III, 5.3.5 - Gnoseología de la literatura

 

Crítica de la razón literaria
 
Una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica

Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades 
del conocimiento racionalista de la literatura 

Editorial Academia del Hispanismo, 2017-2022. 
Décima edición digital definitiva. 
ISBN 978-84-17696-58-0

Jesús G. Maestro
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Índices





Gnoseología de la literatura


Referencia III, 5.3.5



FOUCAULT

La gnoseología de la literatura es la teoría del conocimiento de la ontología de la literatura. En rigor, la gnoseología de la literatura es la Teoría de la Literatura o teoría del conocimiento de los materiales literarios. Como tal teoría, exige explicar los fundamentos materiales sobre los cuales está construida. Desde la gnoseología de la literatura se impugna y rechaza la epistemología de la literatura, hacia la que se muestra beligerancia, desde el momento en que esta última plantea el estudio de la literatura desde la oposición sujeto / objeto, la cual conduce al idealismo, a la subjetivación de la interpretación literaria y a la irrealidad de muchas de sus conclusiones. En su lugar, la gnoseología de la literatura se fundamenta en la conjugación solidaria y dialéctica de la materia y la forma de los hechos literarios. 



5.1. Modos científicos trascendentes de conocimiento literario

Son procedimientos ejecutivos de interpretación de los materiales literarios que permiten identificar el modus operandi de las ciencias, disciplinas y teorías de la literatura, de acuerdo con cuatro modalidades fundamentales: descriptivismo, teoreticismo, adecuacionismo y circularismo. Estos cuatro modos científicos son trascendentes a los materiales que constituyen ―y estructuran ontológicamente― el campo categorial de cada ciencia. Cada uno de ellos está determinado por el modo en que relaciona, en sus procedimientos de interpretación e investigación científica, los materiales literarios que se estudian y la forma en que se estudian.


 

5.1.1. Descriptivismo

El descriptivismo es un modo trascendente de conocimiento científico, que se caracteriza, desde el punto de vista de la gnoseología de la teoría del cierre categorial, por interpretar la materia al margen de la forma, lo cual provoca, según la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura, la falacia descriptivista en la interpretación de los materiales literarios, de modo que la materia de una realidad literaria se describe sin tener en cuenta la forma que la hace posible y efectiva. El descriptivismo incurre en la hipóstasis de la materia. Está en la base de la Poética de Aristóteles, y se mantiene vigente sin fisuras hasta el fin de la Ilustración y la Naturnachahmung, con importantes resurgimientos puntuales protagonizados por los movimientos positivistas decimonónicos (biografismo, historicismo, neogramática, lingüística, lógica…).

 


5.1.2. Teoreticismo

El teoreticismo es un modo trascendente de conocimiento científico que se caracteriza, desde el punto de vista de la gnoseología de la teoría del cierre categorial, por interpretar la forma al margen de la materia, lo cual provoca, según la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura, la falacia teoreticista en la interpretación de los materiales literarios, de modo que la forma de una realidad literaria se estructura autónomamente, desarrollándose y desplegándose sin tener en cuenta la materia ―la realidad corpórea― que ha de justificarla y explicarla operatoriamente. El teoreticismo incurre en la hipóstasis de la forma. Está en la base de todas las teorías literarias formalistas, funcionalistas y posestructuralistas del siglo XX.

 


5.1.3. Adecuacionismo

El adecuacionismo es un modo trascendente de conocimiento científico que se caracteriza, desde el punto de vista de la gnoseología de la teoría del cierre categorial, en primer lugar, por interpretar simultánea y separadamente forma y materia, para, en segundo lugar, establecer entre ambas una yuxtaposición, coordinación o adecuación completamente ideal, lo cual provoca, según la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura, la falacia adecuacionista en la interpretación de los materiales literarios, de modo que, ante la interpretación de los hechos literarios, forma y materia se conciben primero por separado para, finalmente, unirse o federarse en un todo irrealmente coherente. El adecuacionismo es una suerte de copulación insoluble, idealista y artificiosa, de la que no brota ningún resultado operatoriamente viable. El adecuacionismo incurre en la hipóstasis por separado de la forma y de la materia. Son adecuacionistas las ideas fenomenológicas de Ingarden sobre la obra de arte literaria, la hermenéutica gadameriana (desde la misma endíadis de su obra más célebre, Verdad y Método), la estética de la recepción de Jauss, la idea de lector implícito de Iser, y la teoría de los polisistemas de Even-Zohar, entre otras varias tendencias y teorías literarias idealistas.

 


5.1.4. Circularismo

El circularismo es un modo trascendente de conocimiento científico que se caracteriza, desde el punto de vista de la gnoseología de la teoría del cierre categorial, por interpretar solidaria y conjugadamente la forma y la materia de las ciencias, lo cual permite, según la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura, evitar las falacias descriptivista, teoreticista y adecuacionista en la interpretación de los materiales literarios, de modo que, ante la interpretación de los hechos literarios, forma y materia se conciben de modo indisociable, como conceptos solidarios y conjugados. El circularismo asegura una fidelidad crítica y dialéctica a la realidad de los hechos interpretados. En el ámbito de la investigación literaria, la figura del transductor es pieza clave en la ejecución del circularismo, como sujeto operatorio ejecutante de toda interpretación mediatizada, es decir, como agente responsable de la transmisión y transformación del sentido de los materiales literarios. En el caso de la interpretación de la literatura, serán circularistas todas las teorías literarias que hayan alcanzado y asumido el cierre categorial de los materiales literarios, cuyos términos son el autor, la obra literaria, el lector y el intérprete o transductor.

 


5.2. Modos científicos inmanentes de conocimiento literario

Los modos científicos inmanentes de conocimiento literario son procedimientos ejecutivos de interpretación de los materiales literarios que permiten establecer y desarrollar relaciones operatorias entre los términos constituyentes del campo categorial de la Teoría de la Literatura, de acuerdo con cuatro figuras gnoseológicas fundamentales: definiciones, clasificaciones, demostraciones y modelos. Adviértase que los modos científicos trascendentes de conocimiento literario (descriptivismo, teoreticismo, adecuacionismo y circularismo) están determinados por el criterio gnoseológico de relación entre materia y forma de las ciencias, a diferencia de lo que ocurre con los modos científicos inmanentes de conocimiento literario (definiciones, clasificaciones, demostraciones y modelos), que se disponen conforme a los tres sectores del eje sintáctico del espacio gnoseológico: términos, relaciones y operaciones.



