Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica
del conocimiento racionalista de la literatura
El monólogo de Pleberio en La Celestina
Una larga
lista de imágenes y conceptualizaciones del mundo, todas ellas muy negativas —«vida
de congoxas», «río de lágrimas», «vana esperança», «prado lleno de serpientes»,
«morada de fieras»—, confirman aquí una visión sin duda radicalmente pesimista
de la vida humana, que hace pensar de nuevo en el nihilismo como único desenlace.
En la tragicomedia no parece haber lugar para el futuro. En consecuencia, La Celestina
no se mostraría en este sentido ni estoica, ni judía, ni cristiana, sino nihilista: «¡No queramos más bivir!».
El tema
del mundo al revés era habitual en la literatura castellana o en español desde el Libro de Buen Amor —y en la literatura
medieval europea—, desde el desarrollo de la economía burguesa de mercado, y
desde la temática de la literatura hebrea, concretamente la sefardí. Pleberio
se lamenta de que el orden natural del mundo se ha trastocado, invertido; el
mundo es un caos, un laberinto. Semejante idea es recurrente a lo largo del
monólogo, y resulta ilustrada de forma diversa. No cabe en la literatura de
entonces una expresión dialéctica más crítica y más negativa, en términos
políticos y teológicos, frente al final del siglo XV.
En primer lugar, la muerte de Melibea —en realidad, su suicidio— ha sorprendido por completo a Pleberio, que no es capaz de explicarse la causalidad de los hechos, y que desde este momento encuentra su propia existencia carente de todo sentido[2].
¡O mi hija y mi bien todo, crueldad sería que biva yo sobre ti! Más dignos eran mis sesenta años de la sepultura, que tus veynte. Turbóse la orden del morir con la tristeza que te aquexava» (XXI).
El
racionalismo que dispone la conducta de Pleberio no le permite comprender cómo
un posible orden moral transcendente ha podido «autorizar» la muerte de
Melibea. La lógica de la causalidad —es decir, de la Fortuna— que podría
imaginar Pleberio en la suma de las adversidades sería la pérdida de su
hacienda y de sus bienes económicos, mas nunca la de su hija Melibea. Pleberio
interpreta tales hechos como resultado de una auténtica subversión del orden
natural, que el propio viejo desearía dominar como una realidad más del mundo
material. Como Calisto en su mundo, y como Celestina en su trabajo, el padre de
Melibea está acostumbrado a que con dinero todo se consigue: «Dexárasme
—implora a la Fortuna— aquella florida planta en quien tú poder no tenías;
diérasme, fortuna fluctuosa, triste la moçedad con vejez alegre; no
pervertieras la orden».
En
segundo lugar, y precisamente por la razón que se acaba de apuntar, Pleberio es
incapaz de comprender el valor final de su vida en la tierra sin la presencia
de su hija. Pleberio ha reducido su existencia a la construcción material de un
mundo que ha de ser expresión y fundamento de valores identificados
esencialmente con el dinero, que resulta de una producción mercantilista, y en
el que se afirma la adquisición de una honra familiar y de una autoridad
social. Pero tan importante o más que el impulso burgués del padre, aspecto del
que la crítica nos ha hablado hasta la saciedad, es, como consecuencia
ciertamente de la ideología burguesa, la pérdida de cualesquiera valores
finales en la vida del ser humano. En el momento de enunciar su monólogo,
Pleberio está convencido de que sólo desde el nihilismo se puede responder
ahora a uno de sus interrogantes vitalmente más dramáticos: «¿Para quién
edifiqué torres; para quién adquirí honrras; para quién planté árboles, para
quién fabriqué navíos?». Es como si más allá de esta vida humana, en la que sólo
la producción material adquiere un sentido reconocible, no existiera nada.
En tercer
lugar, Pleberio arremete enérgicamente contra la existencia o fundamentos de un
posible orden moral, dominante o regidor en la causalidad de los hechos
humanos. Paralelamente, despliega una violenta diatriba contra el sentido
último de los actos humanos en un mundo al que califica esencialmente de falso,
perverso y estéril. Los atributos de crueldad, miseria y nihilismo que
identifica en el desarrollo terrenal de la vida humana son de una fuerza
devastadora, en cierto modo comparables a los que expresa Timón de Atenas en la tragedia shakespeariana. Lejos estamos aquí de la relajada placidez crítica de
la pintura flamenca, desde la que Jan Steen retrató su concepción de El mundo al revés en 1665.
