III, 7.1.3.1 - Los géneros literarios en el eje sintáctico del espacio gnoseológico

 

Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
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Índices





Los géneros literarios en el eje sintáctico del espacio gnoseológico


Referencia III, 7.1.3.1


Jesús G. Maestro y Foucault

En el eje sintáctico, habrá que partir de la teoría holótica constituida en torno a unos términos, enclasados con frecuencia en más de una clase, entre los cuales habrá que reconocer relaciones y operaciones estables o cerradas, y también características de cada clase.



1. Términos

Los términos de una teoría holótica son, en primer lugar, los propios conceptos de todo y parte. Como advierte Bueno en su Teoría del cierre categorial (1992: II), la tradición filosófica se ha orientado de forma irreflexiva, sin cuestionarlo jamás, a definir el todo por la unidad y las partes por la multiplicidad, prácticamente desde la escolástica medieval hasta la obra de Bertrand Russell. Este tipo de concepción filosófica ha ejercido un dominio tan poderoso en el ámbito de la poética que ha condicionado y determinado históricamente el estudio de los géneros literarios llevado a cabo por todos los teóricos y críticos de la literatura. Desde los presupuestos que asume la Crítica de la razón literaria, aquí que considerará que la definición del todo por medio de la unidad, así como la definición de las partes por medio de la multiplicidad, es engañosa y falaz. Tales definiciones son adulteraciones de la idea de todo y de la idea de parte, desde el momento en que sugieren que el todo, al predicarse como unidad, excluye, o no contiene, la idea de multiplicidad en el seno mismo de la idea de unidad, como si tal idea no fuese de por sí múltiple, es decir, como si la multiplicidad sólo procediese de las partes, y no de la misma unidad holótica. Tiene razón Bueno cuando afirma que la concepción neoplatónica de la «unidad que une» es completamente errónea, porque la unidad también separa, como puede comprobarse en cualquier caso en el que una relación de igualdad universal, pero no conexa, definida en un conjunto dado, implica una partición de ese conjunto en subconjuntos disyuntos.

Estas observaciones exigen distinguir dos modos de unidad: las unidades isológicas (relativas al isos como igualdad o semejanza entre objetos que no son sustancialmente el mismo [autos]) y las unidades sinalógicas (sinallássoo, en tanto que juntar o casar, en relación a constituir una unidad) (Bueno, 1992: II). Entre estos dos modos de unidad no hay nada en común, sino sólo una conjugación de unidades isológicas y sinalógicas. Esta constatación de que todo se divide inmediatamente en dos modos holóticos, según la unidad se considere desde el modo isológico (totalidades distributivas) o desde el modo sinalógico (totalidades atributivas), impide que pueda hablarse impunemente de una idea apriorística y formalista, acrítica y generalista, de un todo con propiedades comunes e indiscernibles, al que Aristóteles dio el nombre de sínolon (sería el caso, en teología cristiana, del Dios trinitario, una totalidad tripartita, porque es Padre, Hijo y Espíritu Santo, cuyas partes resultan indiscernibles entre sí a la hora de participar en el todo). La lógica de clases exige una interpretación distributiva muy clara para el verbo incluir, bajo la denominación de relación de inclusión, entendida como relación entre clases, es decir, relación de partes a todos, en una totalidad distributiva.

En el eje sintáctico del espacio gnoseológico, funcionarán como términos propios de una teoría de los géneros literarios la totalidad de las partes formales de los materiales literarios: verso, figuras fónicas, tropos, narrador, personajes, tiempos, espacios, diálogo, funciones narrativas y situaciones teatrales, signos no verbales en el escenario, etc. Cada uno de estos elementos será un término dado operatoriamente en el campo gnoseológico de los materiales literarios, y a su vez interpretable como un rasgo determinante (intensional: del género), integrante (extensional: de la especie), o constituyente (distintivo: del individuo u obra literaria) de las partes que constituyen la totalidad de la literatura como categoría.