5.2.1. Definiciones

Las definiciones son procedimientos determinantes, es decir, establecen Términos a partir de Términos preexistentes (T < T). Es la forma normativa de operar de las ciencias y construcciones científicas, y es, de hecho, como actúa la Teoría de la Literatura. Las definiciones son figuras gnoseológicas que explican el significado de los términos desde criterios conceptuales o científicos. En su proceso de determinación o constitución de términos a partir de otros términos, las definiciones actúan según cuatro procedimientos o modos diferentes de construcción. Formalmente, las definiciones se estructuran en configuraciones científicas. Materialmente, las mismas definiciones se construyen sobre campos categoriales, es decir, buscan sus términos en el ámbito de una determinada ciencia o categoría. La aplicación a la Teoría de la Literatura de la teoría del cierre categorial, tal como se reinterpreta desde la Crítica de la razón literaria, exige tener en cuenta los cuatro procedimientos constructivos de las definiciones según la gnoseología propuesta por Bueno (1987: 284; 1992), en cuyo gráfico se observa que en el eje de abscisas u horizontal es posible distinguir, según sus configuraciones científicas, las definiciones y las redefiniciones. Asimismo, en el eje de ordenadas o vertical, es posible clasificar las definiciones según el modo de actuar en un campo categorial dado, al distinguir entre campos científicos autocontextuales o rectos y campos científicos heterocontextuales u oblicuos. Al cruzar sendas modalidades se obtienen cuatro procedimientos diferentes de definición: 1) descriptivas o explicativas (definiciones autocontextuales), 2) estipulativas o regulativas (definiciones heterocontextuales), 3) recursivas (redefiniciones autocontextuales) y 4) operatorias (redefiniciones heterocontextuales).

 


5.2.2. Clasificaciones

Las clasificaciones son procedimientos estructurantes o constituyentes, es decir, dan lugar a Términos a partir de Relaciones (T < R). Es la forma habitual de desplegar teorías constructivistas o estructuralistas, como es el caso de una teoría de los géneros literarios. Las clasificaciones, como functores estructurantes o constituyentes, son procedimientos que, a partir de relaciones preexistentes, dadas entre términos del campo categorial de una ciencia, permiten establecer términos nuevos, simples o complejos, dentro del sistema o categoría que constituye el campo gnoseológico de referencia, hasta agotar todas las operaciones posibles, y alcanzar de este modo el límite del cierre categorial. Las clasificaciones, en suma, tendrán una dimensión holótica, de modo que movilizarán la totalidad de los términos esenciales (intensionales o genéricos), integrantes (extensionales o específicos) y distintivos (individuales o singulares) que constituyen y estructuran el campo categorial de una determinada ciencia. Las clasificaciones permiten construir Términos nuevos a partir de Relaciones preexistentes [T < R], con arreglo a dos coordenadas: el orden o construcción y la relación o estructuración de las partes respecto al todo en el cual estas partes se integran y actúan. En primer lugar, según el criterio de ordenación o construcción, las clasificaciones pueden ser ascendentes, si van de las partes hacia el todo, o descendentes, si por el contrario van del todo hacia las partes. En segundo lugar, según el criterio de relación o estructuración, las clasificaciones pueden ser atributivas (nematológicas), si cada parte del todo desempeña una función propia y específica ―atributiva― dentro de él, de modo que sus propiedades son insustituibles y únicas; o distributivas (diairológicas), si por el contrario las partes que forman el todo son isovalentes, equivalentes o iguales entre sí, de modo que ninguna de ellas posee características propias ni diferencias específicas, porque en todas ellas los rasgos genéricos se distribuyen por igual (y las diferencias específicas, o bien no se consideran, o bien son irrelevantes). En consecuencia, al cruzar sendas modalidades se obtienen cuatro procedimientos diferentes de clasificaciones: 1) agrupamientos (orden ascendente en relación atributiva), 2) desmembramientos (orden descendente en relación atributiva), 3) tipologías (orden ascendente en relación distributiva) y 4) taxonomías (orden descendente en relación distributiva).

 


5.2.3. Demostraciones

Las demostraciones son procedimientos predicativosexplicativos descriptivos, es decir, dan lugar a Relaciones a partir de Relaciones (R < R). En el ámbito de la investigación literaria, es el modus operandi de la Crítica de la Literatura, al proceder mediante el desarrollo de hipótesis, deducciones, o incluso inducciones o abducciones, desde las que se trata de ilustrar, ejemplificar o hacer legible, a una escala distinta de la previamente dada o preexistente, el sentido y significado de un material literario determinado. Toda demostración se fundamenta en el ejercicio de una crítica ―que establece dialécticamente valores y contravalores― sobre una ontología, es decir, sobre la realidad positiva y material de unos hechos sometidos a examen, y sobre los cuales el ser humano actúa como sujeto operatorio (gnoseología), y no solo como sujeto sensible y /o cognoscente (epistemología). En primer lugar, habrá que distinguir en el ejercicio de la crítica dos formas diferentes de proceder, basadas, bien en la oposición objeto / sujeto (crítica epistemológica), bien en la conjugación materia / forma (crítica gnoseológica). En segundo lugar, hay que distinguir, en la ontología sobre la que la crítica ―sea idealista o epistemológica, sea materialista o gnoseológica― se proyecta, dos tipos de interpretación, la cual podrá ser sensible, si se limita a la fenomenología (M2) de los hechos observados, o inteligible, si la misma interpretación rebasa los límites de lo sensible para establecer análisis conceptuales y lógicos (M3) de los hechos. En consecuencia, del cruce de los tipos de crítica (idealista o epistemológica y materialista o gnoseológica) y de los grados de interpretación de la ontología de los materiales literarios (lo sensible o fenoménico y lo inteligible o conceptual), resultan cuatro modalidades fundamentales de demostración o crítica literaria: 1) la crítica descriptivista (lo sensible o fenomenológico explicado epistemológicamente: empirismo idealista), 2) la crítica teoreticista (lo inteligible o conceptual explicado epistemológicamente: racionalismo idealista), 3) la crítica adecuacionista (lo sensible o fenomenológico explicado gnoseológicamente: empirismo materialista) y 4) la crítica dialéctica o circularista (lo inteligible o conceptual explicado gnoseológicamente: racionalismo materialista).


 

5.2.4. Modelos

Los modelos son figuras gnoseológicas que se basan en procedimientos solidarizantes o contextualizantes, es decir, que constituyen Relaciones a partir de Términos (R < T). Es el modo operatorio en el que se basa la Literatura Comparada como metodología (por eso es un método y no una disciplina): porque a partir de los términos del campo categorial de la literatura (autor, obra, lector, transductor) establece entre ellos relaciones o, si se prefiere, comparaciones, ejecutadas o interpretadas por el comparatista en tanto que sujeto operatorio o investigador. Las relaciones generadas por los modelos se construyen según dos tipos de criterios. En primer lugar, las relaciones pueden ser isológicas (dadas entre términos de la misma clase: autor con autor, obra con obra…) o heterológicas (dadas entre términos de clases diferentes: un autor en una obra, una obra en un lector, un autor en un lector…). En segundo lugar, las relaciones pueden ser distributivas (dadas con el mismo valor en cada parte del todo: el impacto de una obra en una totalidad de lectores, como por ejemplo Amadís de Gaula en los lectores españoles de libros de caballerías del siglo XVI) o atributivas (dadas con distinto valor en cada parte del todo: el impacto de una obra en un lector concreto y distinto de los demás, como por ejemplo la lectura que hace Unamuno del Quijote en 1905 en su Vida de don Quijote y Sancho, o la que hace Borges en 1982 de la Divina commedia en sus Nueve ensayos dantescos). En consecuencia, el modelo a que dan lugar los dos criterios constitutivos de un sistema de relaciones es de cuatro tipos, según su construcción (isológica o heterológica) y según su estructuración (atributiva o distributiva): 1) metros (modelos isológicos y atributivos), 2) prototipos (modelos heterológicos y atributivos), 3) paradigmas (modelos isológicos y distributivos) y 4) cánones (modelos heterológicos y distributivos).

