Miguel Hernández: «Silencio de metal triste y sonoro»

                                





Miguel Hernández

(Orihuela, Alicante, 30 de octubre de 1910 - Alicante, 28 de marzo de 1942)



XIV*


     Silencio de metal triste y sonoro[1],
espadas congregando con amores
en el final de huesos destructores
de la región volcánica del toro[2].

     Una humedad de femenino oro
que olió puso en su sangre resplandores,
y refugió un bramido entre las flores
como un huracanado y vasto lloro.

     De amorosas y cálidas cornadas
cubriendo está los trebolares[3] tiernos
con el dolor de mil enamorados.

     Bajo su piel[4] las furias refugiadas
son en el nacimiento de sus cuernos
pensamientos de muerte edificados.
 


____________________

NOTAS

[*] Miguel Hernández (1936), «Silencio de metal triste y sonoro», El rayo que no cesa, Madrid, Sial Ediciones, 2002, p. 95. Edición de José María Balcells. Este soneto se publicó por vez primera en diciembre de 1935, en la Revista de Occidente.

[1] Se ha identificado en este primer verso una velada referencia a la Luna.

[2] Este es el primero de los sonetos de El rayo que no cesa en que se menciona explícitamente al toro, en tanto que cornúpeta o toro de lidia. La simbología metafórica del toro, como signo de amor trágico, incluso, se ha puesto en relación con el mito de Europa y su rapto por Zeus, según la tradición griega, herada por la literatura latina. No faltan estudios que analicen estos aspectos en la lírica de Hernández, en intertextualidad con las Geórgicas de Virgilio y el siguiente soneto de Quevedo, titulado «Con la comparación de dos toros celosos, pide a Lisi que no se admire del sentimiento de sus celos» (apud José Manuel Blecua, Obra poética, Madrid, Castalia, 1999, I, 672-673):


     ¿Ves con el polvo de la lid sangrienta
crecer el suelo y acortarse el día
en la celosa y dura valentía
de aquellos toros que el amor violenta? 
 
     ¿No ves la sangre, que el manchado alienta;
el humo que de la ancha frente envía
el toro negro, y la tenaz porfía
en que el amante corazón ostenta? 
 
     Pues si lo ves, ¡oh Lisi!, ¿por qué admiras
que, cuando amor enjuga mis entrañas
y mis venas, volcán, reviente en iras? 
 
     ¿Son los toros capaces de sus sañas,
y no permites, cuando a Bato miras,
que yo ensordezca en llanto las montañas?

[3] Campos de trébol. El trébol es recurrente imagen floral en la lírica amorosa tradicional.

[4] Compárese esta secuencia, «Bajo su piel», con el poema titulado «Instante», de Vicente Aleixandre, en Espadas como labios (1932/2005: 292). Suprimo los signos de puntuación (excepto en el verso 5), con José Luis Cano y frente a Duque Amusco, ateniéndome a la versión original del poema:


Mira mis ojos Vencen el sonido
Escucha mi dolor como una luna
Así rondando plata en tu garganta
duerme o duele
                   O se ignora
                                O se disuelve
 
Forma. Clamor. Oh cállate. Soy eso
Soy pensamiento o noche contenida
 
Bajo tu piel un sueño no se marcha
un paisaje de corzas suspendido


*     *     *



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