 

2. Relaciones

Los términos han de relacionarse para proceder a su interpretación científica. Tal relación gnoseológica compete al sujeto operatorio o intérprete[1]. Las relaciones pueden establecerse entre las partes determinantes, integrantes y constituyentes de una totalidad. Es necesario tener presente ahora el siguiente esquema, que da cuenta de las relaciones a las que voy a referirme. Al final de este capítulo (III, 7), en el momento de enunciar la poética gnoseológica de los géneros literarios, volveré sobre el mismo cuadro sinóptico, entonces desde la doble perspectiva lógico-formal y lógico-material, que aquí me limito a esbozar:


 

 


En primer lugar, las partes determinantes permiten identificar intensionalmente los rasgos esenciales o canónicos de un género literario concreto. Así, por ejemplo, diremos que el narrador es una parte determinante del género novela, sin perjuicio de que pueda hablarse paradigmáticamente del narrador en algunas especies del género teatral (retablo de maese Pedro en el Quijote), y de que puedan aducirse ejemplos prototípicos de narrador en determinados poemas épicos, o casi todos los romances medievales y renacentistas que conservamos (Benjamin, 1936; Menéndez Pidal, 1953, 1974). Pero tales hallazgos no sólo no invalidan el reconocimiento y la codificación del narrador como una parte determinante o intensiva de la novela como género literario, sino que incluso afirman la figura del narrador como una parte integrante o extensional de algunas especies dramáticas —si reconocemos la existencia del narrador en el teatro—, como una facultad propia de esas especies, o como una parte constituyente o distintiva de algunas obras literarias concretas, ajenas en principio al género novelesco, como los romances medievales, en tanto que discursos poéticos que incorporan de forma accidental y distintiva la figura de un narrador. Las partes determinantes o intensionales son partes específicas de un género literario concreto (G1), en el que se objetivan como esencias o cánones. También pueden estar presentes en la especie, como paradigma, y en una obra literaria particular, como prototipo.

En segundo lugar, las partes integrantes o extensionales permiten incorporar aditivamente a un género literario determinado atributos o metros, esto es, cualidades específicas dadas en otros géneros o en otras especies. Son partes integrantes o extensionales del género novela los personajes, el tiempo, el espacio, las funciones narrativas, algunas formas de lenguaje narrativo (diálogo, monólogo, aparte, estilo directo…), figuras retóricas (metáforas, metonimias...), fónicas o de dicción, etc., dado que pueden darse también como partes integrantes, o incluso determinantes, en algún caso, en otros géneros, como la poesía lírica o el discurso teatral; y también como partes constituyentes o distintivas en obras literarias concretas, como puede ser una décima de Quevedo o uno de los Einakter de Brecht. Las partes integrantes son siempre partes transgenéricas, es decir, partes que se manifiestan en dos o más géneros (Gx, Gy, Gz...), bien como facultades de una especie, bien como características de una obra literaria.

En tercer lugar, las partes constituyentes o distintivas permiten codificar las posibilidades o potencias de que dispone un género para que una especie se las pueda apropiar y potenciar (propiedades), o para que una obra literaria concreta las pueda articular o desarrollar accidentalmente de forma más o menos singular y original (accidentes). Las partes constituyentes o distintivas le vienen dadas al género a través de la especie, como propiedades de ésta, o a través de la obra literaria individual, como accidentes de ella. El Quijote aporta al género novela la dimensión antiheroica del personaje protagonista, subvirtiendo así la dimensión épica de la narrativa tradicional, y parodiando gravemente las partes determinantes o intensivas de la novela de caballerías como especie. La Celestina subvierte el género de la comedia al introducir en él constituyentes distintivos de naturaleza trágica, o incluso nihilista (Maestro, 2001), que trastornan irreversiblemente las partes determinantes, y también integrantes, de cualesquiera especies y géneros cómicos. La tragedia Woyzeck de Büchner, en la línea abierta por La Numancia de Cervantes, rompe con los principios fundamentales de la tragedia clásica, al situar a personajes plebeyos como protagonistas exclusivos de la experiencia trágica, y hacer de esta subversión del decoro clásico una parte constituyente y distintiva de la obra, lo que dará lugar a una de las esencias canónicas de la tragedia contemporánea, capaz de culminar en creaciones como En attendant Godott o Breath de Beckett. Se demuestra de este modo cómo lo que comienza siendo accidentalmente una parte constituyente o distintiva de una obra literaria particular, dada en La Numancia de Cervantes o en Woyzeck de Büchner —la conversión de plebeyos en protagonistas del hecho trágico— acaba siendo una parte determinante o esencial del mismo género literario, la tragedia, pero en otra época histórica posterior, la literatura moderna en el caso cervantino, o la literatura contemporánea en el caso del dramaturgo alemán.