 


5.3. Crítica de la Teoría de la Literatura

La gnoseología de la literatura dispone una crítica de las formas y materiales literarios capaz de clasificar en tres grandes grupos los múltiples procedimientos y operaciones de formalización categorial y conceptual de la literatura a lo largo de la Historia, según se tome como referencia el criterio académico o institucional (disciplinas), el epistemológico o idealista (poéticas), y el gnoseológico o lógico-material (ciencias).


 

5.3.1. Crítica academicista

La crítica academicista de las teorías literarias se basa en un concepto de ciencia que identifica pseudopedagógicamente metodologías científicas con disciplinas académicas, es decir, que reduce el concepto de ciencia a la idea de disciplina, reducción que, implantada históricamente, equivale a subordinar la ontología constituyente de categorías científicas y campos categoriales a la organización, con frecuencia acrítica y doxográfica, de los contenidos académicos o escolásticos de tales campos. De este modo, las ciencias se reducen y distorsionan en cuerpos administrativos más o menos organizados de conocimientos, es decir, en disciplinas académicas, lo que constituye una burocratización de las ciencias, o una deformación aberrante o pedagógica de ellas. Las ciencias, así consideradas, serían una suerte de ciencias para la educación, es decir, una escolástica, una pedagogía, un academicismo.

 


5.3.2. Crítica epistemológica

Desde una perspectiva crítica dada epistemológicamente, las teorías literarias se han desarrollado a lo largo de historia tomando como referencia exclusiva y excluyente uno de los términos o materiales literarios fundamentales del campo categorial de la literatura, esto es, el autor, la obra literaria, el lector o el crítico o transductor. Históricamente ha sido posible identificar, desde criterios ontológicos, que no gnoseológicos, una serie de paradigmas en el desarrollo de la teoría literaria, en los que se observa un desplazamiento que va del emisor al receptor, alcanzando incluso, en nuestra época, a los mediadores, posprocesadores o transductores del fenómeno literario. El primero de estos paradigmas es de base aristotélica, y los restantes derivan de los presupuestos de la epistemología kantiana. En primer lugar, se encuentra la teoría aristotélica (poética mimética), que perdura hasta finales del siglo XVIII, y se fundamenta en el concepto de imitación como principio generador del arte. En segundo lugar, surgen las poéticas de autor, tras la irrupción del idealismo alemán, cuyos fundamentos epistemológicos llevan al ser humano a concebir el arte como un proceso de creación, a partir de modelos de realidad asimilados por el pensamiento subjetivo, y que sustituyen el principio de imitación o mímesis aristotélica. Este modelo de interpretación literaria, apoyado en el autor y los procesos de expresión, desemboca a lo largo del siglo XIX en la historiografía positiva y el objetivismo histórico, frente al que surgen, en tercer lugar, las corrientes de la denominada poética formal, centradas en el análisis de los procedimientos textuales (mensaje), y que estudian las formas literarias determinadas por su valor funcional en el texto. A esta última tendencia sucederá, finalmente, desde el último cuarto del siglo XX, la poética de la recepción, que centra su objetivo principal en el análisis de la lectura y la historia de los procesos de recepción (lector). Con estas tendencias entronca el extraordinario desarrollo alcanzado por la pragmática de la literatura a lo largo de los últimos años, que se ha diseminado con pretensiones de totalidad, y que finalmente ha degenerado, a través de los más variopintos posestructuralismos, en pseudoteorías literarias posmodernas, cuyo límite es el desvanecimiento o hundimiento de la Teoría de la Literatura, y el reemplazo de los estudios literarios (de tradición hispanogrecolatina) por los estudios culturales (de invención anglosajona), con el fin de disolver la literatura en una idea indefinida de cultura.

 


5.3.3. Crítica gnoseológica

Desde una perspectiva gnoseológica, esto es, lógico-formal y lógico-material, que dé cuenta de las formas que metodológicamente permiten conceptualizar críticamente el conocimiento científico de los materiales literarios, las diferentes teorías de la literatura habrán de examinarse tomando como referencia la realidad ontológica que las constituye y hace posible. Esa realidad ontológica se construye y está organizada, de acuerdo con los presupuestos de la Crítica de la razón literaria, en los tres géneros de materialidad de la ontología especial en la que se determinan formalmente los materiales literarios: el mundo físico (M1), el mundo fenomenológico (M2) y el mundo lógico (M3). Es muy importante constatar aquí que, a diferencia del enfoque gnoseológico, el modelo epistemológico hacía descansar el peso de la ontología literaria no sobre los tres géneros de materialidad del Mundo Interpretado (Mi), sino sobre uno de ellos en especial: el mundo fenomenológico (M2), cuyo protagonista es la psique del sujeto, único obrador del cosmos, que hace de la literatura un epifenómeno de su personal poética de lo imaginario, y que convierte los materiales literarios en un hecho privativo —pero también público— de su conciencia. Mientras que la gnoseología de la literatura se construye sobre la crítica de las formas y los materiales literarios, esto es, sobre la ontología de la literatura efectivamente existente, la epistemología de la misma literatura se basa en la interpretación subjetiva del yo, idealizada en las categorías del entendimiento trascendental de cada conciencia individual. La crítica gnoseológica podrá asumirse, en consecuencia, como una interpretación dialéctica y negativa de la epistemología literaria contemporánea.

