Miguel Hernández
(Orihuela, Alicante, 30 de octubre de 1910 - Alicante, 28 de marzo de 1942)
VIII* [1]
Por tu pie, la blancura más bailable,donde cesa en diez partes tu hermosura,una paloma sube a tu cintura,baja a la tierra un nardo interminable.Con tu pie vas poniendo lo admirabledel nácar en ridícula estrechuray a donde va tu pie va la blancura,perro sembrado de jazmín calzable.A tu pie, tan espuma como playa,arena y mar me arrimo y desarrimoy al redil de su planta entrar procuro.Entro y dejo que el alma se me vayapor la voz amorosa del racimo:pisa mi corazón que ya es maduro.
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NOTAS
[*] Miguel Hernández (1936), «Por tu pie, la blancura más bailable», El rayo que no cesa, Madrid, Sial Ediciones, 2002, p. 85. Edición de José María Balcells. Mariano Abad ha puesto en relación este poema de Hernández con el siguiente de Juan Ramón Jiménez, de Eternidades, y recogido en su Segunda antolojía (1898-1918) (1922):
Te conocí, porque al mirar la huellade tu pie en el sendero,me dolió el corazón que me pisaste.Corrí loco; busqué por todo el día,como un perro sin amo....¡Te habías ido ya! Y tu pie pisabami corazón, en un huir sin término,cual si él fuera el caminoque te llevaba para siempre...
[*] Por su parte, Balcells ha relacionado el soneto de Hernández con el siguiente de Valle-Inclán, «La trae una paloma», Clave XXXI de sus Claves líricas (1930). Fíjese el lector sobre todo en el primero de los serventesios del soneto de Valle:
Corazón, melifica en ti el ácimofruto del mundo, y de dolor llagado,aprende a ser humilde en el racimoque es de los pies en el lagar pisado.Por tu gracia de lágrimas el limode mi forma será vaso sagrado,verbo de luz la cárcel donde gimocon la sierpe del tiempo encadenado.¡Alma lisiada, negra arrepentida,arde como el zarzal ardió en la cumbre!¡Espina del dolor, rasga mi vidaen una herida de encendida lumbre!¡Dolor, eres la clara amanecida,y pan sacramental es tu acedumbre!
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