 

3. Operaciones

Las operaciones que permiten la constitución y organización de los géneros literarios son de dos tipos: las que remiten a la construcción ontológica y las que dan lugar a su interpretación gnoseológica. 

La primera de estas operaciones corresponde necesariamente al artífice, esto es, al autor, de las obras literarias, mientras que la segunda pertenece al intérprete de ellas. Se observará que la secuencia semiológica subyace, en el contexto del espacio gnoseológico, a la dimensión operatoria, constructiva e interpretativa, de la teoría de los géneros literarios. Sin obras literarias elaboradas por los diferentes autores no es posible construir una teoría que formalice, desde un sistema de ideas críticas y de conceptos categoriales, tales materiales literarios. Y, recursivamente, sin una construcción y reconstrucción constante de los criterios que hacen posible la interpretación y reconocimiento de las normas genológicas, tampoco les sería posible a los distintos autores partir de un género literario determinado, o de una especie literaria concreta, para abordar la composición de una obra artística mínimamente original. 

Desde un punto de vista muy riguroso, habrá que limitar, en el contexto del espacio gnoseológico, el protagonismo de las operaciones al sujeto receptor de las obras literarias (y no a su autor), en tanto que intérprete o transductor, y sobre todo codificador de las normas y pautas interpretativas de los materiales literarios. 

Las operaciones gnoseológicas de construcción y normalización de los géneros literarios corresponden en última instancia a un intérprete o crítico de la literatura, quien actúa con frecuencia desde una institución académica o estatal, y que otorgará valor preceptivo, en unos casos, o indicativo, en otros, a las diferentes partes (determinantes, integrantes, constituyentes) que dan lugar a la totalidad de las obras literarias registradas como tales en un canon[2]. No hay géneros literarios al margen del canon. El concepto mismo de «género literario» es ya un concepto canónico. Entrar en el canon significa precisamente ser reconocido, como especie y como individuo, en la adscripción, integración y pertenencia a un género literario.


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NOTAS

[1] De este punto derivan muchas paradojas y contradicciones que van asociadas a las ideas de todo y parte. Porque el todo no puede disociarse de sus partes y seguir siendo el todo. Un todo jorísmico es un todo que ha sido conceptualmente sustancializado o hipostasiado, como sujeto, en relación a sus partes, advierte Bueno (1992: II, 53 ss).

[2] Es obvio afirmar que un todo es siempre resultado de una totalización, pero no resultará ocioso explicar en este contexto que a una totalización sólo se accede a través de operaciones tecnológicas, del mismo modo que una parte es siempre el resultado de una partición, esto es, de una operación de descomposición, desmembramiento o desintegración. Totatio o totalización es una operación sintética, del mismo modo que partitio o partición es siempre una operación analítica. La partición podrá serlo de una totalidad atributiva (partitio o merismós), como unidad heterológica, o de una totalidad distributiva (diviso o diaíresis), como unidad isológica.






Información complementaria


⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada

  • MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Los géneros literarios en el eje sintáctico del espacio gnoseológico», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (III, 7.1.3.1), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).


⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria



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