 


5.4. Teoría del cierre categorial

La teoría del cierre categorial es la teoría de la ciencia o gnoseología que desarrolla de forma general y específica el materialismo filosófico como sistema de pensamiento. Ha sido construida por Gustavo Bueno en la obra titulada precisamente Teoría del cierre categorial (1992). La Crítica de la razón literaria reinterpreta esta teoría desde las exigencias de la literatura y desde la realidad de los materiales literarios, es decir, desde la ontología y la gnoseología literarias. Las ciencias se conciben como sistemas racionales y lógicos, constituidos por materiales que se identifican e interpretan como tales en la medida en que se conceptualizan y categorizan formalmente, es decir, en la medida en que la materia ontológica que constituye el campo de una ciencia determinada se formaliza y conceptualiza categorialmente dentro del campo gnoseológico de esa ciencia. Desde la Crítica de la razón literaria se considera que la Teoría de la Literatura dispone un campo categorial que se cierra circularmente en la constitución de los términos constituyentes de la ontología de la literatura: autor, obra, lector e intérprete o transductor. La ontología de las ciencias basada en la gnoseología materialista dispone, tal como se la reinterpreta desde la Crítica de la razón literaria, la organización o clasificación de las ciencias a partir de cuatro premisas o postulados fundamentales: 1) impugnación de las clasificaciones dicotómicas o binarias de las ciencias, particularmente de la distinción epistemológica e idealista entre «ciencias naturales» y «ciencias humanas»; 2) distinción gnoseológica entre metodologías α-operatorias y metodologías β-operatorias; 3) reconocimiento y explicación de los procesos de progresión (progressus) y regresión (regressus) de las ciencias; y 4) establecimiento del principio de neutralización de operaciones. El resultado de una clasificación u organización gnoseológica de las ciencias, llevada a cabo desde tales criterios, dispone la existencia de seis tipos de ciencias: 1) Ciencias naturales o ciencias de regresión extrema (metodologías α-1), como la física, la química, la matemática, la termodinámica…, caracterizadas porque carecen de sujetos operatorios en sus campos gnoseológicos, por lo que no necesitan neutralizarlos; 2) Ciencias computacionales, o ciencias que neutralizan a sus sujetos operatorios por progresión media-genérica (metodologías α-2-I), como la estadística; 3) Ciencias estructurales, o ciencias que neutralizan a sus sujetos operatorios por progresión media-específica (metodologías α-2-II), como la lingüística; 4) Ciencias reconstructivas, o ciencias que neutralizan a sus sujetos operatorios por regresión media-genérica (metodologías β-1-I), como la Teoría de la Literatura; 5) Ciencias demostrativas, o ciencias de regresión media-específica (metodologías β-1-II), caracterizadas por la imposibilidad de neutralización absoluta del sujeto operatorio, o intérprete, tal como le ocurre a la Crítica de la Literatura, cuya originalidad viene dada por la afirmación del sujeto operatorio con todas sus potencias y facultades interpretativas; y 6) Ciencias políticas, o ciencias de progresión extrema (metodologías β-2), determinadas por la imposibilidad absoluta de neutralización del sujeto operatorio, como es el caso del Derecho o la Jurisprudencia, cuya especificidad está determinada por el contenido esencial de las acciones humanas más personales e intransferibles, hasta tal punto de tener como objetivo el hecho mismo de la responsabilidad humana y personal del dolo o causa.

 


5.5. Literatura, Teoría de la Literatura y teoría del cierre categorial

Ha de advertirse, ante todo, que, com0 dispone la tesis 4 de la Crítica de la razón literaria, la literatura no es una ciencia, ni puede serlo jamás. Por lo que se refiere a la Teoría de la Literatura, como ciencia de la interpretación de los materiales literarios, esta solo puede ejercerse plenamente si se tienen en cuenta todos los materiales literarios efectivamente existentes, que son los cuatro de referencia: autor, obra, lector y transductor. Es tan absurdo hablar de una teoría literaria reducida al autor, o al texto, o al lector, como hablar de una medicina limitada al riñón o a la uretra, o como de una química circunscrita al hidrógeno o al selenio, o como de una teoría de la música limitada a los sonidos naturales, y que prescindiera de los semitonos bemolizados o sostenidos. El cierre categorial de la Teoría de la Literatura, y por tanto su consolidación y operatividad como ciencia, sólo se produce cuando se trabaja sucesiva y simultáneamente con los cuatro elementos fundamentales de su campo categorial o gnoseológico —autor, obra, lector y transductor—, los cuales están relacionados en symploké. Prescindir de uno de estos términos en la interpretación de la literatura es tan irracional como ejercer la oftalmología ignorando la existencia del corazón o del cráneo. Porque no se puede ignorar la relación efectivamente existente entre las partes que constituyen una misma totalidad atributiva, es decir, entre los términos que —ontológica y gnoseológicamente— cierran una categoría, como puede ser el cuerpo humano, para la medicina, o como, en su caso, lo es para la Teoría de la Literatura la literatura escrita por un autor, codificada en un texto, leída por un lector e interpretada por un crítico o transductor. El cierre categorial de la Teoría de la Literatura es el resultado de una doble trayectoria, de orden genealógico, en la que se explicita su ontología —la constitución de los materiales literarios (genealogía de la literatura)—, y de orden histórico, en la que se objetiva su gnoseología —la formalización y conceptualización científica de tales materiales (Historia de la Teoría de la Literatura)—. En primer lugar, la ontología de la literatura se constituye a lo largo de una genealogía a través de la cual la literatura se ha ido expandiendo estructuralmente, desde un genesíaco y religioso núcleo angular hasta su despliegue radial y tecnológico más desbordante, que culmina, como institución académica, política y mercantil, en el cierre circular característico y operatorio de las sociedades humanas que emergen en las Edades Moderna y Contemporánea. En segundo lugar, la gnoseología de la literatura, esto es, la constitución de una Teoría de la Literatura como ciencia categorial destinada al conocimiento científico de los materiales literarios, es resultado de una trayectoria histórica cuyo inicio tiene como referencia la Poética de Aristóteles, y la teoría de la mímesis como principio generador y explicativo del arte verbal (siglo IV a.n.E. hasta la Ilustración), y que se ha visto sucedido por el progresivo —y relativamente integrador— desarrollo de sistemas teórico-literarios de interpretación, los cuales se han objetivado en las denominadas poéticas de autor (siglo XIX), en las poéticas formales y funcionales (1900-1967), en las poéticas de la recepción (último tercio del siglo XX), y finalmente en las poéticas de la transducción o intermediación (finales del siglo XX y comienzos del XXI). Ha de advertirse que, según las tesis que se exponen en la Crítica de la razón literaria, son los términos, y nunca las operaciones, las que determinan el cierre categorial de una ciencia. No hay ni una sola ciencia que operatoriamente experimente un cierre categorial, es decir, tomando como referencia exclusiva las operaciones, pues algo así supondría su clausura: el cierre se objetiva y determina siempre a partir de los términos con los que se opera, y nunca desde las operaciones que se ejecutan, las cuales podrán resultar potencialmente infinitas en todo momento. Las operaciones abren las ciencias, los términos las cierran. Cerrar operatoriamente una ciencia equivale a clausurarla, y algo así es materialmente imposible. Las ciencias llegan a su término cuando no hay nuevos términos dentro de su campo categorial, lo que dispone que el número de operaciones posibles se agote en todas sus posibilidades combinatorias. Agotados los términos, se agotan las operaciones de relacionarlos. Y el campo categorial se cierra hasta el descubrimiento o aparición de nuevos términos categoriales. La clausura automática de las ciencias como tales implica aceptar toda imposibilidad futura de incorporar nuevos términos a la experiencia humana y al mundo interpretado por el hombre (Mi). Aceptar semejante teoreticismo implica asumir un concepto de ciencia absolutamente idealista, formalista e irreal: un concepto de ciencia que no cabe ni en la teoría del cierre categorial ni en la Crítica de la razón literaria

 


5.6. Organización gnoseológica de las ciencias

No hablaremos de las ciencias como disciplinas (academicismo, descriptivismo, adecuacionismo…), ni como proposiciones derivadas de principios (aristotelismo, teoreticismo, idealismo…), sino como realidades que actúan sobre la realidad y la constituyen (ciencias positivas y efectivas), esto es, hablaremos de la ciencia como de una ontología constructivista, como de una realidad operatoria y transformadora de la propia realidad que interpreta y de la que, por supuesto, forma parte, porque la destruye, construye y reconstruye (circularismo). Hablaremos de las ciencias como metodologías, siguiendo a Bueno, y daremos a cada una de estas metodologías —tipificadas por Bueno— un nombre determinado, diferente del que él propone, pero basado en su propia teoría del cierre categorial, que reinterpretamos en su aplicación a la Teoría de la Literatura, como ciencia de la literatura o ciencia de los materiales literarios.