Yo pensava en mi más tierna edad que eras y eran tus hechos regidos por alguna orden. Agora, visto el pro y la contra de tus bienandanças, me pareçes un laberinto de errores, un desierto spantable, una morada de fieras, juego de hombres que andan en corro, laguna llena de cieno, región llena de spinas, monte alto, campo pedregoso, prado lleno de serpientes, huerto florido y sin fruto, fuente de cuydados, río de lágrimas, mar de miserias, trabajo sin provecho, dulce ponçoña, vana esperança, falsa alegría, verdadero dolor. Cévasnos, mundo falso, con el manjar de tus deleytes; al mejor sabor nos descubres el anzuelo; no lo podemos huyr, que nos tiene ya caçadas las voluntades. Prometes mucho, nada no cumples (XXI).
Pleberio
descarga ahora toda su ira contra el «mundo», expresión metonímica desde la que
sin duda se apela a un orden moral trascendente, y advierte que si hasta ahora
no lo había hecho fue por temor a no encender su ira, todo lo cual nos hace
suponer que el padre de Melibea no había sido hasta ese momento un perfecto
conformista con la moral imperante, aunque sí lo hubiera sido con las
condiciones sociales que hacían posible para él y los suyos una determinada
expansión económica.
Yo por triste experiencia contaré, como a quien las ventas y compras de tu engañosa feria no prósperamente sucedieron, como aquel que mudo ha hasta agora callado tus falsas propiedades por no encender con odio tu yra (XXI)[3].
Especial
mención han merecido en el monólogo de Pleberio las palabras que refiere a los
impulsos del amor[4],
encarnados en la imagen del dios correspondiente, contra el que arremete
identificándolo expresamente con un dios de muerte y dolor[5]. De
nuevo se insiste aquí en el motivo del mundo al revés, para desembocar una vez
más en la negación de toda causalidad trascendente.
¿Quién te dio tanto poder? ¿Quién te puso nombre que no te conviene? […]. Dios te llamaron otros, no sé con qué error de su sentido traydos. Cata que Dios mata los que crió; tú matas los que te siguen. Enemigo de toda razón, a los que menos te sirven das mayores dones, hasta tenerlos metidos en tu congoxosa dança. Enemigo de amigos, amigo de enemigos, ¿por qué te riges sin orden ni concierto? (XXI).
Mucho antes que Nietzsche, la literatura española ya había delimitado, perfectamente, la idea de nihilismo.
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NOTAS
[1] La crítica ha ofrecido de las palabras finales de Pleberio estudios exhaustivos y lecturas muy diversas, y con frecuencia conflictivas entre sí (Casa, 1968; Dunn, 1976; Flightner, 1964; Fraker, 1966; Green, 1965; Hook, 1978, 1982; Ripoll, 1969; y Wardropper, 1964). Pueden señalarse al menos dos tipos de interpretaciones diferentes del monólogo de Pleberio: a) quienes consideran que se trata de un discurso de moral y ortodoxia cristiana, como toda la obra (Green, 1947, 1963-1966, 1965; Bataillon, 1961, Dunn, 1976); y b) quienes consideran que constituye el corolario pesimista y negativo de cuanto ha sucedido ante el espectador (Lida, 1962: 473; Castro, 1965: 105-108; Fraker, 1966; Gilman, 1972/1978: 367-393; Gerli, 1976). A estas últimas interpretaciones se suma la lectura marxista de J. Rodríguez Puértolas (1996: 60 ss.), quien, en su magnífica edición del texto de Rojas, se empeña infatigablemente en juzgar a Pleberio como un burgués culpable de su propio dolor por la muerte de Melibea, pues, como padre entregado al comercio y la actividad capitalista, ha cosificado el amor hacia su hija, a la que sólo considera como heredera, mera expresión del poder patriarcal en el seno de su clase social. Por mi parte, siempre he identificado este discurso como una declaración racionalista, materialista y nihilista (Maestro, 2001).
[2] Como han
señalado la mayor parte de los editores de La
Celestina, desde M. Menéndez Pelayo y F. Castro Guisasola (1924: 183),
estas palabras de Pleberio, que aluden al tópico de la alteración del orden
natural por la muerte prematura, se hacen eco sin duda del planto de la madre de Leriano en la muerte de este, en la Cárcel de amor, de Diego de San Pedro.
Las analogías entre ambos lamentos son muy estrechas: «¡O muerte, cruel
enemiga, que ni perdonas los culpados ni asuelves los inocentes! […]; sin ley y
sin orden te riges. Más razón había para que conservases los veinte años del
hijo moço que para que dexases los sesenta de la vieja madre. ¿Por qué bolviste
el derecho al revés?» (San Pedro, 1492/1995: 78).
