Tácito y su Germania: interpretación política de las supersticiones

 



Tácito 

(c. 55-c. 120)

 

Junto con la bibliomancia, algunas tribus bárbaras de la Edad Antigua practicaban el arte de la interpretación mediante «formas combinatorias». Tácito las describe así, en el año 98 d.n.E., en «Del origen y costumbres de los pueblos germánicos» («De origine et situ Germanorum», X), cuando dice de los germanos que son máximos observadores de los vaticinios y presagios («Auspicia sortesque ut qui maxime observant»). La Germania de Tácito sedujo prontamente a Lutero, como no podía ser de otro modo en un fraile agustino obsesionado por el fideísmo psicologista y anti-racional, al igual que a Hitler, quien solicitó a Mussolini la entrega del único manuscrito del siglo I conservado de esta obra (Krebs, 2011).

 

Nadie les supera en observancia de auspicios y oráculos. El procedimiento de sus oráculos es sencillo: arrancan una rama a un árbol frutal, la cortan en trozos, y, tras señalarlos con ciertas marcas, los esparcen al azar, según caen, sobre una tela blanca. En seguida el sacerdote de la ciudad, si se consulta oficialmente, o el propio padre de familia si en privado, tras invocar a los dioses y mirando al cielo, cogen tres trozos, de uno en uno, y los interpretan conforme a la marca que se les ha hecho previamente. Si la respuesta es desfavorable, ya no se hace ninguna consulta sobre el mismo asunto en el resto del día; si es favorable, se exige la confirmación de los auspicios (Tácito, Germania, 10, 1-3).

 

Como resulta fácilmente observable, Tácito describe la práctica de la grafomancia, consistente en atribuir a grafías alfabéticas un valor profético. Cuando en lugar de letras se usan números, en correspondencia o no con grafías onomásticas, el mismo ejercicio se denomina aritmomancia, al conferir a los signos numéricos un valor numinoso, trascendente o cabalístico. De forma más o menos sofisticada o retórica, un procedimiento parejo u homologable es el que utiliza Freud en su interpretación de los sueños, al leer en clave erótica los signos oníricos estipulados por su personal código psicoanalítico.


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