En este sentido, se proponen las siguientes metodologías científicas o sistemas de ciencias, con sus respectivas nomenclaturas.

1. Ciencias naturales o ciencias de regresión extrema (metodologías α-1).

2. Ciencias computacionales o ciencias de progresión media-genérica (metodologías α-2-I).

3. Ciencias estructurales o ciencias de progresión media-específica (metodologías α-2-II).

4. Ciencias reconstructivas o ciencias de regresión media-genérica (metodologías β-1-I).

5. Ciencias demostrativas o ciencias de regresión media-específica (metodologías β-1-II).

6. Ciencias políticas o ciencias de progresión extrema (metodologías β-2).

 


5.6.1. Ciencias naturales

Son ciencias naturales o ciencias de regresión extrema aquellas que se basan en metodologías α-1, es decir, aquellas que no necesitan neutralizar, por ningún tipo de desplazamiento regresivo —puesto que se encuentran ya en los límites de toda regresión— la presencia de seres humanos (como términos) dentro de su campo categorial, porque ontológicamente carecen, de hecho, de seres humanos en su campo categorial. Al no haber seres humanos operando dentro del campo categorial, las ciencias naturales, o ciencias de regresión extrema (α-1), no necesitan neutralizar ningún tipo de operación. Es el caso, por ejemplo, de la química, la matemática, la física, la astronomía, la meteorología, la termodinámica, etc.

 


5.6.2. Ciencias computacionales

Denominamos ciencias computacionales, o ciencias de progresión media-genérica, a aquellas que se basan en metodologías α-2-I, es decir, aquellas que, a partir de hechos fenomenológicos y de operaciones humanas, alcanzan en un momento dado del proceso de investigación, por desplazamiento progresivo, resultados no operatorios y no fenomenológicos. Se trata de sistemas científicos que construyen estructuras de interpretación que, teniendo su origen en fenómenos empíricos y en operaciones humanas, logran segregar procesualmente la presencia del sujeto gnoseológico del campo categorial de la investigación. Es el caso, por ejemplo, como señala Bueno, de las estadísticas. Y en general de todo tipo de ciencias computacionales. La dimensión «subjetiva» de estos sistemas científicos radica no tanto en su estructura operatoria final, es decir, en los criterios objetivos de cálculo, sino en la dispositio o configuración del conjunto de criterios, y de sus normas de relación, en virtud de los cuales se constituye la estructura de computación o interpretación final. De ahí que se hable de ciencias de progresión media-genérica (α-2). Son medias, porque no llegan, ni necesitan llegar, al límite del progressus; y son genéricas, porque las estructuras o procesos constituyentes de tales ciencias son comunes o genéricos para todas las ciencias englobadas en su grupo. La estadística, la contabilidad, los lenguajes de programación, la ingeniería de software, la arquitectura y programación informáticas, los diseños de inteligencia artificial, las bases de datos, se adscriben, como tecnologías y metodologías, a este tipo de sistemas de ciencias o categorías, a las cuales se aproximan igualmente cualesquiera estudios sistemáticos de procesos algorítmicos destinados a procesar, inventariar, construir y transformar información. Como se ha dicho, el ejemplo más representativo de este tipo de ciencias son las estadísticas. Las estadísticas son siempre resultado de operaciones humanas practicadas sobre hechos fenomenológicos concretos, pero en la estructura resultante los seres humanos no forman parte del campo categorial, porque han sido previamente segregados. Las tablas estadísticas contienen números, no personas, incluso aunque inicialmente el hecho de partida fuera la población humana de un área geográfica. Dicho cruda y claramente: las estadísticas parten de seres humanos concretos y reales, que acaban reducidos a números impersonales y conceptuales. De hecho, los cuatro tipos o escalas de medición en estadística —nominal, ordinal, intervalo y razón—, son ya estructuras gnoseológicas de las que el sujeto operatorio ha sido progresivamente segregado.

 


5.6.3. Ciencias estructurales

Denominamos ciencias estructurales, o ciencias de progresión media-específica, a aquellas que se basan en metodologías α-2-II, es decir, aquellas que, a partir de hechos fenomenológicos y de operaciones humanas, alcanzan en un momento dado del proceso de investigación, por desplazamiento progresivo, resultados no operatorios y no fenomenológicos, pero, a diferencia de las ciencias de progresión media-genérica (α-2-I), las de progresión media-específica (α-2-II) se caracterizan porque sus estructuras o procesos resultantes y constituyentes son específicos en cada una de las ciencias pertenecientes al conjunto de las de progresión media (y no generales o iguales para todas las ciencias del mismo conjunto). En el ámbito de las Letras, la ciencia de progresión media-específica por excelencia del siglo XX ha sido la lingüística, y, muy en particular, la lingüística estructural. Las ciencias estructurales (α-2-II), al igual que las computacionales (α-2-I), parten de fenómenos y operaciones, es decir, de un trabajo de campo (empiria), y mediante desplazamientos progresivos alcanzan resultados objetivos, que ya no serán fenoménicos ni operatorios, porque estarán desprovistos de contenidos psicológicos y personales, de modo que sobre tales estructuras objetivas será posible implantar construcciones e interpretaciones que no requieran nuevas operaciones, ni la intervención de nuevos fenómenos. En las ciencias computacionales, estos resultados objetivos poseen una naturaleza genérica, es decir, son comunes o cogenéricos para todas las ciencias α, frente a lo que ocurre en las ciencias estructurales, en las que los mismos resultados objetivos adquieren una naturaleza especial o específica, determinada por las características y propiedades de cada una de las ciencias humanas o etológicas particulares. Para la lingüística estructural, el hecho de que Petito coma manzanas solamente implica que un sujeto, un verbo y un complemento constituyen estructuralmente una secuencia de signos lingüísticos. Para la lingüística estructural, Pepito es solamente el sujeto del enunciado, al margen de su estado civil, renta percápita o nivel de colesterol en sangre.