[3] Algo más
adelante Pleberio insiste de nuevo en una forma de discurso análoga, en la que
afirma: «Agora perderé contigo, mi desdichada hija, los miedos y temores que
cada día me espavorecían: sola tu muerte es la que a mí me haze seguro de
sospecha» (XXI). ¿Sospecha de qué? ¿De ser un heterodoxo? ¿De ser un converso?
Pocos editores de La Celestina se han
atrevido a comentar por lo menudo el sentido de esta declaración.
[4] He aquí dos
comentarios a estas palabras: «Dos dioses, pero ambos igual de crueles: el Dios
cristiano mata a los que crió, Amor, a los que le sirvieron. La identificación
de ambos dioses es en verdad inquietante, si además recordamos que el
cristianismo es también, y por definición, el Dios del Amor. El atrevimiento de
Rojas es aquí […] extraordinario» (Rodríguez Puértolas, 1996: 63). «La
implicación de un universo natural sin Dios es aquí tan explícita como podía
serlo en aquel tiempo. O, en todo caso, asumiendo que tras las máscaras de la
Fortuna, el Mundo y el Amor acecha algún celoso vigilante, éste es caprichoso
y despiadado» (Gilman, 1972: 377). No se puede leer este monólogo —sugiere
Puértolas en su edición de La Celestina—,
como toda la obra, sin tener en cuenta la cita inicial que Rojas hace de
Petrarca, en el prólogo: «[…] natura, madre de todo». ¿Y Dios?
[5] Las siguientes palabras de Pleberio —«La leña que gasta tu llama son almas y vidas de humanas criaturas, las cuales son tantas que de quien comenzar pueda apenas me ocurre; no sólo de christianos mas de gentiles y judíos y todo en pago de buenos servicios» (XXI)— se han interpretado con frecuencia como una alusión a los castigos y hogueras inquisitoriales (Rodríguez Puértolas, 1996: 303). ¿Debe interpretarse también en este sentido, desde el punto de vista de una lectura del monólogo que tiende a establecer ciertas relaciones de analogía entre la Inquisición y los castigos del dios del amor, la siguiente declaración de Pleberio?: «Iniqua es la ley que a todos ygual no es». En todo caso, se trata de una más de las referencias tomadas de Petrarca (De remediis, I, 1: «Iniquissima vero lex: quae non omnibus una est»), y sin duda no debida a la casualidad. Vid. a este respecto Deyermond (1961: 58) y Rank (1980-1981).
- MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «El monólogo de Pleberio en La Celestina», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (IV, 2.9), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).
⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria
- Universidad de Antioquia: la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en la Universidad de La Rioja, con Miguel Ángel Muro Munilla.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en la Universidad de Lérida, con Ramón de Rubinat.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en la Universidad de Murcia, Cátedra Mariano Baquero Goyanes, con José Ángel Baños Saldaña.
- Presentación de la Crítica de la razón literaria en la Universidad de Vigo.
- Teoría del genio. Explicación y justificación de la genialidad en el arte y la literatura.
- Crítica de la razón literaria, una obra interactiva para interpretar la literatura al margen de la Universidad.
- Para leer La Celestina: sexo y nihilismo.
- ¿Cuántos narradores hay en el Quijote?
- Erotismo, Iglesia y religión en La Regenta.
- AMDG: pederastia, religión y literatura.
- Suicidas y misántropos: Grisóstomo y Marcela, dos personajes anómicos o patológicos del Quijote.
- El suicidio de Grisóstomo: el entierro civil más espectacular de la Literatura Española.
- El mito de la pastora Marcela: la falacia de la libertad y la falacia del feminismo.
- La parodia en el Quijote: Cervantes se burla de todos los idealistas.
- Suicidio,
onirismo y literatura en la muerte de Svidrigáilov en Crimen y castigo de
Dostoievski.
- Cervantes juega con el suicidio y contra los sacramentos: Quiteria y Basilio, la farsa de un suicida astuto impostor e inconfeso.
- 10 razones por las que Cervantes no es soluble en agua bendita y el Quijote es obra de un ateo.
- Crítica a Los enemigos del comercio (tomo 1) de Antonio Escohotado.
- Crítica a Los enemigos del comercio (tomo 2) de Antonio Escohotado.
- Crítica a Los enemigos del comercio (tomo 3) de Antonio Escohotado.
Para leer La Celestina: sexo y nihilismo.
I Curso Intensivo de Teoría de la Literatura
El personaje nihilista en La Celestina:
el ateísmo en la literatura del Renacimiento
Libertad humana y prostitución
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La Celestina de Fernando de Rojas:
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