Juan de la Cruz (1542-1591): «Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe»

 

Zurbarán (atribuido). san Juan de la Cruz, 1656



Juan de la Cruz
(1542-1591)

Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe*


Que bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche[1].

   
1

Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida[2],
aunque es de noche.
   
2

Su origen no lo sé, pues no le tiene[3],
mas sé que todo origen della viene,
aunque es de noche.
   
3

Sé que no puede ser cosa tan bella[4],
y que cielos y tierra beben della,
aunque es de noche.  
   
4

Bien sé que suelo en ella no se halla,
y que ninguno puede vadealla[5].
aunque es de noche.
   
5

Su claridad nunca es oscurecida,
 y sé que toda luz de ella es venida[6],
aunque es de noche.  
   
6

Sé ser tan caudalosos sus corrientes[7],
que infiernos, cielos riegan y las gentes,
aunque es de noche.
   
7

El corriente que nace desta fuente[8]
bien sé que es tan capaz y omnipotente,
aunque es de noche.  
   
8

El corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede[9],
aunque es de noche.
   
9

Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.  
   
10

Aquí se está llamando a las criaturas[10],
y de esta agua se hartan, aunque a escuras[11],
porque es de noche.  
   
11

Aquesta viva fuente que deseo,
en este pan de vida yo la veo[12],
aunque es de noche.


___________________

NOTA

[*] San Juan de la Cruz (1584), «Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe», en Cántico espiritual y poesía completa, Barcelona, Crítica, 2002, pp. 220-222. Edición de Paola Elia y María Jesús Mancho. Estudio preliminar de Domingo Ynduráin. La editio princeps es de 1618. Adviértase que en la literatura cabe la mística, pero en la mística no cabe la literatura. La segunda hace inteligible el irracionalismo de la primera en términos de razón literaria y crítica. Las Sagradas Escrituras no admiten la ficción, sino parabólicamente: la ficción literaria admite la escritura, desacralizándola.

[1] El «que» inicial expresa valor ilativo o durativo. Es propio de la poesía popular. Fonte, sin diptongación, retiene el valor de la forma arcaizante. Imita las formas rústicas y orales de la poesía más popular. El verso «aunque es de noche» se constituye en estribillo o epímone de todo el poema. Reitera constantemente el valor concesivo del obstáculo que, pese a todo, se vence, en el encuentro con el referente amado y deseado. Al contrario de lo que ocurre en la «Canción del jinete» lorquiana, cuyo protagonista nunca llegará a Córdoba, «aunque sepa los caminos», aquí el sujeto poético sí alcanzará la meta, pese a al poder obstaculizante de la noche. Compárese también este poema con el unamuniano «Vendrá de noche»La noche, en la poesía de San Juan de la Cruz —especialmente en obras como «Noche oscura del alma»— es un símbolo fundamental que opera en varios niveles de significado, tanto místico y teológico como poético y filosófico. No se trata de una simple imagen psicológica o emocional: es un concepto muy elaborado dentro de la tradición del misticismo cristiano, con resonancias neoplatónicas, agustinianas y bíblicas. El Romanticismo convertirá la noche en un relativamente plano nocturno emocional y evocador, donde la presencia religiosa se reemplaza con otro tipo de mitos numinosos y variopintos, en los que la literatura fantástica adquiere particular protagonismo.

[2] Manida es término que expresa una reveladora silepsis o dilogía de significados. Del latín manere, remite tanto a escondrijo o madriguera como, por etimología popular, al acto de manar (manare), propio de una fuente, manantial o venero «do mana el agua pura» (Cántico espiritual, lira 35, v. 4).

[3] Leísmo frecuente entre los escritores castellanos del siglo XVI. Nótese la expresividad de la ploce (origen) y de la paradiástole partitiva (no sé su origen pero sí sé que todo tiene en ella su origen). Queda claro el monismo de la sustancia divina, según la teología cristiana que aquí se presenta como código de interpretación literaria, según la mística.

[4] El verbo ser adquiere aquí el sentido de «haber» o «existir». Cosa, a su vez, tiene el valor expresivo de «nada», de modo que es como decir «no puede haber nada más bello». La belleza es una cualidad consustancial a Dios. Un atributo del que carece totalmente, luzbelinamente, el demonio. Los ángeles caídos pierden toda belleza y atractivo físico, pero conservan la seducción de la maldad.

[5] Vadealla es resultado de la asimilación de consonantes en el infinitivo (vadear), que literalmente remite a travesar un río por la zona donde su fondo resulta más firme y menos profundo. En sentido amplio, remite a toda capacidad de superar obstáculos difíciles. Aquí se expone una imagen orográfica y de naturaleza rural, basada en una hipérbole verosímil: no hay vado posible ni suelo firme en que apoyarse para superar ese obstáculo.

[6] Es venida: se usa aquí el verbo ser como auxiliar de movimiento. Frecuente aún en los Siglos de Oro, todavía se conserva en lenguas romances como el francés y el italiano actuales. En La Numancia, Cervantes lo pone en boca de los embajadores numantinos, ante Escipión: «daré principio a lo que soy venido» (I, 1, v. 232).

[7] Esta estrofa se inicia con una sintaxis latina de infinitivo, cuyo referente —la fuente o manantial— está elidido. Pero el sujeto sabe, es consciente, de que «sus corrientes son tan caudalosas que los cielos y las gentes (fuerte hipérbaton, casi anástrofe) riegan los infiernos», a los que vencen arrolladoramente. «Corrientes» es aquí sustantivo de género masculino.

[8] Se confirma el género masculino del término «corriente» en la época.

[9] Evidente paronomasia o agnominación: procede / precede 

[10] El uso pronominal de verbos «se está llamando»— es frecuente en los Siglos de Oro.

[11] «A escuras» es locución adverbial de uso muy frecuente en los textos de Juan de la Cruz.

[12] El último pareado, en la última estrofa, explicita un sutil quiasmo: viva fuente / pan de vida. Desde los códigos teológicos, agua y pan remiten a referentes de la Eucaristía, como cuerpo y sangre de Cristo. 



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Jesús G. Maestro