 


5.6.4. Ciencias constructivas o reconstructivas

Son ciencias reconstructivas, o ciencias de regresión media-genérica, aquellas que se basan en metodologías β-1-I, es decir, aquellas cuyas operaciones, en un momento dado del proceso regresivo o regressus, resultan determinadas no por la intervención de nuevos sujetos (como les ocurre a las ciencias demostrativas o de regresión media-específica), sino por la implantación o reconstrucción de nuevos objetos o estructuras de naturaleza objetiva. De este modo, las ciencias reconstructivas pueden neutralizar las operaciones de partida, en su enfrentamiento con los hechos y los fenómenos, por desplazamiento regresivo o reconstructivo de esencias o estructuras esenciales. Versos como «En tanto que de rosa y azucena / se muestra la color en vuestro gesto», de Garcilaso, nos permiten regresar a una estructura esencial, capaz de reconstruir en su objetividad la ontología de un endecasílabo heroico, con acentos en segunda, sexta y décima sílabas métricas [ - o - - - o - - - o - ], estructura ontológica dentro de la cual no hay absolutamente nada de la persona de Garcilaso de la Vega, que ha resultado por completo segregada. En consecuencia, las ciencias reconstructivas segregan las operaciones de partida transformándolas en estructuras objetivas, es decir, reconstruyéndolas o rediseñándolas, de modo genérico (β-1-I), como nuevas determinaciones objetuales, merced a un desplazamiento regresivo hacia sus esencias conceptuales. Éste es el procedimiento característico de la Teoría de la Literatura, como sistema de conocimiento conceptual de los materiales literarios, frente a la Crítica de la Literatura, la cual, como conjunto de conocimientos sobre las ideas objetivadas formalmente en los materiales literarios, opera demostrativamente, y no reconstructivamente, como en efecto hace la Teoría de la Literatura. La Teoría de la Literatura se ocupa de conceptos literarios, mientras que la Crítica de la Literatura se ocupa de ideas literarias, hecho este último que la aproxima a una filosofía de la literatura, es decir, a un saber de segundo grado, que para ejercerse presupone un sistema de conceptos previamente elaborado por la Teoría de la Literatura, como saber conceptual o científico, esto es, de primer grado. Adviértase que, tanto en las ciencias reconstructivas (β-1-I) como en las ciencias demostrativas (β-1-II), las operaciones no determinan términos del campo categorial —términos que sólo podrían constituirse realmente gracias a las operaciones—, sino que son las operaciones mismas las que resultan determinadas, bien por estructuras objetuales y genéricas, en el caso de las ciencias reconstructivas, bien por nuevas operaciones, de naturaleza específica o especial, según las particularidades de cada ciencia, en el caso de las ciencias demostrativas. En suma, las ciencias reconstructivas ejecutan operaciones que, en el regreso constructivo o —mejor dicho— reconstructivo desde los fenómenos de partida (la lectura de las obras literarias) hacia los conceptos que hay que construir (narrador, endecasílabo, cronotopo, transducción, soliloquio, quiasmo…), reconstruyen nuevos objetos, o estructuras objetivas, reconstrucciones estas últimas en las que el sujeto (lector, intérprete o receptor) no interviene de forma personal o psicológica, a diferencia de lo que sí ocurrirá, inevitablemente, como veremos, en las ciencias demostrativas, o de regresión media-específica (β-1-II), donde la presencia de la psicología y operatoriedad del sujeto humano es inextinguible. Entre otras cosas, porque la razón de ser de las ciencias demostrativas es la operatoriedad inderogable del ser humano. Sin sujeto operatorio no hay ciencia posible. Ninguna ciencia posible. Sin sujeto operatorio, sólo hay nihilismo absoluto. 

 


5.6.5. Ciencias demostrativas

Son ciencias demostrativas, o ciencias de regresión media-específica, aquellas que se basan en metodologías β-1-II, es decir, aquellas cuyas operaciones, en un momento dado del proceso regresivo o regressus, resultan específicamente determinadas por la intervención de nuevos sujetos, sin que esto pueda evitarse en modo alguno. Al contrario de lo que les ocurre a las ciencias reconstructivas o de regresión media-genérica, las ciencias demostrativas no pueden implantar ni reconstruir nunca, en ningún momento del proceso regresivo de su constitución, nuevos objetos o estructuras de naturaleza objetiva, sino que se desplazan siempre a través de nuevos sujetos que introducen nuevas operaciones. Su grado de cientificidad es mínimo, ya que se mueven siempre en un umbral muy próximo al de los hechos y los fenómenos, con grandes limitaciones para segregar sus componentes subjetivos, desde el momento en que resulta muy difícil esterilizar la presencia de fenómenos, operaciones y sujetos gnoseológicos, actuando estos últimos como términos dentro del campo categorial en el que estas ciencias, en realidad más bien disciplinas, tratan de actuar. En realidad, son ciencias perimetrales: se mueven fuera de las fronteras de las metodologías que neutralizan al sujeto operatorio. Téngase en cuenta que todas las ciencias son en sus estados iniciales perimetrales. La medicina misma, y de hecho todas las ciencias naturales, antes de segregar los componentes humanos, parten esencialmente de ellos: porque para ser científico antes hay que ser ser humano. Un chimpancé o un paramecio no puede ejercer la cirujía en ningún hospital (por el momento). En consecuencia, el grado de neutralización de las operaciones en las ciencias demostrativas es muy bajo, en tanto que es perimetral a las ciencias propiamente dichas en sus estados más avanzados de progreso y de regreso, desde el momento que toda segregación de componentes subjetivos corre a cargo de nuevos sujetos, que desplazan incesantemente —que no indefinidamente—, y de forma dialéctica —dada su proximidad con saberes críticos—, la interpretación conceptual de los hechos y fenómenos de partida. En el ámbito de las disciplinas literarias, la Crítica de la Literatura puede considerarse como el ejemplo por excelencia de tecnología —diríamos— más representativa del procedimiento característico de las ciencias demostrativas, o ciencias de regresión media-específica (β-1-II). En suma, las ciencias demostrativas (β-1-II) ejecutan, al igual que las ciencias reconstructivas, operaciones que, en el regreso constructivo desde los fenómenos de partida (la lectura de las obras literarias) hacia los conceptos que hay que interpretar (narrador, endecasílabo, cronotopo, transducción, soliloquio, quiasmo…), no pueden construir o reconstruir nuevos objetos, o estructuras objetivas, es decir, no pueden construir nuevos términos ni conceptos, porque su objetivo es limitarse a interpretar y roturar los ya existentes, esto es, los ya construidos y constituidos por las ciencias reconstructivas, a las que sirven de cantera, taller o laboratorio. ¿Qué ofrecen, pues, de específico, de especial, las ciencias demostrativas? En lugar de ofrecer la construcción de nuevas estructuras objetivas, o conceptos, generan nuevas y sucesivas operaciones a partir de las operaciones preexistentes o de partida. Son un territorio de pruebas en constante proceso de desarrollo. Téngase en cuenta que a este nivel redujo el teoreticismo de Popper su teoría de la ciencia, al jibarizar toda actividad científica en el umbral de las comprobaciones, falsaciones y refutaciones. La idea de ciencia de Popper es totalmente demostrativa, es decir, que no es propiamente una idea de ciencia, sino un empirismo crónico e idealista, incapaz de desarrollos ulteriores. Al no poder construir nuevos objetos, se construye constantemente nuevas operaciones, con valor demostrativo (falsacionista, verificativo o refutativo) respecto a las operaciones precedentes. Las ciencias demostrativas, como es el caso de la Crítica de la Literatura, que se apoya siempre en los sistemas conceptuales de una Teoría de la Literatura, es decir, de una ciencia reconstructiva, que le sirve de plataforma, requieren constantemente la intervención específica o especial de nuevos sujetos operatorios, esto es, de intérpretes, quienes, en lugar de construir o reconstruir conceptos, deben demostrarlos, es decir, deben ponerlos a prueba —y en circulación— mediante sucesivas operaciones, a través de sus diferentes aplicaciones y posibilidades de ejecución. En las ciencias demostrativas la operatoriedad humana es inevitable: las operaciones resultan determinadas por nuevas operaciones, ejecutadas una y otra vez por nuevos intérpretes o sujetos gnoseológicos, los críticos literarios. La crítica puede ser subjetiva (o no) en las ciencias demostrativas, pero en las ciencias reconstructivas será objetiva siempre.

