, según el modo de estructuración. El resultado es el siguiente cuadro, que da lugar a cuatro desenlaces (Bueno, 1992: I, 141 ss):


 

Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria



1. Los agrupamientos son clasificaciones ascendentes atributivas (como la clasificación de las áreas terrestres en cinco continentes, o la clasificación de los vivientes en cinco reinos; evidentemente, se trata de un concepto de gran utilidad en la metodología estadística).

2. Los desmembramientos o descomposiciones son clasificaciones descendentes atributivas (como las «cortaduras» de Richard Dedekind).

3. Las tipologías son clasificaciones ascendentes distributivas (como la tipología de biotipos de Ernst Kretschmer, en su obra Constitución y carácter).

4. Las taxonomías son clasificaciones descendentes distributivas (como la clasificación de los poliedros regulares, o la clasificación por caracteres de Eisemann).


Las clasificaciones son figuras gnoseológicas tan fundamentales en Teoría de la Literatura, concretamente en la teoría de los géneros literarios, como lo son los modelos en la Literatura Comparada (Maestro, 2008). La razón es que las clasificaciones operan mediante el establecimiento de términos (géneros narrativos, por ejemplo) a partir de relaciones (entre diferentes novelas, relatos o cuentos) [T < R], mientras que los modelos proceden precisamente en la dirección contraria, es decir, establece relaciones o comparaciones a partir de los términos [R < T] del campo categorial (autores, obras, lectores y transductores). Quien identifica, pues, la Teoría de la Literatura con la Literatura Comparada, proponiendo entre ambas disciplinas una relación de identidad, desconoce por completo el funcionamiento gnoseológico de una y otra metodología. La Teoría de la Literatura funciona como un sistema de conocimiento conceptual y científico de los materiales literarios, de modo que no podemos reducirla a un uso retórico y tropológico de palabras vacías. Lo mismo ocurre con la Literatura Comparada y con la idea misma de comparación literaria. No cabe hablar de comparatismo entre materiales literarios al margen de los fundamentos gnoseológicos del concepto de relación entre términos.

Por lo que se refiere a los géneros literarios, ha de subrayarse que las clasificaciones explican términos del campo gnoseológico a partir de relaciones dadas en el susodicho campo entre las partes determinantes (o intensionales), integrantes (o extensionales) y constituyentes (o distintivas) de tales términos, interpretadas tales partes, respectivamente, como realidades genéricas (G), específicas (E) e individuales (I) de los términos de referencia dados en el campo gnoseológico.

Las clasificaciones sistematizadas en el cuadro expuesto más arriba permiten dar cuenta de las diferentes teorías que sobre los géneros literarios se han enunciado históricamente en el marco de la teoría (conceptos categoriales) y de la crítica (ideas extracategoriales o trascendentes)[2] de la literatura, desde el utopismo político de la República de Platón hasta el formalismo idealista de la teoría de los polisistemas.

Reitero una vez más que la Crítica de la razón literaria no examina los géneros literarios ni en función de la especie, lo cual subrayaría la presencia de la «diferencia específica», situando al intérprete en la perspectiva de las esencias porfirianas; ni en función de sus consecuencias, esto sería, en función de sucesivas clasificaciones y órdenes de clasificaciones (taxonomías, tipologías, desmembramientos y agrupamientos); ni tampoco en función del género únicamente, considerado en sentido estricto, exclusivo o excluyente, lo cual otorgaría una dominancia acrítica a la idea canónica de género, como una realidad igualmente inmutable, eterna y metafísica, trascendente a la Historia misma y sus consecuencias, al situar al intérprete en una posición estática y sustancialista ante las esencias plotinianas. En su lugar, la Crítica de la razón literaria examinará, como Teoría de la Literatura, los géneros literarios desde la dialéctica entre género, especie y obra literaria particular, es decir, desde la confrontación lógico-formal y lógico-material, y por tanto gnoseológica, dada entre las partes determinantes (intensionales), integrantes (extensionales) y constituyentes (distintivas), de los materiales literarios de naturaleza verbal. Se articula de este modo, como se explicará más adelante, una interpretación dialéctica construida sobre el examen entre los elementos cogenéricos —o determinantes de un género—, los elementos transgenéricos —o integrantes de una especie—, y los elementos subgenéricos —o distintivos de una obra literaria concreta—. De este modo, la Crítica de la razón literaria, muy al contrario de lo que han hecho de forma sistemática todas las poéticas que se han ocupado históricamente de los géneros literarios, no sólo evita la confusión entre partes distintivas, determinantes e integrantes de las obras, textos o términos, que constituyen el campo gnoseológico de los géneros literarios, sino que además discriminará la naturaleza lógico-formal y lógico-material de tales obras, textos o términos, del modo más riguroso y crítico posible. Sólo de esta manera puede evitarse incurrir ciegamente en la confusión de componentes intensionales, dimensiones extensionales y elementos constitutivos dados en las obras literarias.

Con objeto de criticarlas posteriormente desde los presupuestos la Crítica de la razón literaria, voy a exponer a continuación algunas de las clasificaciones más relevantes —y también pretenciosas— que se han planteado sobre los géneros literarios a lo largo de la Historia de la Teoría de la Literatura.


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NOTAS

[1] Una aplicación de las esencias plotinianas, así como una crítica de las esencias porfirianas, de las que aquí, como en anteriores publicaciones, me hago eco, en relación con los materiales religiosos y también con las ciencias Políticas, puede verse respectivamente en las obras de Bueno El animal divino (1985) y Primer ensayo sobre las categorías de las ‘ciencias Políticas’ (1991). El mismo procedimiento he utilizado hace años, respecto a los materiales literarios, en La Academia contra Babel (2006) y en Idea, concepto y método de la Literatura Comparada (2008), al seguir el modelo de las esencias plotinianas frente a las porfirianas.

[2] La cualidad de trascendentales, aplicada a las ideas, no tiene en esta obra el sentido del racionalismo idealista de Kant, sino el sentido del racionalismo materialista de Bueno, es decir, que las ideas son trascendentes o extracategoriales porque rebasan las categorías o ciencias, dicho de otro modo, porque los conocimientos conceptuales o científicos son insuficientes por sí mismos, fuera de su ámbito categorial, para explicar las ideas que, por su trascendencia, desbordan tales ámbitos categoriales o científicos.






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