 


5.6.6. Ciencias políticas

Son ciencias políticas, o ciencias de progresión extrema, aquellas que se basan en metodologías β-2, es decir, aquellas que están imposibilitadas para neutralizar, segregar o incluso prescindir, total o parcialmente, de seres humanos dados en su campo categorial, seres humanos que se imponen necesariamente como sujetos operatorios constituyentes y constitutivos de ese campo categorial. Esta imposibilidad no viene determinada por una limitación, sino por una exigencia irrenunciable, desde el momento en que el objetivo de las ciencias políticas no es —ni puede ser jamás— la segregación del sujeto, sino el conocimiento de sus hechos más personajes, particulares y específicos. Es el caso del Derecho o de la Jurisprudencia, «tecnologías» que, basadas en movilizar un sistema de ciencias a su servicio (que requieren todo tipo de peritajes forenses, químicos, físicos, médicos, etc., desde el ADN hasta cualesquiera otros necesarios según contextos), no pueden prescindir en ningún momento del ser humano, en calidad de juez, delincuente o perito judicial. Las denominadas ciencias de progresión extrema no pueden neutralizar nada porque su campo de operaciones se sitúa en el límite mismo del progreso, es decir, en el límite mismo del contacto con los fenómenos, de modo que neutralizar o segregar al ser humano como término de su campo categorial supondría suprimir la figura del juez en el juicio o incluso la del delincuente, por no decir que también la de los propios hechos constitutivos de delito. La ontología de las ciencias de progresión extrema no permite nunca regresar hacia la construcción estructuras objetivas al margen del sujeto, de modo que, por esta razón, no pueden segregar nunca totalmente al ser humano como término de su campo categorial, lo que les confiere un estatuto científico alejado del que corresponde al resto de metodologías, en cuyo extremo opuesto se sitúan las de las ciencias naturales (α-1), de las cuales se sirven constantemente las ciencias políticas (β-1). A este estatuto trató de reducir Gadamer el conocimiento de la Historia, al postular en su Verdad y método (1960), desde el idealismo alemán más exacerbado que conoció el siglo XX, la absoluta imposibilidad de suprimir al ser humano, con todos sus prejuicios, de la interpretación histórica, y afirmar, desde la complaciente impotencia del idealismo y el confort de una hermenéutica que reduce la realidad operatoria al lenguaje tropológico, que ser histórico significa no poder resolverse nunca totalmente en autotransparencia. Una fórmula maravillosa que encanta a todos aquellos que, como Emilio Lledó, y tantísimos otros, hacen de las ciencias que ignoran un instrumento de la retórica que practican, como sofisticados sofistas, desde su más temprana juventud idealista y alemana. Gadamer confundió, imperdonable y deliberadamente, las metodologías de las ciencias políticas con la de las ciencias naturales, y postuló un relativismo científico universal y absolutista allí donde debería haber planteado, simplemente, un conocimiento objetivo. Dicho de otro modo: confundió intencionadamente ciencia y cultura, para disolver la objetividad de la primera en la subjetividad de la segunda.

 


5.7. Más allá de la teoría del cierre categorial

Desde la Crítica de la razón literaria se plantea afirmar que no hay ciencias, sino metodologías (alfa y beta). También es posible precisar que hay umbrales de verdad o franjas de verdad, y no ciencias exactas (en realidad no hay ninguna ciencia exacta, pues la idea de ciencia exacta es resultado formalista de un idealismo gnoseológico). Las ciencias mismas son construcciones diaméricas, no metaméricas: no son totalidades enterizas, completamente identificables con metodologías alfa o beta, sin más. En realidad, ocurre justo lo contrario: en todas las ciencias hay metodologías alfa operatorias y metodologías beta operatorias, porque tales metodologías operan en un auténtico traslado categorial, de unas ciencias a otras. La Historia usa el carbono-14 con el auxilio de la química, del mismo modo que para el mismo fin puede servirse de la filología o de la lingüística forense con objeto de determinar que un documento como la donación de Constantino es apócrifo. La química, por sí sola, no puede datar la fecha de un manuscrito. Eso sólo puede hacerse desde la Historia, convocando desde la propia Historia metodologías alfa procedentes de la química y metodologías beta procedentes de la filología. Además, cuando se habla de cierre categorial se usa una metáfora ―concretamente una metáfora de genitivo (cierre de categorías)―, porque la categoría no cierra, pues lo que se cierra en realidad es un número determinado de operaciones metodológicas alfa. Además, sólo hay cierre cuando las categorías son puras operaciones metodológicas: las ciencias son científicas cuando las metodologías son científicas. Lo que llamamos ciencia es una propiedad resultante de las metodologías. Algunos limitan esta propiedad científica exclusivamente a las metodologías alfa (α), como si las ciencias basadas en metodologías beta (β) no fueran ciencias en absoluto. Sólo cuando el sincretismo entre categoría (en tanto que ciencia) y metodologías sistemáticas (en tanto que metodologías alfa) es prácticamente absoluto (como ocurre con la matemática y la geometría en algunos contextos determinantes) entonces el cierre metodológico es también categorial o científico. Pero ocurre que la gestión de las ciencias no es científica, en realidad, sino empresarial o política, institucional o estatal, porque sólo las empresas y los Estados tienen poder y dinero para gestionar y ejecutar una operación científica relevante. ¿Puede un materialista filosófico soslayar este hecho? Si hablamos de literatura, es porque hay literaturas nacionales. Al margen del Estado, no hay literatura. Si hablamos de ciencias, es porque hay empresas y Estados que hacen posible las ciencias, y que gestionan sus operaciones, sus ejecuciones y sus construcciones. La interpretación que en varios casos se ha hecho de la teoría del cierre categorial incurre en la confusión entre ciencias y metodologías, y en subordinar toda la actividad científica a la supresión total o metamérica del sujeto, es decir, a neutralizar las operaciones en términos absolutos, sin reconocer umbrales de cientificidad o franjas de verdad, esto es, sin considerar la realidad diamérica de las ciencias. Por otro lado, la teoría del cierre categorial se ha aplicado con éxito y convicción a la matemática y la geometría, con ejemplos recurrentes, pero más propios de una clase de bachillerato (o de Universidad de las de ahora) que de una filosofía de la ciencia que se proponga competir con Kuhn o Lakatos. Y esos límites hay que superarlos. Los ejemplos de identidades sintéticas fuera de la matemática o de la geometría escasean, y, cuando se proponen, de inmediato se niegan o se discuten, inhabilitando de este modo el uso de la teoría del cierre categorial en las categorías y actividades humanas que, como la Historia o la Teoría de la Literatura, usan metodologías alfa operatorias importadas de otras ciencias, como la química o la estadística. Se observa, además, que cuando se trata de huir de la impugnación de las clasificaciones dicotómicas o binarias de las ciencias, es para caer en otra reducción: la dicotomía o binomio entre metodologías α-operatorias y metodologías β-operatorias. ¿Qué sentido tiene negar un dualismo (idealista) para incurrir en otro dualismo (no menos idealista y formalista)? Y finalmente se niega, de forma dogmática incluso, que las metodologías beta sean ciencias, con lo cual, ¿en dónde está la coherencia respecto a la discriminación del propio Bueno entre metodologías α-operatorias y metodologías β-operatorias? ¿En dónde queda, llegados a este nihilismo gnoseológico, el título y la obra de Bueno sobre el estatuto gnoseológico de las denominadas ciencias humanas? Aún hay más: Bueno habla siempre de umbrales de verdad o de franjas de verdad, como si se tratara de un espectro que va desde las metodologías alfa 1 a las beta 2, es decir, de una gradación de cientificidad articulada en su clasificación hexagonal de las ciencias, que en la Crítica de la razón literaria, simplemente para hacerlas más comprensibles, se reinterpretan desde la nomenclatura señalada anteriormente, preservando la formulación y el contenido de Bueno (véase 5.6). Ciencias son las 6, pero los umbrales de cientificidad más intensos están en el nivel 1 y los menos intensos en el 6, es decir, desde las alfa 1 hasta las beta 2. Éste es el planteamiento de la Crítica de la razón literaria aplicado a los materiales literarios, y que, como se ve, es, literalmente, el planteamiento de Bueno, tal cual. Desde la Crítica de la razón literaria se sostiene que con el materialismo filosófico de Bueno, sin más, no se puede interpretar la literatura. Bueno no hizo, ni lo pretendió nunca, una Teoría de la Literatura. Nunca fue su objetivo. Su obra contiene páginas muy interesantes sobre literatura y sobre filosofía de la literatura, que no nos informan tanto sobre la literatura cuando sobre lo que Bueno pensaba acerca de la literatura: pero su obra no es, ni quiso serlo jamás, una obra de Teoría de la Literatura. La Crítica de la razón literaria sí es una Teoría de la Literatura, y constituye en este punto una reinterpretación crítica de la obra de Gustavo Bueno. En suma, desde la Crítica de la razón literaria se plantea: 1) que las ciencias no pueden reducirse sólo a las metodologías alfa; 2) que hay umbrales o franjas de verdad, es decir, gradaciones o grados de cientificidad; y 3) que, más allá incluso de la teoría del cierre categorial, hay que postular, en primer lugar, que el núcleo de la teoría del cierre categorial no está tanto en la idea de ciencia cuanto en la idea de metodología; en segundo lugar, que gnoseológicamente no hay ciencias ―porque las ciencias son productos institucionales e industriales, políticos y empresariales―, sino metodologías alfa y beta operatorias; y en tercer lugar, finalmente, que la idea de categoría queda rebasada de hecho en el ejercicio científico, es decir, en la práctica de las ciencias, porque resulta reorganizada empresarial e institucionalmente desde realidades más amplias que engloban, articulan y gestionan todas estas categorías, como son las empresas y las instituciones políticas, es decir, la industria y el Estado. No hay que olvidar que la Crítica de la razón literaria es ante todo una Teoría de la Literatura construida desde la tradición hispanogrecolatina de los estudios literarios, tradición filológica desde la cual se reinterpreta el materialismo filosófico de Gustavo Bueno como sistema de pensamiento. En consecuencia, la Crítica de la razón literaria no interpreta la literatura desde las exigencias del materialismo filosófico ―y mucho menos desde las exigencias de algunos hermeneutas del materialismo filosófico―, sino que, en todo caso, reinterpreta el materialismo filosófico desde las exigencias de la literatura, y, por supuesto, interpreta la literatura desde las exigencias de la propia literatura y su ontología específica. En este sentido, hay que advertir que es muy importante evitar incurrir en errores que nos hagan desembocar en una suerte de «fundamentalismo filosófico», en virtud del cual el materialismo filosófico deje de utilizarse como un sistema de pensamiento para interpretar la realidad y comience a utilizarse, cada vez con más intensidad, como una hermenéutica de sí mismo, es decir, como una hermenéutica destinada a interpretar disciplinariamente el propio sistema, con la intención de «corregir» cualquier presunta «desviación» que del uso del «sistema» hagan terceras personas o nuevos intérpretes o usuarios. Desde la Crítica de la razón literaria se considera que el materialismo filosófico de Gustavo Bueno es superior e irreductible a una hermenéutica de sí mismo, que se trata de un sistema de pensamiento muy sólidamente organizado ―y por supuesto abierto, crítico y dialéctico―, y por ello mismo de ningún modo susceptible de ser convertido en una preceptiva o código disciplinario, cuyo resultado sería su fosilización en una dogmática o una escolástica. Nada hay más ajeno al propio sistema del materialismo filosófico que un desenlace de este tipo. No es posible ignorar que tras el fallecimiento de Gustavo Bueno, en 2016, se advierten diferencias entre sus discípulos y sus intérpretes: una tendencia más ortodoxa, entre algunos de los primeros ―los discípulos más buenistas, diríamos―, en el uso e interpretación del materialismo filosófico, frente a algunos de los segundos ―los intérpretes más libres o heterodoxos de este sistema de pensamiento―, terreno este último en el que se situaría la Crítica de la razón literaria. Interpretación y discipulado son actividades diferentes, disociables e incluso separables. Un intérprete no siempre es un discípulo.






Información complementaria


⸙ Referencia bibliográfica de esta entrada

  • MAESTRO, Jesús G. (2017-2022), «Gnoseología de la literatura», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento racionalista de la literatura, Editorial Academia del Hispanismo (III, 5.3.5), edición digital en <https://bit.ly/3BTO4GW> (01.12.2022).


⸙ Bibliografía completa de la Crítica de la razón literaria



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Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria